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jueves, 11 de mayo de 2017

La Extraña Muerte De Juan Pablo I ¿ Ataque Cardíaco O Envenenamiento ?



Una perfecta medialuna se recortaba en el cielo el 26 de agosto de 1978, cuando Albino Luciani era elegido para llevar adelante los destinos de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo el nombre de Juan Pablo I, en un efímero papado de apenas treinta y tres días de duración.

Ese último día del corto papado (el 28 de septiembre), también la Luna se mostraba solo en una mitad en el cielo, además de registrarse el 17 de septiembre de ese año 1978, un eclipse lunar. Tal vez por todo esto, en el siglo XI, cuando hizo sus proféticos Lemas Papales, San Malaquías destinó a éste Papa (el Nº 109 de su listado) el lema:“De medietate lunae” (De la mitad de la Luna).

Lo cierto, es que más allá de especulaciones proféticas (Ver en el capítulo Personajes Insólitos el artículo “Michel de Nostradamus. El hombre que vio el futuro”), lo cierto es que éste Papa apareció muerto en su habitación y pese a que el comunicado oficial da como causa del fallecimiento un infarto agudo de miocardio, desde un comienzo se especuló con un asesinato, más precisamente con un envenenamiento; dado que la forma en que se encontró el cadáver no se corresponde con el cuadro típico de quien ha luchado contra la muerte por infarto; por el contrario, tenía en sus manos unas hojas de papel como si la muerte lo hubiese sorprendido leyendo.

Esta misteriosa muerte tiene varias aristas, muchos y variados motivos para pensar en un asesinato y muchos puntos oscuros que se han ido dilucidando a lo largo del tiempo, gracias a la participación de investigadores y personas cercanas al Pontífice que han aportado sus testimonios.

 EL COMUNICADO OFICIAL

En un hecho bastante inusual para los tiempos que siempre ha manejado el Vaticano en lo referente a los anuncios de fallecimientos; apenas tres horas después del hallazgo del cadáver, se dio a conocer el comunicado oficial:

“ Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las 5:30, el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su  habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio ”.

Después de años de investigaciones, se puede afirmar que ése comunicado oficial está plagado de inexactitudes. Se sabe que no fue su secretario quien encontró el cuerpo, sino una religiosa se calcula que el deceso fue a la madrugada.

También resultó extraña la explicación oficial sobre que no se haría ninguna investigación sobre la muerte del Papa; lo que inmediatamente lleva a preguntarse ¿es que había necesidad de una investigación?. Esa afirmación solo sirvió como “abrir el paraguas antes de la lluvia”.

El Cardenal Oddi, que asistió al Cardenal Villot durante el periodo de sede vacante, afirmó tajantemente que no habría investigación alguna:

“ He sabido con certeza que el Sagrado Colegio Cardenalicio no tomará  minimamente en examen la eventualidad de una investigación y no aceptará  el menor control por parte de nadie y, es más, ni siquiera se tratará la cuestión en el Colegio de Cardenales", aseguró categóricamente  Oddi.

EL HALLAZGO DEL CADÁVER

La llamada fuente veneciana tiene a Camilo Bassotto como su principal testigo y fue él quien se hizo eco de la versión del hallazgo del cadáver que le diera la religiosa que efectivamente lo encontró. Fue Sor Vincenza quien lo encontró y ante los investigadores lloró desconsoladamente mientras contaba que la Secretaría de Estado la había obligado a no decir nada, pero era hora que el mundo supiera la verdad. La monja se consideraba liberada de su promesa al momento de su muerte (la que ocurrió en 1983) y solicitó que luego de su fallecimiento se divulgara su confesión.

Sor Vincenza contó que al momento de encontrarlo, el Papa estaba sentado en la cama, con los anteojos puestos y hojas de papel en sus manos. Tenía la cabeza ladeada hacia la derecha y una pierna estirada sobre la cama. La frente la tenía tibia y ostentaba una leve sonrisa. Afirmó también que cuando junto con otra religiosa y Diego Lorenzi, fueron a lavar el cadáver, también tenía la espalda tibia, por lo que ella no cree en la versión oficial de la muerte antes de la medianoche.

