martes, 2 de octubre de 2012
La Casa de los Espejos
En la parte antigua de la ciudad española de Cádiz, por la
hermosa zona costera de la
Alameda Apodaca y frente al monumento del Marqués de
Comillas, se yergue imponente una elegante casa de tres pisos y abundantes
ventanas que evoca con su arquitectura épocas pasadas.
Cuenta la leyenda que en aquella casa vivía un importante
almirante junto a su esposa y su hija. El almirante, que adoraba y consentía a
su hija más de la cuenta, le traía un nuevo espejo cada vez que volvía de uno
de sus viajes a tierras americanas.
Su hija coleccionaba espejos; y así, como un reflejo del
afecto que el almirante sentía por su hija, con el paso de los años la casa fue
repletándose de espejos en los cuales la hermosa chica podía mirarse una y otra
vez satisfaciéndose con aquella belleza de la cual su padre presumía ante sus
amigos y compañeros.
Mientras su madre, sumida en las espesas sombras del olvido,
sufría cada vez más celos y su resentimiento hacia su propia hija crecía y
crecía cada vez mas.
A medida que el tiempo pasaba, las discusiones y peleas
entre madre e hija cada vez eran más frecuentes en los periodos en que el
almirante se ausentaba. La relación madre-hija estaba cada vez más contaminada
por el secreto odio que había empezado a crecer en la madre, por un sentimiento
tan bajo y tan ciego que acabó por arrastrar al crimen a la esposa del
almirante.
En uno de aquellos viajes de su esposo la mujer del
almirante aprovechó para poner veneno en una bebida y así acabar de una vez y
para siempre con aquella hija a la cual terminó viendo como una rival a la que
debía liquidar para recuperar el amor que le había sido robado…
Cuando el padre de la joven regresó, se deshizo en llanto al
saber que su amada hija había muerto. Según la esposa una terrible enfermedad
fue la causa de la muerte.
No obstante, mientras el padre lloraba desconsoladamente en
la habitación de su hija, en uno de los espejos que más apreciaba su hija
apareció como en un mensaje enviado desde el más allá la escena de lo que realmente
sucedió y pudo ver como su esposa ponía matarratas en la comida, un veneno que
deterioró a su hija hasta que finalmente murió tras una larga agonía…
Atónito y lleno de ira ante la amarga verdad, el almirante
obligó a su esposa a confesar el crimen y se encargó de hacer que fuese
condenada a pasar el resto de sus días tras la soledad de las rejas en alguna
mugrienta prisión. Sin embargo y pese a haberse hecho justicia, el viejo
marinero nunca más pudo vivir en aquella enorme casa en que cada espejo le
recordaba a su hija perdida. Por eso se marchó lejos sin importar las
consecuencias (dicen que no se volvió a saber de él), dejando tras de sí una
casa que permanecería abandonada durante décadas.
Durante ese tiempo la historia de la casa de los espejos y
lo que en ella ocurrió empezó a hacerse más conocida y algunos osados jóvenes
aprovechaban la noche para entrar en ella a escondidas y demostrar su valentía
o investigar si era cierto que allí aún residía el alma en pena de la chica
asesinada. Las personas se adentraban en el viejo caserón aseguraban que en la
planta superior de la vivienda se podían escuchar llantos y lamentos de niña y
en el silencio de la noche el sonido parecía rebotar de forma extraña en los
espejos, como si el sollozo proviniera de cada uno de ellos…
Pero si hay algo aún mas escalofriante es el relato de
aquellos que osaron romper uno de los espejos, según cuentan en los fragmentos
de estos no se reflejaba su rostro, como si el trozo de espejo se negara a
devolver su imagen, en su lugar y si uno era tan imprudente como para mirarlo
fijamente el suficiente tiempo aparecería la niña muerta reflejada, asomando
lentamente su cara con una expresión de ira que haría palidecer al más
valiente. Normalmente aterrorizados huían los más rápidamente posible del lugar
y mientras escapaban podían ver por el rabillo del ojo como la niña les
observaba desde dentro de los espejos que aún seguían intactos.
Actualmente la casa ha sido restaurada, sus paredes se han
pintado de verde y en su entrada se ha colgado un cartel que dice: “Alameda
Apodaca S.L. Venta de Viviendas de Lujo”. No obstante toda esa fachada es una
máscara vacía que no engaña a nadie pues, todo el que conoce la leyenda y cree
en fantasmas, mira con cierto temor o respeto aquella casa en la que hace
apenas unos pocos años los jóvenes seguían organizando incursiones en grupo o
concursos para ver quién se atrevía a permanecer más tiempo dentro del caserón.
Ninguno se atrevió a entrar por segunda vez…
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