miércoles, 5 de diciembre de 2012
Las Profecías De Lorber
Hoy en día, muchas personas comprenden que los cambios de la
más diversa índole que vienen produciéndose en nuestro planeta en los últimos
años, no se pueden considerar como hechos pasajeros.
En todo el mundo se pierden los puestos de trabajo
considerados estables hasta hace poco, y el paro obrero alcanza cifras de
millones. Todos los esfuerzos para combatir el desempleo han sido en vano. En
muchos países el valor del dinero se derrite como la nieve bajo el sol.
Comienzan a escasear las materias primas y la energía. Los países en vía de
desarrollo ya no son simples demandantes, sino que exigen la ayuda. Además de
las tensiones este-oeste, se originó un nuevo frente de tensiones en el diálogo
norte-sur.
La ciencia y la técnica parecen haber perdido el control
sobre el mundo artificial construido por ellas. Un verdadero diluvio de
materias tóxicas inunda la tierra y, diariamente, nuevos accidentes producen
intranquilidad entre los hombres. El entusiasmo por el progreso irrefrenable,
ha dejado lugar a un cambio de opinión.
Ahora se extienden la preocupación y el miedo ante el
futuro. La red de la seguridad social ha de pasar por duras pruebas y demuestra
sus primeros fallos.
Aunque el nivel de vida ha ido aumentando rápidamente, hoy
predominan la desazón, el odio y la envidia. Por todos lados se propaga el
materialismo espiritual y moral. Abundan los actos crueles.
En una década la Iglesia sufrió un cambio nunca imaginable.
Al mismo tiempo, el materialismo se extiende más y más, como en ninguna época
anterior en la historia de la humanidad. La gente juiciosa se pregunta si los
aumentos de las catástrofes naturales, como los terremotos, las mareas, las
grandes sequías, los huracanes y los cambios climatológicos no serian un aviso
de una evolución poco halagüeña.
En esta situación de transformación paulatina en el ámbito
económico, social y religioso, el hombre de la era industrial recibe un mensaje
profético del siglo xix que llama la atención. Este mensaje sobrenatural, cuya
autenticidad ha sido comprobada, tiene diversos aspectos. No deja lugar a
dudas, de que la humanidad ha llegado a un punto de cambio rápido, y de que
graves catástrofes ocurrirán en la Tierra. Las Revelaciones van unidas a una
seria amonestación dirigida al hombre actual, para que se aparte del camino del
materialismo teórico y práctico. De nuevo los pueblos reciben la auténtica
doctrina de Jesús, en su modo más puro, como había sido trasmitida a los
apóstoles.
Al hombre de la era industrial el mensaje de Jesús le
resulta extraña. Esto se debe a varias razones, sobre las que volveremos más
tarde. Muchas personas han perdido por completo la relación con lo
trascendental, otras -que aún tienen alguna substancialidad religiosa- no saben
en qué basar su fe. Se ha debilitado mucho la confianza en la enseñanza de la
Iglesia. Durante mucho tiempo predominó el terror espiritual, largamente se
negoció con el miedo. Los teólogos protestantes exponen a veces criterios que
rayan el ateísmo, provocando incertidumbre entre sus feligreses. Las formas de
piedad religiosa de la Iglesia Católica ya no atraen a la juventud. Por todas
partes se registra una salida silenciosa de la Iglesia.
El aspecto que ofrece el mundo occidental cristiano es
sombrío. Karl Rahner, S. J., puntualiza esta situación, diciendo: "Vivimos
en un país pagano con un pasado cristiano y con algunos vestigios
cristianos" A pesar de todo, son muchos los que todavía poseen un espíritu
religioso, aunque se muestren indecisos, preguntando como Pilato: "¿Qué es
la verdad?".
En lo más profundo de algunas almas existe verdadera hambre
por conocer la verdad. Este libro va dirigido a estas personas. A ellas
queremos llevar un mensaje extraordinario. Desde luego, se diferencia de la
literatura corriente de temas religiosos, y sobre todo, de los numerosos
escritos de crítica bíblica publicados por los teólogos liberales. Es un
mensaje "sui generis".
