martes, 1 de octubre de 2013
Hielo Contra La Sed
El uso de bebidas frías mediante la utilización de la nieve
fue conocido en la antigüedad, especialmente por los griegos y romanos. De los
primeros nos quedan diversos testimonios que hablan en este sentido, entre los
que son clásicos las citas de Ateneo de Náucratis, escritor griego de
principios del siglo III de nuestra era, que en un pasaje de su obra miscelánea
El banquete de los sofistas recoge el testimonio de varios autores de comienzos
de los siglos V y IV antes de J.C. en los que se alude claramente al empleo de
bebidas frías y al uso de procedimientos de refrigeración. De las citas
incluidas en el mismo son de destacar la de una obra de Euticles, comediógrafo
que vivió en las primeras décadas del siglo IV antes de J.C., en la que aparece
un personaje que es el primer0 que se entera de si hay nieve a la venta ; y la
de las Memorables de Jenofonte, de carácter parecido y que se refiere por lo
menos a la segunda mitad del siglo IV. Por ellas podemos saber que en la Atenas
de Sócrates no sólo era corriente el liso de la nieve sino que incluso existía
un comercio organizado de este producto.
En la época helenística el agua de nieve seguía siendo
considerada una delicada bebida y consumida abundantemente. Los romanos, por su
parte, abastecían Roma con nieve de los Apeninos y construyeron pequeños pozos
para el consumo de sus villae y palacios. Séneca, Plinio y Marcial hablan en
diversas ocasiones de esta costumbre y a veces se refieren a ella como un
"lujo contrario a la naturaleza". La costumbre, sin embargo, se
generalizó y llegó, incluso, a los rincones más apartados del Imperio, a
regiones donde las condiciones climáticas eran muy diferentes a las de los
litorales mediterráneos: una casa de la ciudad hispanorromana de Iuliobriga
(cerca de Reinosa, Santander) poseia un depósito de nieve, como han mostrado
las excavaciones realizadas por A. García Bellido.
Testimonios semejantes referentes a otras culturas no
mediterráneas serian asimismo muy fáciles de reunir, especialmente de la India
y de China. En la primera, la nieve era consumida abundantemente por los
poderosos que podían permitirse estos caprichos. Ya Alejandro Magno, durante el
asedio a la ciudad de Petra, había excavado 30 pozos de refrigeración
llenándolos de nieve y cubriéndolos de ramas de encina para que durara más
tiempo. Mucho tiempo más tarde el emperador Akbar, en el siglo XVI, se hacia
llevar nieve de las montañas a cualquier sitio donde se encontrara. En cuanto a
China, sabemos que los fosos que rodean la ciudad de Pekin se llenaban hasta
los bordes para recoger y aprovechar durante el verano el hielo que allí se
formaba. Los musulmanes adoptaron igualmente esta costumbre, que debió de ser
conocida por ellos por lo menos desde la época abbasi, puesto que aparece
citada en Las mil y una noches y en las obras de otros autores árabes
contemporáneos. Pronto debió de dar origen a un activo comercio internacional
de nieve y hielo, que aparece reflejado en la obra de al-Qualquasandi, autor
del siglo x, el cual dedica a este tráfico un capitulo de uno de sus libros.
En la Europa occidental la costumbre de tomar bebidas
refrescada y heladas parece haberse introducido en el siglo XVI, importada del
mundo musulmán. Al parecer fueron los florentinos los primeros que fabricaron
helados en gran escala. Desde luego, el uso de la nieve fue muy popular en toda
Italia durante el siglo XVIII, y dio lugar incluso a un importante comercio en
algunas regiones. Lo que es indudable es que esta moda fue llevada a Francia
por los italianos bajo el reinado de Catalina de Médicis. En 1660 el florentino
Procopio Coltelli abrió en París un café que junto con el fundado poco tiempo
después por el también italiano Tortoni extendieron rápidamente el uso de los
helados entre la buena sociedad parisiense de la época . En 1680 pudo ya
constituirse en París un gremio de fabricantes de helados, con 250 miembros. En
Flandes y Alemania quizás contribuyeron los espafioles a su popularización. Un
episodio de la Vida de Estebunillo González (cap. VII) nos demuestra que en
1637 la costumbre estaba ya bien arraigada en estos países.