Por su parte, Diego Lorenzi (el Secretario de Juan Pablo I), cuenta que cuando vió el cadáver, éste tenía dos o tres almohadones a la espalda. La luz de la cama estaba encendida. No parecía que estuviera muerto y las hojas de papel estaban completamente derechas, no habían resbalado de sus manos ni habían caído al suelo y fue él mismo quien las retiró de sus manos.

 LAS OPINIONES DE LOS ESPECIALISTAS

Con referencia a la ubicación del cuerpo y al pretendido infarto, es muy importante la opinión del Dr. Francis Roe, quien fuera jefe de cirugía vascular en el Hospital London de Connecticut. Este profesional entiende que hay algo muy sospechoso en la forma en que se encuentra el cadáver: “ Los cuerpos muertos no están sentados sonriendo y leyendo. Conozco gente que muere durante el sueño, pero no conozco de nadie ni he visto morir a nadie en medio de una actividad como la lectura. Realmente, encuentro difícil creer que estuviera leyendo en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría tenido tiempo suficiente para notar que algo estaba pasando. Habría sentido seguramente un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar, o para salir de la cama y pedir auxilio... He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba pasando ”.

Lo anterior se podría completar con la opinión del Dr. Cabrera, forense del Instituto Nacional de Toxicología quien afirma: “ La forma en que se encuentra el cadáver no responde  al cuadro propio del infarto de miocardio: no ha habido lucha con la muerte. No existe otra sintomatología que lo delate (... ) El cuadro encontrado podría responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño ”.

El mismo doctor Cabrera es muy claro cuando se pregunta y se contesta: “¿Cómo se le pudo dar un vasodilatador a un hipotenso, como Luciani?. Los vasodilatadores producen hipotensión. Si se le dio un vasodilatador, no me cabe duda, eso es una acción criminal”.

 ¿HUBO AUTOPSIA? ¿ESTABA REALMENTE ENFERMO?

Se sabe que la autopsia no es una práctica que se lleve a cabo con los Papas, ya que no forma parte del ritual mortuorio, es más, se considera casi un sacrilegio en el cuerpo del pontífice fallecido. Sin embargo (y aunque oficialmente fue negado) se supo que ante las dudas sobre la real causa de muerte de Albino Luciani, si se realizó una autopsia.

Gracias a la infidencia cometida por un Benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado, quien se lo contó a un amigo, se sabe que se realizó la autopsia el mismo día en que se encontró el cuerpo examine.

Ésta autopsia determinó que la causa de la muerte se debía a la ingestión de una dosis demasiado fuerte de un vasodilatador y se explicó que por la tarde había sido recetado telefónicamente por el Dr. Da Ros, su médico personal, desde Venecia.

Otro que afirma la realización de la autopsia es Giovanni Gennari, que fue profesor del Seminario Diocesano de Roma, quien coincide con la versión de la muerte por ingestión de un vasodilatador, aunque él está convencido que el Papa equivocó la dosis e ingirió más de lo que debía.

La hipótesis de la autopsia se refuerza cuando Lorenzi cuenta que el primer día retiraron partes del cuerpo (posiblemente las vísceras); lo que se podría confirmar con la apertura de los archivos secretos del Vaticano o bien con la exhumación del cadáver; hechos prácticamente improbables de conseguir para los investigadores.

 LA EXPLICACIÓN DEL DOCTOR DA ROS

Desde un principio resultó difícil entender como su médico personal hubiese cometido el grave error de recetarle un medicamento no apropiado, dado que conocía al paciente muy bien, después de tantos años de atención.

En ese momento, solo el facultativo hubiera podido desmentir esa acusación, pero la negación de la Iglesia de la verdadera causa de la muerte y la realización de la autopsia, mantuvieron el caso oculto y la verdadera participación y responsabilidad de Da Ros en las sombras de la duda.

Juan Pablo I, estaba bien de salud y sin lugar a dudas su muerte fue totalmente inesperada, tanto que cuando el secretario Diego Lorenzi  le comunicó la noticia al médico personal del pontífice; el Dr. Da Ros no lo podía creer.

El médico lo había visitado unos días antes y lo había encontrado con muy buena salud.

