domingo, 2 de diciembre de 2012
Las Brujas De Salem
Huyendo de la persecución religiosa en Inglaterra, un grupo
de puritanos se embarcaron a bordo del Mayflower rumbo a la costa de lo que hoy
son los Estados Unidos de América. La nave llevaba a ciento dos personas, sin
contar la tripulación, a su nuevo destino. Fueron los primeros colonos, los
llamados “padres peregrinos”, en establecerse en la costa de Massachusetts,
formando la colonia de Plymouth en 1620. Setenta y dos años después, se vivió
una corriente de histeria colectiva en una pequeña comunidad llamada Salem, que
desembocó en la detención de más de ciento cincuenta personas, o doscientas,
acusadas de practicar la brujería y la ejecución de 13 mujeres y 7 hombres en
la horca.
Dentro de la pequeña comunidad de Salem existía una estricta
conducta religiosa, en la cual cada persona vigilaba a sus vecinos y a su vez
era vigilada por éstos en sus palabras y acciones, generando dudas y sospechas
en caso que su conducta no se ajustase a los parámetros religiosos puritanos.
Las mujeres eran consideradas como individuos destinados a servir a sus
esposos, y a carecer de mayores derechos, mientras los niños eran destinados a
educarse severamente desde temprana edad en las labores de los adultos en vez
de simplemente jugar. Otra preocupación fundamental de esta comunidad era
evitar la "ira de Dios" y por tanto sujetarse estrictamente a los
dictados religiosos del puritanismo para así evitar el castigo divino que se traducía
en pérdida de cosechas, mal clima y muerte de ganado.
Los hechos comenzaron en la casa parroquial donde vivía la
familia del reverendo Samuel Parris. A su servicio estaba una esclava
procedente de las Antillas llamada Tituba, que hablaba su lengua antillana y
practicaba ritos religiosos afroantillanos, probablemente el vudú, prácticas
incomprensibles para los habitantes de esta comunidad. La esclava se encargaba
del cuidado de Elizabeth, la hija de nueve años del reverendo, y de su prima
Abigail Williams, de once. Tituba solía entretener a las niñas con narraciones
ancestrales de su tierra y aseguraba que sabía leer el futuro mediante diversas
mancias.
Apenas iniciarse la primavera, las niñas comenzaron a
comportarse de forma extraña. Tan pronto rompían a llorar sin motivo aparente,
asegurando que estaban siendo mordidas por seres invisibles, como recorrían la
casa a cuatro patas y ladrando como un perro. En otras ocasiones se quedaban
paralizadas y mudas, o lanzaban extraños gritos guturales. Poco después, una de
sus amigas, Anne Putman, de doce años de edad, aseguró haber sido atacada por
una siniestra bruja. Cuando el médico de la ciudad no halló explicación alguna
a tan extraños comportamientos, se atribuyó el fenómeno a una posible posesión demoníaca.
Asustadas por el revuelo causado, las niñas no tardaron en
acusar a Tituba, asegurando que les había obligado a comer un pastel hechizado
a base de orina de niño y harina de centeno. Insistieron, además, en que lo
preparaba con la complicidad de Sarah Good, una indigente que vestía ropas
masculinas y fumaba en pipa, algo intolerable para los puritanos, y Sarah
Osborne, una mujer que vivía amancebada con un granjero y que, poco después de
su detención, murió en prisión. Tituba afirmó, bajo la amenaza de ser
torturada, que ella era una de las muchas brujas que habitaban en Salem y que
sus secretos se debían al libro que le había entregado un extraño personaje que
había conocido en Boston. Sus declaraciones abrieron la veda y comenzó una
auténtica cacería de brujas.Salem pareció transformarse y en la antaño pacífica
comunidad afloraron viejas rencillas que se tradujeron con rapidez en denuncias
y acusaciones. Por ejemplo, Anne Putman y su madre acusaron a una anciana que
vivía sola y apartada del pueblo, mientras que otra mujer, que se negaba a
asistir a las funciones religiosas, fue acusada por su vecino de haber
envenenado el agua del abrevadero donde bebían sus bueyes. Más de ciento
cincuenta personas fueron detenidas y encarceladas y, a principios de mayo de
1693, comenzaron a celebrarse los juicios. Los propios jueces se dejaron llevar
por la histeria religiosa de la comunidad de Salem, que exigía frenéticamente
condenas a las presuntas brujas. Hasta un total de trece mujeres, que por el
simple hecho de llevar una vida diferente a la de sus vecinos o haberse
enfrentado con ellos en alguna ocasión, murieron en la horca entre el 10 de
junio y el 22 de septiembre de 1693.
Pero también fueron víctimas de la ignorancia y el fanatismo
algunos hombres como el reverendo George Burroughs, antecesor de Parris en la
parroquia, acusado de ser el jerarca de las brujas y ahorcado el 19 de agosto
de 1693. Asimismo, se identificó a un capitán de navío llamado John Alden como
el responsable del famoso libro que decía poseer Tituba. Con él fueron
ahorcados otros cinco habitantes de Salem. Otro anciano, que se negó a
declarar, fue lapidado. Tituba se salvó por el mero hecho de haberse convertido
en delatora de sus convecinos, aunque tras las ejecuciones fue vendida por los
Parris.
Años después, los jurados pidieron perdón tras firmar una
confesión pública en la que declaraban haber actuado forzados por las
circunstancias. Por su parte, el gobernador del estado, indultó a los
sospechosos que aún permanecían en prisión y exoneró a los ejecutados de los
cargos que les había acarreado la condena. Pero, ¿a qué se debieron los
extraños comportamientos de las niñas? ¿A una intoxicación provocada por la
ingesta de una toxina que contamina el centeno y puede provocar alucinaciones.
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