En España, durante la Edad Media, y quizá por influencia
musulmana, el uso de la nieve para enfriar bebidas era bien conocido, según se
desprende de algunos libros de cocina medievales y de las cuentas de la casa
real de Pedro III de Aragón, en donde claramente se habla del consumo de
helados. Igualmente es una prueba de su uso, al menos entre las clases
elevadas. el hecho de que Carlos III el Noble de Navarra (1387-1425)
construyera un pozo de nieve en su residencia real del castillo de Olite. De
todas formas, los testimonios son contradictorios. Algunos parecen indicar que
existió incluso un comercio activo en la Baja Edad Media, como lo prueba el
hecho de que los habitantes de Sant llor en de Morunys, en Cataluña, obtuvieran
en una fecha tan temprana como 1303 el permiso de utilización de la nieve de la
sierra de Port del Comte. Pero por otro lado, cuando, a fines del siglo xv, el
alemán Jerónimo Miinzer, en su recorrido por la Península Ibérica, y durante su
estancia en el castillo de Fiñana, en la actual provincia de Almería, tuvo
ocasión de "comer con bebida fría" y no deja de reconocer que era
"cosa excepcional".
La gran popularización de la moda parece ser un hecho de la
segunda mitad del siglo XVI. De los coloquios de Pedro de Megia se deduce,
según Deleito y Piñuela, que esta costumbre no se conoció en nuestro país hasta
mediados de dicho siglo. Pero fue sobre todo en el XVII cuando se extendió
considerablemente, convirtiéndose la nieve para determinadas ciudades
mediterráneas
casi en un articulo de primera necesidad. Las obras de
Herrero García y Deleito Piñuela nos suministran numerosos datos acerca de la
popularización de esta costumbre entre la sociedad española del siglo XVII. Al
parecer empezó por enfriarse el vino en cantimploras cubiertas de nieve,
práctica que era ya muy corriente hacia 1600. Luego se enfriaron las bebidas
aromáticas, numerosas y muy apreciadas en estos momentos. Entre todas destacó
por su popularidad la aloja, mezcla de miel y agua, a la que se añadían algunas
especias aromáticas. Era una bebida fuerte y ardorosa, por lo cual se empezó a
adquirir la costumbre de refrescarla con nieve durante el verano. Se la llamaba
entonces aloja de nieve, y era la bebida típica del verano, así como el
chocolate lo era de invierno. Con frecuencia se mezclaba también con limón. Se
llegó a constituir incluso un nuevo gremio en 1640, el de los alojeros, que,
sin embargo, vieron turbada su tranquilidad por las discusiones acerca de si la
aloja fría era buena o perniciosa para la salud. Discusiones en las cuales los
médicos participaron defendiendo en general sus buenos efectos, particularmente
mezclada con nieve.
Por último, se comenzó a congelar los líquidos, fabricando
helados y sorbetes. Para ello se mezclaba la nieve con sal y se removía dentro
de ellas, como se explica en El castigo de la miseria de María de Zayas - una
vasija con el liquido que se quería congelar. Los mis frecuentes
eran los helados de limón, chocolate, leche y aguas
aromadas, que se tomaban siempre separados, sin mezclarlos en ningún caso. Fue
tal la pasión de las bebidas frías en la España de los siglos XVII y XVIII, que
incluso el agua natural llegó a venderse de esta manera, existiendo en Madrid y
otras ciudades durante estos siglos numerosos puestos de agua con dicho fin. En
ellos se vendían también otros refrescos aromáticos, como el agua de anís, el
agua de canela y otros. Incluso el Gobierno se preocupó de dictar ordenanzas
regulando estas ventas. Así, en una disposición de 1787 referente a las
posadas, el superintendente de Madrid ordenó que "desde el
primero de mayo hasta últimos de septiembre haya en las
botillerías agua de nieve para servirla (si alguno la pide) a los que van a
beber sorbetes y aguas heladas".
No ha de creerse que era sólo un agradable refresco lo que
las gentes del siglo XVI al XVIII buscaban en estas bebidas. Junto a ello se
encuentra la arraigada creencia en el valor alimenticio de la nieve y sus
derivados, frecuentemente reflejada en los documentos de la época. Valga como
ejemplo un extracto de la declaración judicial de un ciudadano de Barcelona que
a propósito de la interrupción del abastecimiento a la ciudad en el verano de
1605 se queja de la falta de nieve que le ha impedido beber frió durante muchos
días: "moltes voltes sin tenia a dinar non tenia a sopar, y no podía
menjar a gust, ni li feia bé 10 menjar perque ya les horas era y vuy es aliment
10 beure amb neu".
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