“En este momento tengo un ejemplar de mariposa particularmente ruidosa: una esfinge de calavera. Chilla como un ratón y el sonido me parece vocal. Se dice que la mariposa Kalima, semejante a una hoja muerta, imita a las hojas muertas. Pero ¿la esfinge de calavera imita acaso a las osamentas?”.
Fort se refería a la Acherontia atropos, una especie de mariposa nocturna que presenta en el dorso del tórax un dibujo que se asemeja a una calavera humana y que saltó a la fama gracias a El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1981). Con un tamaño considerable, de 9 a 12 cm en el caso de las hembras, emite un zumbido agudo al ser molestada
“Un sonido tan fuerte y tan expresivo de dolor que sobrecogió mis nervios como un toque de difuntos”, decía Poe en La esfinge (1846). Algunas orugas de esfinges tropicales, como la Hemeroplanes triptolemus, imitan a las serpientes cuando se sienten amenazadas. Expanden el tórax, con lo que exponen dos manchas que parecen ojos, y se colocan con el vientre hacia arriba, simulando al reptil en actitud amenazante. En ocasiones llegan incluso a vomitar sustancias pegajosas y aun tóxicas. Fort se preguntaba si la esfinge de calavera habría llegado a desarrollar un camuflaje tan perfecto, si realmente imitaba a algo; algo capaz de aterrorizar al más implacable de sus depredadores.
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