lunes, 1 de julio de 2019
El Penitente de Ovruch
Esta leyenda, muy
poco conocida por ser propia de la pequeña ciudad ucraniana de
Ovruch, es una de esas leyendas tan jóvenes (surgió a finales de
los noventa) que recientemente acaban de superar el ámbito del rumor
urbano.
Cuentan en Ovruch
que existe un espectro, un fantasma que algunos han visto penando de
madrugada, siempre alrededor de una iglesia, siempre en noches donde
la soledad ha impregnado los alrededores del sitio en que se ha
aparecido. Dicen que tiene dedos anormalmente largos, que viste de
negro y que tiene un rostro que evidencia juventud pese a su
monstruoso aspecto: cara aplanada, boca anormalmente alargada y
amplia, un ojo más grande que el otro y el cráneo deforme,
terminado en una puntuda protuberancia sobre la que cuelga su larga y
despeinada cabellera rubia.
Todos los que lo
han visto han relatado que caminaba y caminaba alrededor de la
iglesia en que se aparecía, que a veces se detenía, se arrodillaba
y lanzaba unos gritos escalofriantes pues tenía una voz carrasposa,
grave; pero, sobre todo, empañada por una angustia que hacía pensar
en los torturados del infierno y matizada por “un algo”
indescriptible que denotaba un odio salvaje y abismal, difícil de
encontrar incluso en la peor escoria criminal.
Pero lo más
curioso de todo es que jamás ha sido visto antes de la una de la
madrugada y que siempre, en todas sus apariciones, no ha habido nadie
o prácticamente nadie cerca de la iglesia elegida. Es como si no
quisiera ser visto, como si evitara dar a conocer su identidad.
Además se cree que sólo se manifiesta cuando no hay luna.
Quienes han tenido
el valor de acercársele han contado que el espectro salía de su
abstracción (todos dicen que siempre estaba como absorto en sus
pensamientos), que se volteaba, rugía potentemente, se tiraba al
suelo delante del testigo, miraba hacia arriba con gesto agonizante
y, después de que sus ojos se volvían completamente negros, su
cuerpo translúcido se llenaba de fuego y el espectro desaparecía
entre alaridos de dolor…
Su oscuro origen
Nada cierto se sabe
sobre cómo empezó todo; no obstante, no más de cinco años
tuvieron que pasar desde el inicio de las apariciones para que una
versión sobre su origen se hiciera conocida y terminase siendo
aceptada como real.
Nota introductoria
para entender el supuesto origen de la leyenda:
En 1986 se dio la
famosa tragedia de la central nuclear de Chernóbil. Fue el accidente
nuclear más grave de la historia: Prípiat y Chernóbil se
convirtieron en ciudades fantasmas, 172 pueblos fueron desalojados y
unas 90.000 personas tuvieron que ser redistribuidas por toda
Ucrania. Se declaró entonces una zona de exclusión, unas zonas con
control permanente y otras con control periódico, todo dentro del
área afectada por la radiación, área en la cual ciertas
localidades, tales como Ovruch, no fueron lo suficientemente
afectadas como para ser desalojadas o sometidas a controles.
Origen de la
leyenda:
Inmediatamente
después de la tragedia de Chernóbil, unas cuantas familias
emigraron a Ovruch en busca de una nueva vida. No obstante, cuentan
que a inicios de los noventa una viuda madre de cinco hijos llegó
tras ser haber sido expulsada de Prípiat, una ciudad fantasma que
fue declarada parte de la zona de exclusión que el gobierno
soviético (en ese entonces Ucrania era parte de la U.R.S.S.) decretó
tras el desastre nuclear. En otras palabras, la mujer y sus hijos
habían estado viviendo en Prípiat sin que los controles los
detectaran, lo cual no es muy difícil de creer teniendo en cuenta
que, incluso en la actualidad, existe la leyenda urbana de que en
Prípiat vive gente…
Según dicen, al
llegar a Ovruch la mujer y sus hijos fueron conducidos a la casa de
un tío, donde llevaron una vida relativamente normal hasta lo
ocurrido a comienzos de 1996. Sólo dos detalles hacían que su vida
no fuera completamente normal: el primero, que nunca se vio salir a
la calle al menor de los cinco hijos, únicamente se vio a los otros
cuatro; el segundo, que de vez en cuando se escuchaban gritos de
dolor provenientes de la casa.
Sin embargo, en
cierta fría madrugada todos los vecinos del barrio se despertaron
tras oír gritos en una casa. “¡Los odio, los odio!”, era lo
único que todos recuerdan escuchar aparte de unos cuantos chillidos
de angustia, las detonaciones de una escopeta y los “¡Estoy
ardiendo!”, previos a la escena del joven envuelto en llamas que
salió a revolcarse en la acera mientras su vida se apagaba.
Tras venir a la
escena, la Policía encontró muerta a la madre, al tío y a los
cuatro hermanos del joven que al parecer se había auto-incinerado.
La Prensa no dio mucha importancia al asunto. Nadie supo con certeza
el porqué, simplemente se especuló que había existido presión
policial para que el suceso cayera en el olvido…
Algunos vecinos le
habían dicho a la Policía que a veces habían oído gritos de dolor
provenientes de la casa. Alguien incluso afirmó escuchar una vez lo
siguiente: “¡Mi cuerpo se quema, todo es tu culpa, todo es tu
culpa por quedarnos en Prípiat, vieja estúpida!”. No obstante, la
Policía le restó importancia creyendo que era un simple individuo
en busca de protagonismo. Con todo, lo último que se supo fue que,
según los análisis forenses, no existía gasolina u otro compuesto
que permitiese pensar que el joven se había suicidado
auto-incinerándose: al parecer, era un extraño caso de “combustión
espontánea” ligado a lo que los forenses catalogaron como
“alteraciones genéticas”
Síntesis y
explicación sobre la difusión del supuesto origen de la leyenda:
En suma, la versión
sobre el origen del espectro dice que él era el mismo joven que
sufrió combustión espontánea ese día, que lo monstruoso de su
cara se explicaba por alteraciones genéticas que sólo él (y no sus
hermanos) desarrolló mientras vivió en Prípiat a espaldas del
gobierno soviético, que había matado a su madre porque la culpaba
de sus mutaciones y del ardor que sentía en su cuerpo, que mató al
resto de la familia porque se sentía rechazado y había acumulado
odio y, finalmente, que penaba cerca de iglesias porque estaba lleno
de remordimiento y deseaba el perdón divino.
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