Podemos recordar aquí la palabra del conocido teólogo
católico Hans Küng: "Existen a menudo sorprendentes carismas, llamamientos
para dar testimonio profético de extraordinario carácter...".
Estas palabras se ajustan a un hecho extraordinario ocurrido
en el siglo pasado, pero que no se comprende en su significado completo hasta
hoy. En nuestros días muchas personas se preguntan: "¿Por qué calla
Dios?". Cuando ven cómo las mentes se perturban con la decadencia de lo
tradicional y las innumerables ideas e ideologías ¡Pero Dios no calla! En todas
las épocas Dios envió mensajes y amonestaciones a la humanidad. Pocas veces
éstas han sido aceptadas por los hombres, ni siquiera cuando Jesús, la
Encarnación de Dios comunicó la Buena Nueva El clero siempre se opuso a tales mensajes.
En los años 1840 al 1864 nos llegó una profecía especial. En
clarividencias vividas se recibieron explicaciones y aclaraciones sobre el
Evangelio, además la visión de catástrofes a sobrevenir a toda la humanidad aún
antes de terminar este siglo. Fue en aquel entonces, cuando JACOB LORBER
escuchó en Graz (Austria) la "palabra interior" y escribió la obra de
tamaño monumental, cuyo contenido no pudo ser comprendido en su totalidad hasta
nuestros días.
Desde luego, estas comunicaciones han sido muy divulgadas,
vendiéndose casi un millón de escritos de Jakob Lorber. Pero no hay lugar a
dudas que la cosecha de esta profecía no se recogerá hasta el fin del tiempo. A
Jakob Lorber se le dictó lo siguiente:
"Dios no dejará de manifestarse a los hombres de
distintas maneras para que el hombre pueda darse cuenta que esto no ocurre de
manera natural". (Gr VI 149, 15).
"En mayor grado, Dios se manifiesta por boca de los
profetas. Para las personas abiertas, estos profetas se conocen por: primero,
sus palabras dichas y escritas, en segundo lugar, por sus dones de hacer
milagros, por ejemplo ellos pueden-en caso necesario-comunicar presagios a los
hombres, para que éstos cambien su actitud y rueguen a Dios para que no se
cumpla el mal anunciado..." (Gr VI 150, 1).
"Pero que un profeta justo anuncie al mundo un juicio
tras otro, esto se explica en que Dios sólo llama a un profeta cuando el mundo
se olvida de Dios y se ha volcado plenamente en el fango." (Gr I1 108, 8).
Según esta profecía, Jesús dijo a sus discípulos:
"Podéis tener por seguro, que casi cada dos mil años ocurrirán grandes
cambios en la tierra. Y así será también, contando desde ahora". (Gr VI
76, 10). "Hacia el final del tiempo anunciado, Yo llamaré a los profetas
más grandes y con ellos también los juicios serán más frecuentes y más
extendidos." (Gr V1 150, 15).
Pero según toda experiencia se cumplirá la palabra de
Goethe: "¡Cuán pocos se entusiasman con lo que sólo aparece ante el
espíritu!". Lo que queda fuera del mundo tangible, es rechazado. En
nuestro tiempo de cálculo racional se ve con sospecha todo intento de una
interpretación de lo sobrenatural.
El veneno del materialismo ya se ha filtrado en el
Cristianismo. Queda sin contestar la pregunta, hasta dónde existen puntos de
conexión para reconocer una profecía de Dios como tal. Hace falta cierta
capacidad religiosa para la aceptación y la comprensión espiritual de la Buena
Nueva.
Nadie debe juzgar precipitadamente las comunicaciones del
profeta Jakob Lorber, sin haber leído sus exposiciones proféticas, sobre hechos
verdaderos de la astronomía, la física nuclear y la antropología en el
capítulo: "Pruebas de la autenticidad de la profecía de Jakob
Lorber". Hasta los más escépticos se volverán pensativos al considerar las
profecías comunicadas hace más de cien años y hoy demostradas reales, científicamente
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