En la mitología romana se asociaba a Deméter con Ceres. Cuando se le dio a Deméter una genealogía, se dijo que era hija de Crono y Rea, y por tanto hermana mayor de Zeus. A sus sacerdotisas se les daba el título de Melisas.
Es fácil confundir a Deméter con Gea o Rea, y con Cibeles. Los epítetos de la diosa revelan lo amplio de sus funciones en la vida griega. Deméter y Core (‘la doncella’) solían ser invocadas como to theo (‘las dos diosas’), y así aparecen en las inscripciones en lineal B del Pilos micénico en tiempos pre-helénicos. Es bastante probable que existiese una relación con los cultos a diosas de la Creta minoica.
Según el retórico ateniense Isócrates, los mayores dones que Deméter daba a los atenienses eran el grano, que hacía al hombre diferente de los animales salvajes, y los misterios eleusinos, que le daban mayores esperanzas en esta vida y en la otra.
Se solía retratar a Deméter subida a un carro, y asociada con frecuencia a imágenes de la cosecha, incluyendo flores, fruta y grano. A veces se la pintaba también con Perséfone.
Normalmente no se retrata a Deméter con un consorte. La excepción es Yasón, el joven de Creta que yació en un campo arado, y fue sacrificado más tarde. Según la mitografía Olímpica, un celoso Zeus lo fulminó con un rayo, pero que el mito sitúe los hechos en Creta es un indicio de que los helenos sabían que este suceso le ocurrió a una Deméter más antigua.
Deméter puso a Aetón, el dios de la hambruna, en las tripas de Erisicton, haciendo que estuviese permanentemente hambriento, como castigo por cortar árboles en una arboleda sagrada.
Era y es célebre la estatua en mármol de esta diosa que se hallaba en la ciudad de Cnido y que actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres.
En la mitología griega, Hestia (en griego antiguo Ἑστία Hestía) es la diosa del hogar, o más apropiadamente, del fuego que da calor y vida a los hogares. Su culto se asemejaba a la escita Tabiti, y su equivalente romana sería la diosa Vesta, aunque el culto romano a ésta difería bastante del de los griegos.
Era la primogénita de los titanes Crono y Rea, y la primera en ser devorada por su padre al nacer. Tras la guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y por Apolo, pero juró sobre la cabeza de Zeus que permanecería siempre virgen, a lo que el rey de los dioses correspondió cediéndole los lugares preeminentes de todas las casas y la primera víctima de todos los sacrificios públicos, por evitar con su negativa una primera disputa entre los dioses.
Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana. Muestra de esta importancia es el hecho de que Hestia era la primera a quien se le hacían las ofrendas en los banquetes, antes incluso que a Zeus. Se le solían sacrificar terneras de menos de un año, aludiendo a su virginidad.
Ovidio narra una escena en la que Príapo, borracho, había intentado violar a Hestia en una fiesta a la que habían acudido todos los dioses y tras la cual se habían quedado dormidos. El rebuzno del asno de Sileno despertó a la diosa justo cuando su agresor se abalanzaba sobre ella, dándole el tiempo suficiente para huir despavorida originando una situación bastante cómica. Sin embargo, es posible que esta historia sea una deformación latina posterior de una escena protagonizada por la ninfa Lotis.
La escena también cuenta que en lugar de ser Hestia quien escapaba, fue Príapo, ya que al despertar la diosa, le empezó a gritar y él huyó. Este hecho provocó que el asno fuese su animal favorito y en sus festividades, estos animales eran engalanados con guirnaldas.
Cuando Dionisos entra en el Olimpo, Hestia cede su puesto en el consejo de los doce dioses, para así fortalecer su categoría de dios olímpico, mientras ella se dedica por completo al cuidado del fuego sagrado del Olimpo. Según los himnos homéricos, su mansión estaba ubicada en la parte más alta del Olimpo.
En el diálogo Fedro, Platón describe como Zeus divide a todos los dioses, semidioses y criaturas divinas en 12 escuadrones capitaneado por un dios olímpico. Sin embargo, solo once salen del Olimpo, quedándose el de Hestia en la morada de los dioses. Cuando Hestia cede su puesto a Dionisos, este escuadrón se une a los restantes.
Aunque Hestia mantuvo un trato cordial con todos los dioses, siempre mantuvo una estrecha amistad con su sobrino Hermes, quienes se encargaban de reunir a los restantes dioses. Varios himnos homéricos reflejan una asociación entre ambos dioses, ya que consideraban que el calor del hogar inamovible de Hestia, tenía relación con el espíritu viajero y aventurero de Hermes, como si se tratase de una complementación de funciones.
Hestia inventó el arte de construir casas y era la protectora de los sentimientos más íntimos y tradicionales, por lo que con ella finalizaban siempre las oraciones a los dioses. De ella dependía la felicidad conyugal y la armonía de la familia. Extendió su protección sobre los altares, los palacios de los gobernantes y, por analogía, sobre los estados entendidos como el hogar de cada pueblo. De ella, por tanto, dependía la armonía y la felicidad de los habitantes de una ciudad. Con el paso del tiempo incluso se amplió su protección a todo el universo, asumiendo que un fuego sagrado místico daba vida a toda la naturaleza. En este sentido, en un estadio de la religión más evolucionado, se confundía su culto con el de diosas como Cibeles, Gea, Deméter o Artemisa.
En sus templos (los pritaneos), situados en el centro de las ciudades al aire libre, se recibía a los embajadores extranjeros, siendo un lugar de especial culto y de asilo, hasta el punto que se los consideraba el templo de todos los dioses, pero presididos por Hestia. Cuando los habitantes de una polis partían para colonizar otras tierras, portaban una antorcha con el fuego del altar de Hestia, prendiendo con él el nuevo altar en la colonia, como símbolo de unión con la metrópoli. Si este fuego se apagaba, no podía volver a ser encendido con medios tradicionales, sino que se establecía un rito sagrado y se encendía uno nuevo mediante fricción o con cristales calentados al sol.
Fueron famosos los templos de Hestia construidos en Atenas, Oropos, Hermíone, Esparta, Olimpia, Larisa y Ténedos. El famoso oráculo de Delfos fue también un templo de la diosa antes de que se le ofrendara a Apolo.
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