viernes, 3 de enero de 2020
El Caballo Blanco
En el municipio
español de Millanes, dentro de la hermosa Comunidad de Extremadura,
se cuenta una leyenda lúgubre y llena de misterio que se remonta a
varios años en el pasado. Dicen que hace mucho tiempo, vivía ahí
un chico llamado Guillermo, junto a sus padres. Ellos tenían una
próspera finca y aunque el muchacho solo contaba con doce años de
edad, nunca dudaba en ayudar a su padre con las faenas más pesadas
del lugar.
Su propiedad se
encontraba algo retirada del pueblo y justo enfrente de un lúgubre
cementerio.
Un día, Guillermo
se levantó como de costumbre para trabajar junto a su papá. Ahí
estuvieron a lo largo de la jornada, atendiendo a los animales,
cultivando la tierra y cargando pesados fardos de paja.
Horas después
comenzaba a anochecer y las nubes en el cielo anunciaban una temible
tormenta.
—Hijo, será mejor
que termines de guardar los caballos —le dijo a Guillermo su padre—
y cuando termines, te vas inmediatamente a la casa, que tu madre te
está esperando. Yo me voy adelantando al pueblo, porque ya quedé de
estar en la taberna con unos amigos.
El niño le dijo que
no se preocupara y el hombre se fue tan tranquilo.
Horas después,
cerca de la medianoche, salió de la taberna y entró en su casa,
sorprendiéndose de ver a su mujer tan preocupada.
—¡Al fin llegas!
¿Y Guillermo? ¿Cómo es que no viene contigo?
—Guillermo se
quedó en la finca, le dije que en cuanto terminara con los caballos
regresara a casa. Y de eso hace ya varias horas.
La pobre mujer se
puso pálida como el papel. Rápidamente tocaron a las puertas de sus
vecinos y entre todos se organizaron para salir a buscar al muchacho
en el campo, con antorchas y armas.
A lo largo de la
noche, lo único que podía escucharse eran los gritos de la gente
llamando a Guillermo junto con el llanto inconsolable de su madre.
Revisaron en la finca y vieron que los caballos se encontraban en sus
caballerizas, pero del chiquillo no había ni rastro. Por un
instante, su padre tuvo miedo de que jamás fuesen a dar con él.
Hasta que uno de los
hombres del pueblo empezó a llamarlo.
Los padres del niño
acudieron con un nudo en el estómago. Guillermo había sido
encontrado pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo yacía tendido en
el suelo, mojado y con la cabeza ensangrentada. Se había matado al
caer de su caballo y golpearse con una roca. El animal, probablemente
se había asustado al escuchar un trueno, provocando así la fatal
desgracia.
Devastados, los
padres de Guillermo recogieron su cuerpo para velarlo y poco después
fue enterrado en el cementerio frente a la hacienda.
Dicen que a veces, a
las afueras de Millanes y durante las noches tormentosas, puede
escucharse el eco fantasmal de la gente buscando al niño aquella
noche tan triste y que en el cielo las nubes forman la silueta
aterradora de un caballo blanco, como el que lo mató a él.
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