Este “portador de luz” -significado de su nombre, aunque también se le conoce Luzbel o Lucero- fue el primer ángel que Dios creó. Estos maravillosos entes tenían como objetivo “crear”, ya que estaban dotados de razón, voluntad y belleza. Una de las misiones de esta corte de ángeles era la de ayudar a su padre en la creación, por lo que Lucifer fue escogido para crear en la Tierra.
Al verse como ser omnipotente de una tierra árida, viciada y débil de espíritu, el arcángel comenzó a desear convertirse el único señor de la Tierra. No obstante, convino que la cooperación era demasiado complicada, por lo que urdió un plan para invadir el Reino de los Cielos. Durante miles de años, convenció a hordas de ángeles rebeldes para que se uniera a la causa.
Finalmente, cuando llegó el momento de invadir el Cielo, el arcángel Miguel se interpuso en el camino de Lucifer. Tras una dura y sangrienta batalla, Miguel -con la ayuda de Dios- consiguió derrotar al ángel traidor y a sus secuaces.
Derrotado, Lucifer recibió una durísima sentencia: Dios le arrebató su rango, lo rebautizó como Satán, el Diablo (adversario) y lo envió al Infierno junto con los otros ángeles que se convirtieron en demonios. Además, lo sentenció a una perversión de su mente y barrió todo lo creado por éste en la Tierra. Esta primera guerra en el cielo no sería la última, ya que muchos ángeles continuaron (y continúan rebelándose contra su padre, el creador). Estos traidores reciben el nombre de “ángeles caídos”; aquéllos que prefieren unirse a las filas del ejército del Diablo en el inframundo.
Desde esta guerra celestial, el mundo ha estado sometido a la presión de Satán por apoderarse de él. Tiene la facultad de mostrarse como una criatura celestial, además de que en su momento intentó tentar al mismísimo hijo de Dios, Jesucristo. Lucifer, quien fuera la mano derecha del Ser Supremo, quién lo tenía todo a su alcance, prefirió dejarse llevar por la codicia y un ansia de poder que no conoce límites.
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