Los relatos mitológicos están colmados de narraciones
referidas a graves faltas de los pueblos que merecieron el castigo de los
dioses. Diluvios, plagas, hambrunas, fuegos cósmicos…
A veces los crímenes fueron contra el plan o mandato de los
dioses en cuanto al orden de la naturaleza o la sociedad, otras por desafiar su
voluntad o más aún por intentar apoderarse de sus atributos divinos.
Independiente de creencias religiosas particulares, tiendo a
ver en estos relatos una alusión a fenómenos externos al ámbito humano,
provenientes de un sistema mayor, y con la habilidad de producir un shock de
tal magnitud, que tiene el efecto de corregir desvíos y rectificar conductas.
En muchos de estos relatos los pueblos arrepentidos rectificaron conductas, o
cumplieron penosos castigos hasta ser rehabilitados.
Siguiendo la doctrina de Silo, me fui formando en una visión
estructural y procesal del mundo social, de la naturaleza y de la propia
conciencia. Mirando el fenómeno sin precedente en el que estamos inmersos no
puedo dejar de advertir analogías con estas narraciones que se remontan a la memoria
antigua de la humanidad.
Desde este punto de vista entiendo la acción de los virus,
externos al plano de la vida biológica, pero con la capacidad de modificarla y
destruirla, como un shock corrector de la índole de los que narran las
leyendas, solo que de una magnitud sin precedente.
COVID-19 no solo ha causado sufrimiento y muerte a decenas
de miles de seres humanos, sino que ha destruido empleo para millones de
familias, ha afectado industrias completas como hostelería y restauración, base
productiva, cadenas de suministro, servicios de toda índole… un mazazo sin
parangón en la historia humana. Se ha expandido como un incendio, por todo el
mundo en cuestión de semanas, obligando a la parálisis y reclusión de mas de la
mitad de la población del planeta.
No parece entonces riguroso comparar esta pandemia con otras
anteriores en la historia moderna como la influenza en 1918 y otras más
recientes. Establecer esa similitud con episodios bien diferentes y poco
documentados en el pasado, pretendiendo que se trata del mismo fenómeno, no
ayuda a asumir la magnitud de lo que vivimos hoy, ni a prepararse adecuadamente
para lo que se avecina.
Un mundo como el de hoy no existió nunca antes en la
historia humana. Es un fenómeno nuevo. Quiérase o no ya constituimos una
incipiente Nación Humana Universal. Cuando el cuerpo social está afectado
simultáneamente, con los mismos síntomas y las mismas estrategias de asistencia
y curación. Cuando el virus se desplaza desde todas las latitudes en
direcciones y a velocidades impredecibles. Cuando adelantamos y comparamos en
tiempo real las estadísticas de progreso, detenimiento y retroceso de la plaga.
Cuando desde los distintos centros de producción de medicamentos, equipos de
protección personal, y equipos de asistencia y control del virus se envían
productos y equipos de médicos expertos en cuestión de horas a los lugares de
mayor urgencia. Cuando se buscan antídotos y vacunas aceleradamente en los
mejores laboratorios del planeta, es evidente que estamos en presencia de un
fenómeno nuevo, que toma precedente sobre todas las demás prioridades del mundo
actual. Es indicativo que en ese parto doloroso nace y toma conciencia como
experiencia social por vez primera esa Nación Humana Universal.
Los individuos humanos en todas las latitudes realizamos por
vía de experiencia que somos protagonistas en un fenómeno nuevo y asumimos
nuestras responsabilidades sin coacciones ni amenazas para prevenir de ese modo
daños innecesarios a otros seres humanos.
Los gobiernos de turno en distintos estados y regiones
asumen posturas diferentes y exhiben éticas de conducta correspondientes a sus
ideologías particulares, en muchos casos tratando de capitalizar políticamente
el fenómeno, pero a poco de intentarlo corrigen sus decisiones frente al clamor
avasallador de los pueblos del mundo, constituyentes de esa nueva nación.
