sábado, 1 de diciembre de 2012
Alvilda, Princesa Del Báltico
La princesa Alvilda, hija de Syward, rey de Gotland, pasó su
infancia encerrada en una torre, custodiada por dos serpientes que guardaban la
puerta de su habitación para ahuyentar a los pretendientes indignos.
Sólo el
más valiente, aquél que consiguiera derrotar a sus dos “ guardianes “ y entrar
en la habitación, podría casarse con la princesa. Y el vencedor de la prueba
fue un príncipe danés llamado Alf. Pero Alvilda, que no estaba entusiasmada con
la idea del matrimonio, prefirió huir en un navío con sus doncellas y hacerse
pirata actuando en el mar báltico. Se dice que la instigadora de la fuga fue la
madre de la princesa.
Alvilda desapareció y estalló un escándalo con
mayúsculas. Alf juró y perjuró que la haría suya y, tras obtener la bendición
de su futuro suegro, partió en busca de la fugada. Otra versión dice que la
princesa se habría negado a aceptar un matrimonio arreglado a sus espaldas por
su padre con el joven danés.
Obsesionado, Alf recorrió el báltico una y otra vez. Las
hazañas que realizó le habrían satisfecho si no hubieran estado lacradas con el
baldón de la humillación que sentía. La interminable navegación del príncipe
finalizó cuando su hermano le exigió que retornara. Un pirata misterioso, cuyo
rostro nadie conocía, sembraba el terror en las aguas danesas, obstaculizando
el comercio y saqueando barcos y puertos. Había que acabar con sus desmanes y
sólo Alf podía hacerlo. El danés acató la fraternal orden. Armó una flotilla e
inició la persecución. La empresa adquirió con el correr de los meses el mismo
tono frustrante y desesperado que caracterizó su anterior singladura. El pirata
era igual de fantasmal y escurridizo que las espesas neblinas y los hielos de
las aguas bálticas. El ladrón del mar resultaba tan invisible como Alvilda. El
uno y la otra parecían ser la misma persona, y de hecho, lo eran.
Alf ignoraba que la princesa había topado en su desesperada
huida con una partida de vikingos, convirtiéndose en su jefe. Muchos meses
después, el príncipe danés entró con su pequeña flota en una bahía del golfo de
Finlandia para reconocerla. Su sorpresa debió de ser mayúscula cuando encontró
anclados a los poderosos langskip que buscaba.
La princesa pirata ordenó atacar
de inmediato a los recién llegados. Éstos viéndose inferiores en número, rogaron
a su capitán que ordenase la retirada. Pero el orgulloso Alf se negó y embistió
a la nave almirante, cuya tripulación intrigó a los daneses, que se preguntaban
admirados de dónde obtenían los adversarios tan graciosa belleza de formas y
semejante flexibilidad de movimientos. La respuesta la obtuvieron mucho
después, cuando los marinos enemigos se rindieron. Todos ellos sin excepción
eran hermosas muchachas.
El joven Alf y sus hombres las abordaron y se enzarzaron con
ellas en una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo. Después de sufrir fuertes
bajas, la tripulación de Alvilda se rindió y ella misma fue hecha prisionera.
Cuando la valiente mujer pirata fue llevada ante el príncipe, éste descubrió
que bajo el yelmo de su adversario se ocultaba el bello rostro de su huidiza
prometida. Alf, al verla, volvió a proponerle matrimonio y ella, impresionada
por la forma de luchar del príncipe, se casó con él, convirtiéndose así en
reina de Dinamarca. Y juntos tuvieron una hija a la que llamaron Gurith.
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