Fue éste secretario (Diego Lorenzi, quien estuvo veintiséis meses junto a Luciani), quien confirmó que el desaparecido pontífice nunca estuvo un día entero, ni siquiera una mañana o un tarde en cama; que nunca se quejó de dolores de cabeza o que alguna comida se hiciera mal, ya que comía de todo, no sufriendo ni diabetes, colesterol u otra enfermedad, a no ser una presión arterial un tanto baja, pero no relevante.

Recién en 1993, después de quince años, el Dr. Da Ros rompió el silencio en la revista “30 Giorni”. Allí afirmó categóricamente que aquella tarde no le recetó absolutamente nada, ya que Juan Pablo I se encontraba en perfecto estado de salud.

Contó el médico que todo era normal, que Sor Vincenza no le habló de problemas particulares y le dijo que el Papa había pasado la jornada como acostumbraba.

Estas tardías declaraciones no hicieron más que avivar el fuego en cuanto a la verdadera causa de la muerte del Papa. Un diagnóstico sin fundamentos, una autopsia secreta y negada y sobre todo, un medicamento mortal que no fue recetado por su médico personal, llevan indefectiblemente a la hipótesis del asesinato.

Un detalle a tener en cuenta es que Juan Pablo I pensaba seguir con Da Ros como médico personal e incluso incluirlo en la nómina vaticana, pero éste facultativo fue ignorado por sus colegas del Vaticano que ni siquiera quisieron conocer su currículum.

En cuanto a la versión que indicaba que Juan Pablo I había hecho abrir la Farmacia Vaticana para obtener el remedio recetado por su médico personal, el Hermano de San Juan de Dios, el reverendo José Luis Martínez fue categóricamente claro cuando afirmó que “de la Farmacia no salió nada en todo el mes para Juan Pablo I”.

 EL MISTERIOSO TESTIGO

En su edición del 10 de noviembre de 1997, la revista alemana “Der Spiegel”, publicó un artículo que tituló “Cantidad letal” y en el que hace referencia a un misterioso testigo que finalmente decidió declarar sobre el asesinato del Papa Juan Pablo I: “La fiscalía de Roma ha ordenado ahora una nueva investigación sobre aquel misterioso caso de muerte. No es la primera vez que los fiscales investigan sobre el caso del Papa Luciani. Ahora un testigo misterioso sostiene que hace años llegó a saber por un conocido, detalles que se refieren al homicidio del popular pastor de la Iglesia. Que el hombre sólo ahora se haya hecho presente en los palacios de justicia,  probablemente tiene que ver con una serie de artículos aparecidos en el periódico La Padania ... El fiscal Pietro Saviotti, que ha reabierto el caso de la muerte del Papa en 1978, no quiere decir nada sobre las declaraciones del misterioso testigo: Sería demasiado pronto”. 

EL INFORME DE LA “PERSONA DE ROMA”

El 14 de mayo de 1989, Camilo Bassotto (amigo personal del Papa) recibió un informe de alguien a quien se ha llamado “la persona de Roma” (para muchos investigadores de éste caso, no se trata de otro que el Cardenal Pironio).

El informe está firmado, pero debe publicarse sin esa firma; porque el informante considera que es la única forma de preservarlo, teniendo en cuenta el importante puesto que ocupa en el engranaje vaticano.

Según ese informe, Juan Pablo I tenía delineado un importante programa de cambios y había tomado decisiones tan importantes como arriesgadas. Entre otras cosas, había decidido terminar con los negocios vaticanos, cortar la relación del Banco Vaticano con el Banco Ambrosiano, destituir al presidente del Banco Vaticano (en ese momento el conocido Paul Marcinkus) y hacer frente a la masonería y a la mafia. Realmente muchos motivos y muchos interesados en una desaparición rápida de la amenaza que para ellos y sus intereses significaba éste nuevo Papa.

Este mismo documento dice que el Papa era conciente del riesgo que corría y que fue así que le dijo al Cardenal Villot: “Eminencia, usted es el Secretario de Estado y es también Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, usted sabe mejor que nadie que el Papa tiene que actuar con prudencia y con paciencia, pero también con coraje y confianza. El riesgo lo ponemos todo en las manos de Dios, del Espíritu Santo y de Cristo Señor. Estos pensamientos que le confío, de momento brevemente, los llevo muy en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos de forma adecuada”.