Los que privilegian el dinero por encima de la vida, los que
anteponen el Estado al ser humano, los oligarcas, especuladores y opresores de toda
índole, ahora inermes, tiemblan en la incertidumbre frente a los cambios que se
avecinan.
La absoluta mayoría de los seres humanos reflexionamos hoy
en cuarentena, en reclusión y vacío de las actividades repetitivas que pueblan
cada día de nuestras existencias. Como será lo que viene?
Con el advenimiento del tiempo real, y de las comunicaciones
simultaneas en todas las latitudes, realizando que, al detenerse nuestra
actividad febril, se paraliza el sistema, se caen las bolsas de valores
(centros ficticios de especulación) se detiene la producción y el consumo de
bienes y servicios.
Reflexionamos en que todos y cada uno somos los creadores de
la riqueza en el mundo y cuando nos detenemos, esta cesa. Somos la energía que
da vida al sistema, que sin nosotros muere. Son las enfermeras, médicos
paramédicos y personal asistencial quienes desprotegidos y exponiendo sus vidas
más allá de todo calculo, luchan hasta el agotamiento por salvar otras vidas
humanas.
Ellos son “la gente”, “los pueblos de la tierra”
Comprendemos la inter dependencia como organismo donde un
fenómeno que afecta un órgano o un punto del mismo tiene consecuencias
inmediatas en todos los otros puntos. Somos una estructura, la vida humana, los
pueblos y las naciones particulares. Sentimos del mismo modo, nacemos y morimos
del mismo modo. Nuestras aspiraciones son similares, nuestros sueños, angustias
y sufrimientos los mismos.
El mundo viejo del que provenimos, experimenta su decrepitud
y contradicción. Hemos destruido nuestro medio social, empobreciendo a las
grandes mayorías de seres humanos como nosotros mismos. Hemos destruido el
medio ambiente que nos nutre cada día. Envenenado la atmosfera que respiramos,
destruido los ecosistemas. Provocado la desaparición de miles de especies vivas
esenciales para la vida.
Todos estos desequilibrios han mutado a un pequeño virus que
sin distinción destruye nuestro sistema respiratorio. Nada anticipa que no
podrá seguir mutando, ese mismo u otros, hasta decimar una especie que ha
perdido la dirección y sentido de su existencia.
La vida tiene un plan y una intención, evolutiva, de
conciencia, de luz. Aquello que se aparta de esa dirección es malo, se opone al
plan de la creación. Todo lo que va en esa dirección es bueno, contribuye a la
dirección de la vida y su evolución.
No obstante compartir el sufrimiento que padecemos todos en
nuestro plano de existencia, no puedo dejar también de compartir la Ira de los
dioses por el daño causado al plan de la vida. Tal vez por eso que cuentan las
leyendas de que somos una raza de semi dioses.
Mientras continuamos nuestra reclusión y reflexión, debemos
tener en cuenta que:
El sistema financiero mundial y el sistema de distribución
de riqueza deben ser cambiados radicalmente. No es viable la apropiación del
todo social, del todo económico del todo político por minorías absurdas que
niegan de ese modo al resto del cuerpo social produciendo su asfixia y
destrucción.
Entonces, hay que cambiarlo.
La protección de nuestro medio ecológico, así como de cada
una de las especies vivientes, es vital y urgente si queremos preservarnos como
nación humana.
El sistema social debe ser sanado por medio de la cuidadosa
aplicación de los derechos humanos universales como ya se definieron hace más
de 70 años.
Debemos poner fin a las guerras y los conflictos deben ser
resueltos en el ámbito de las Naciones Unidas que a estos efectos debe ser
reformada.
Como individuos humanos debemos asumir la responsabilidad de nuestra evolución y desarrollo hacia niveles de conciencia más avanzados. Adoptando como precepto del mas alto valor moral “Trata a los demás como quieres que te traten a ti”
Fuente: https://mitosyleyendascr.com/
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