Todos aquellos que llegaban a Palermo debían entrar por una compuerta; cada vez que alguien quería ingresar a la ciudad las compuertas se cerraban casi herméticamente resultando imposible adentrase en la misma. Mientras tanto, los frailes seguían moviendo los cuerpos de los frailes muertos hasta las nuevas catacumbas y fue allí que todo se mismos permanecía “blanda”, tal como sucede en muertos que llevan pocos días de defunción. No existía explicación lógica para este suceso ya que además de haber enterrado a dichos sacerdotes hacía varios años ya, los frailes encargados de dar la sepultura habían embalsamado por medio de una técnica especial a los cuerpos.
Los cuerpos fueron colocados en las nuevas tumbas y nichos excavados en las paredes. El tiempo pasaba y los mismos no se deterioraban, de hecho permanecían casi intactos (recordemos que los frailes capuchinos no enterraban los cuerpos en ataúdes sino directamente en la tierra).
Entre los años 1866 y 1897 los frailes capuchinos fueron expulsados de Palermo. El Ayuntamiento de Palermo se hizo cargo de las catacumbas pero no se interesaron por el cuidado de los cuerpos tal como lo hacían sus antiguos propietarios. Fue recién en el año 1897 cuando los capuchinos regresan a Palermo y comienzan la enorme labor de restauran los daños producidos en los cuerpos por el mal cuidado de las autoridades sicilianas.
A partir de 1898 se da lugar no solo a frailes sino a cualquier tipo de ciudadano que quisiese ser sepultado en las catacumbas. Allí todo cambió: los misterios comenzaron a hacerse presente nuevamente. Se comentaba que los cuerpos de las mujeres expuestos en las galerías de la cripta cobraban vida. Los lugareños comentaban que pasadas las 12 de la noche veían salir el espectro de una mujer embarazada corriendo alrededor de las cripta con un bebe ensangrentado en brazos.
Una de las historias más famosas que proviene de las catacumbas de los Capuchinos es la de la pequeña Rosalía Lombardo, una niña que por orden de sus padre, un mafioso de principios del siglo pasado, es mandada a embalsamar por medio de una técnica que consistía en una inyección de fuertes químicos. Tan exitosa fue la técnica que hoy en día el cadáver parece estar intacto, parece que Rosalía durmiera, sin embargo muchos afirman que no es así. Los encargados del cuidado de las instalaciones afirman haber visto a la niña jugar sola en los oscuros pasillos de las catacumbas. El 4 de marzo de 1967, Juan Antonelli, un turista curioso, afirmó haber visto a Rosalía llorando en una de las galerías.
Muchas son las historias que se desprenden de las misteriosas catacumbas capuchinas. Hoy en día puedes conocerlas y descubrir los misterios tu mismo.
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