 Reafirmando que efectivamente Juan Pablo I era consciente del riesgo que corría su vida, Germano Pattaro, un sacerdote veneciano que Juan Pablo I llevó a Roma como Consejero, cuenta que Albino Luciani sabía, a los pocos días de iniciar su pontificado, quién sería su sucesor y que ello ocurriría muy pronto. Pese a ese conocimiento y aún consciente del riesgo de vida, no dudo en encarar las reformas necesarias. Esto no hace más que confirmar lo que muchos suponen y es que Juan Pablo I fue el iniciador (junto a un importante grupo de hombres justos) de una importante reforma y saneamiento de orden económico y moral dentro de la Iglesia y que lo tuvo como su gran mártir.

EL PODER ECONÓMICO DEL VATICANO

Juan Pablo I, con una firmeza ya demostrada en asuntos semejantes, quería poner orden en las finanzas vaticanas.

Para eso pensaba destituir al Obispo Paul Marcinkus, presidente del IOR (Instituto para las Obras de Religión), llamado también Banco del Vaticano.

Una tarde, el Cardenal Villot  le habló del IOR al Papa diciéndole que éste Banco era una piedra caliente en las manos de todos y que muchos corren el riesgo de quemarse con ella. El Papa Juan Pablo I le contestó claramente: “En cuestiones de dinero la Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su credibilidad. Se lo digo también a usted. La Iglesia no debe tener poder, ni debe poseer riquezas”.

Con referencia a éste tema, también le dijo: “El presidente del IOR debe ser sustituido cuando usted lo juzgue oportuno. Deberá hacerse de modo justo y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo. Yo he padecido ya de obispo amarguras y ofensas por hechos vinculados al dinero. No quiero que esto se repita de Papa. El IOR debe ser íntegramente reformado”.

LA MASONERÍA Y LA MAFIA TAMBIÉN ERAN SUS ENEMIGAS

Juan Pablo I también pensaba tomar una clara posición frente a la masonería y a la mafia. En el informe de la llamada “persona de Roma” cuenta como Luciani le habló al Cardenal Villot: “No se olvide que la masonería, cubierta o descubierta, como la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que nunca. Como tampoco ha muerto esa horrible cosa que se llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones. Debemos vigilar todos, laicos, curas y especialmente los párrocos y los obispos. Debemos proteger a la gente de nuestras comunidades. Es un tema que un día afrontaremos con más claridad delante de todos”. .

 LA RELACION JUAN PABLO I - PAUL MARCINKUS

Desde mucho tiempo atrás, la relación entre Albino Luciani y Paul Marcinkus era tensa.

Marcinkus no había recibido bien la elección del nuevo Papa y Luciani lo sabía. Le dijo a Villot: “Alguien aquí, en la ciudad del Vaticano, ha definido al Papa actual como una figura insignificante. No es un descubrimiento. Siempre lo supe y nuestro Señor antes que yo. No fui yo quien quiso ser Papa. Yo como Albino Luciani, puedo ser una zapatilla rota, pero como Juan Pablo es Dios quien actúa en mí. Siento que necesitaré mucho coraje, mucha firmeza, gran humildad, mucha fe y mucha, mucha caridad. Un obispo, alto y robusto (clara alusión a Marcinlus), siempre de ésta casa, ha declarado que la elección del Papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser, más no se entonces como ha ocurrido que más de cien Cardenales han elegido a éste Papa por unanimidad y con entusiasmo”.

 PROPAGANDA DUE Y EL COMPLOT INTERNO

Desde el principio, las mayores sospechas recayeron en la Logia Propaganda Dos (P2) con la necesaria colaboración de un grupo complotado en el interior del Vaticano.

El mayor escándalo financiero fue sin dudas la quiebra del Banco Ambrosiano, por la que el Banco Vaticano tuvo que desembolsar alrededor de u$s 240.000.000.

No hay que perder de vista que en el juicio por la fraudulenta quiebra, las mayores penas recayeron sobre los máximos responsables de la Logia P2: Licio Gelli fue condenado con dieciocho años y medio y Umberto Ortollani con diecinueve años de reclusión. También hay que tener en cuenta la cantidad de asesinatos relacionados con la Logia P2 y la mafia, que sin lugar a dudas salpicaron al Vaticano: Ambrosoli, Alessandrini, Calvi, Sindona y Pecorelli; sin olvidar el posterior atentado contra Juan Pablo II, la desaparición de Emanuela Orlandi (hija de un empleado del Vaticano) y el triple crimen de la Guardia Suiza.

Todavía no se había publicado la lista de la Logia P2 (lo que se hizo en mayo de 1981 y llevó a la caída del gobierno italiano), cuando ya el Papa Juan Pablo I tenía en sus manos un listado de masones vaticanos. Ese listado había sido realizado por el periodista Mino Pecorellli, un miembro arrepentido de la P2.

LA GRAN LOGIA VENECIANA Y PEDRO SEGUNDO

El mencionado periodista Mino Pecorelli, publicó en su revista “OP” (Osservatpre Político) del 12 de septiembre de 1978, un artículo que tituló “La gran logia vaticana”.

En ese artículo se decía que el 17 y el 25 de agosto (de ese año 1978), la agencia de prensa Euroitalia había dado los nombres en código, el número de matrícula y la fecha de iniciación a la masonería de cuatro Cardenales considerados papables y los identificaba como Baggio, Pappalardo, Poletti  y Villot.

En el artículo, Pecorelli decía haberse hecho de una lista de 121 masones entre Cardenales, Obispos y altos prelados de la Iglesia; identificados por el número de su matriculación y el nombre codificado dentro de la masonería. También aclaraba que la lista podía ser falsa, ya que según su opinión, la firma de un Cardenal podía ser falsificada. Pecorelli terminaba su artículo expresando textualmente: “el Papa Luciani  tiene ante sí una difícil tarea y una gran misión. Entre tantas, la de poner orden en las alturas del Vaticano”..

Pero tal vez, lo más importante del citado número del “OP” es una extraña historia que Pecorelli proponía a sus lectores, presentada como una ficción pero con inquietantes visos de realidad.

La historia es la de un Papa laico, que asume su papado bajo el nombre de Petrus Secundus, que muere asesinado después de un breve y tempestuoso pontificado.

En la historia planteada, el Papa "es periodista en un diario" (recordemos que Luciani, siendo Obispo, había confesado en una entrevista que si no hubiera sido clérigo, hubiera querido ser periodista y hay que tener en cuenta también que se hicieron famosos sus artículos en la revista “Mensajero de San Antonio” en Padua y en el diario “Il Gazzettino” de Venecia).

Pecorelli cuenta que su Papa de ficción toma el nombre de Pedro Segundo porque rechaza cambiar de nombre, así como rechaza también aspectos importantes de la Iglesia que, forzado por las circunstancias, ha aceptado dirigir. Ubica el papado en un breve y tempestuoso tiempo y termina en un asesinato por la obra de fuerzas políticas que se ven alarmadas por las denuncias del Papa y el peligro que éste significa para ellos y sus intereses.

Su elección --dice Pecorelli-- se produce por aclamación y por mayoría casi unánime (tal como sucedió con Juan Pablo I).

En la inauguración de su pontificado, Pecorelli hace decir a su personaje Pedro Segundo y a quienes lo circundan, cosas como estas: "La elección de un laico al papado es un hecho insólito en los tiempos recientes. A mí el acontecimiento me ha caído encima de improviso, dejándome turbado y lleno de aprehensión. Lo estoy todavía y a veces me pasa que me considero la víctima de un acto del cual sin embargo se me ve protagonista” ... “Pero vamos al grano -dijo el Papa-, pienso que ningún rey, ningún presidente, ningún emperador y ningún Papa tienen derecho a comer si antes no han comprobado que todos sus súbditos, ciudadanos y seguidores pueden hacerlo...El presidente, el Papa no podrán enviar embajadores ante los poderosos de la Tierra si antes no han enviado sus mensajeros ante aquellos que sufren injusticia, que padecen tiranía, que gimen en las cadenas de las muñecas y de las mentes” ... “Está loco como Cristo y es tan peligroso -dijo el presidente del Concilio italiano- en las próximas elecciones perderemos cuatro millones de votos” ... “Y ahora basta de palabras, concluyó el Papa. El tiempo apremia y debemos pasar a los hechos. De todo corazón, os agradezco que me hayáis escuchado” ... “La Iglesia se está hundiendo -dijo furioso un Cardenal conservador- y pierde toda influencia. La gente no cree ya en nada, y ahora ni el Papa da ejemplo”. ... “El Papa decidió comenzar un trabajo en el que había pensado a menudo desde los primeros días: Se trataba de un trabajo ímprobo y lleno de peligros: hacer el censo de las riquezas de la Iglesia. No se trataba sólo de saber lo rica que era, sino de dividir lo que era fácilmente enajenable de lo que no lo era. La idea de Pedro era usar el beneficio para ciertos fines, a su parecer esenciales”.

Todo esto lo publica Pecorelli diecisiete días antes de la extraña muerte del Papa Albino Luciani y solo restaría agregar “cualquier similitud con la realidad es mera casualidad”. Pero ¿realmente es casualidad esta ficción o es la crónica de una muerte anunciada?.

MINO PECORELLI SIGUE DANDO PISTAS

Dos semanas después, precisamente el 26 de septiembre, Pecorelli publica un artículo que titula “Santidad, ¿cómo está?”. Allí, enigmáticamente, pregunta por la salud del Papa y habla de la reacción que suscitan los cambios que pensaba hacer. “Hoy en el Vaticano muchos tiemblan, y no solamente monseñores y sacerdotes, sino también obispos, arzobispos y cardenales” afirma el periodista en su nota.

Pecorelli, que tuvo estrechos contactos con los servicios secretos italianos, anunciaba así de diversas maneras el trágico final de Juan Pablo I, tal como lo hizo con Aldo Moro, artífice del nuevo gobierno italiano en el que por primera vez el partido comunista llegaba al poder.

El 16 de enero de 1979 Pecorelli  anunció nuevas revelaciones, pero nunca las pudo poner a consideración de los lectores de su publicación, porque dos meses después fue asesinado de un tiro en la boca. Una forma expresamente mafiosa de “morir por hablar”.

 EL INICIADOR DEL CAMBIO

Como dije, da la impresión de que Albino Luciani, el malogrado Papa Juan Pablo I fue el gran mártir de la renovación, la purificación, el alejamiento de los intereses meramente económicos y el acercamiento a otras creencias y religiones de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

Todo esto que él iniciara, fue consolidado y realizado por su sucesor Juan Pablo II (quien hasta con su nombre papal marca el seguimiento de un plan preestablecido).


Hoy a la distancia, podemos ver la figura de un Papa que quiere hablar y actuar en nombre de Dios, que no quiso ser jefe de Estado, que no quería ni escoltas ni soldados, que consciente de la difícil misión que tenía sobre sus espaldas se entregó totalmente al Señor. Un Papa que quiso la renovación de la Iglesia aún a costa de su vida y que nunca quiso hacerlo solo, sino junto a un grupo de leales clérigos que fueron capaces de continuar con la obra iniciada. Un Papa capaz de pedir perdón por los errores y pecados históricos de la Iglesia, como fueron el odio a los judíos, la Inquisición,.la tolerancia ante la masacre de indios o el racismo. Un Papa que no solo denuncia el pérfido sistema económico mundial, sino que lucha contra él desde el mismo seno del Vaticano. Un Papa que quiere en el Vaticano un gran instituto de caridad para albergar a quienes viven y duermen en las calles, más allá de sus credos o razas. Un Papa que pone por sobre todo, los derechos del ser humano. Un Papa que no se deja intimidar, a pesar de las dificultades encontradas al asumir su papado y que además sabe quien será su sucesor y que ello ocurrirá muy pronto.

Tal vez mucha tarea para un solo hombre y aunque él era consciente de eso, igual no dudo en comenzar a andar el camino de la renovación. .

 Aunque para el Vaticano, la muerte de Juan Pablo I es un caso cerrado el mismo 29 de septiembre de 1978 (incluyendo el motivo del deceso), para muchos es un caso todavía abierto, con muchas contradicciones y un inocultable complot interno y externo a la sede clerical, donde se mezclan los intereses económicos con los de grupos de poder.

Fuente: http://www.enigmas.com.ar

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