martes, 9 de julio de 2019
El Misterioso Libro El Cantar de los Vampiros.
Eres un apasionado
de los vampiros? Amas a esos seres sedientos de sangre que tanto
imaginario colectivo despertaron en el mundo entero? Crees que
realmente existen? o solo sientes curiosidad por conocer sus
secretos? Los invito querido lectores a repasar algunos de los
capítulos que más se destacan del grandioso libro en cuestión:
Domus et Genus
Noctuabundus
El primer capítulo
de El cantar de los vampiros se titula: Domus et Genus Noctuabundus,
frase en latín que significa «casa y clan de los caminantes
nocturnos».
Allí se discute una
raza de vampiros conocida como Noctuabundus, o «caminantes
nocturnos»; seres que se diferencian de los vampiros conocemos a
través de la literatura y el cine, salvo uno o dos casos que valen
la pena repasar.
Drácula, personaje
central de la novela de Bram Stoker, es el ejemplo típico de un
Noctuabundus: un vampiro que opera en soledad, sin clanes de
pertenencia. Su personalidad es contradictoria. Por un lado, conserva
los hábitos mencionados en las viejas leyendas de vampiros, entre
ellas, dormir en ataúdes y fortalecerse con la tierra natal; por el
otro, logra representar cierto glamour nocturno que le permite
introducirse entre los humanos sin levantar sospechas, al menos
durante un tiempo, ya que sus incursiones en la sociedad rara vez
persiguen otro motivo que alimentarse de sangre.
Los Noctuabundus son
seres horripilantes que vagan por los cementerios y rara vez viven lo
suficiente como para desarrollar habilidades. Sin embargo, cuando son
instruidos por un vampiro de mayor categoría consiguen suprimir sus
instintos primarios y ejercer aquella dualidad perversa de la que
hablábamos anteriormente.
Uno de sus ejemplos
principales puede hallarse en el vampiro del cementerio de Highgate.
Los vampiros que
normalmente se encargan de la instrucción de los recién convertidos
pertenecen al clan de los Natus Cainum, o «hijos de Caín». El
cantar de los vampiros es reacio a brindar definiciones precisas,
pero se supone que son los encargados de rastrear, perseguir y matar
a los Noctuabundus que no pueden valerse por sí mismos, y a educar a
los que manifiesten algún tipo de inteligencia.
Recordemos que,
después de convertirse en vampiro, la criatura se encuentra huérfana
de emociones humanas, incluso de las más elementales, comportándose
como un Ghoul o un Grobnik, esto es, un ser necrófago que se dedica
a saquear tumbas, alimentarse de cadáveres, y que debido a ese
comportamiento audaz es rápidamente identificado y exterminado por
los cazadores de vampiros.
Entre los encargados
de perseguir a otros de su misma estirpe se encuentran los Glog: el
cazador de monstruos de la Edad Media. También hay otros especímenes
extraños dedicados a la labor de rastreo, como los vampiros que se
alimentan de vampiros.
Mors Principium Est
El Mors Principium
Est, «la muerte es el principio», es uno de los capítulos más
interesantes de El cantar de los vampiros.
Allí se discute la
presencia de vampiros en los asuntos humanos. Contrariamente a lo que
uno podría suponer, los vampiros de mayor jerarquía prefieren
conservar sus tradiciones, dejando a los más jóvenes e inexpertos
la posibilidad de mezclarse en la población humana.
Una de las
estrategias principales de caza que aparecen en El cantar de los
vampiros intenta estimular los prejuicios humanos. Al menos hasta
finales del siglo XIX, los vampiros se introducían en la sociedad y
formaban pequeños nichos o clanes en zonas habitadas por
extranjeros, casi siempre barrios pobres y guetos. La desidia frente
al aumento en la tasa de crímenes en estas áreas los ponía a
resguardo de sospechas, que normalmente recaían sobre los
extranjeros.
Si bien El cantar de
los vampiros no lo menciona directamente, en ciertos pasajes del Mors
Principium Est se sugiere que los crímenes del barrio londinense de
Whitechapel, atribuidos a Jack el destripador, en realidad
corresponden a los Sanguis Tremereides, o «descendientes de la
sangre»; es decir, personas que han sido convertidas en vampiros sin
adquirir ninguna de sus habilidades, solo el deseo insaciable de
beber sangre.
El ataque de estas
criaturas no es precisamente organizado. Se mueven al amparo de la
noche, enceguecidos por la sed, aunque en muchos casos aún preservan
ciertos niveles rudimentarios de inteligencia, al menos los
necesarios para lograr escapar de sus perseguidores durante un
tiempo.
El Mors Principium
Est declara que, justamente, la muerte es el principio de la vida
como vampiro, un nacimiento, por así decir, de lo cual podemos
deducir que todo vampiro recién nacido a su existencia nocturna
necesita el acompañamiento y la educación de sus mayores; algo que
no siempre consiguen ya que no todas las transformaciones en vampiros
ocurren a través de métodos tradicionales.
Nox Nunc Est
Nox Nunc Est, que
podría traducirse como «la noche es ahora» describe el
comportamiento de los humanos, su horror y fascinación por la
sangre, y de qué forma los vampiros se aprovechan de él para
cometer sus crímenes.
El acto de
vampirismo puro, es decir, el beber sangre para satisfacer la sed,
corresponde únicamente a las razas menores de vampiros. De hecho,
los Bestiae, vampiros instintivos, no poseen sed de sangre, sino algo
que en El cantar de los vampiros se denomina como Ultio Sanguinus
Cujus: «venganza de la sangre», especie de impulso animal imposible
de satisfacer.
Los vampiros de
mayor jerarquía manifiestan una total indiferencia por las emociones
humanas. A veces las observan, las estudian, pero sólo por
curiosidad. Vistos desde una perspectiva humana, su comportamiento
representa la perversión y la criminalidad, pero esas categorías
pertenecen a una valoración ética y moral del mundo que los
vampiros no comparten.
El cantar de los
vampiros explica de qué forma los vampiros deben controlar sus
instintos primarios para sobrevivir. Para ello pasan largos años de
privaciones, de resistencia a los placeres de la sangre, hasta que
finalmente alcanzan el primer grado en la escala de jerarquía: Sub
Umbra Sumus, «bajo las sombras existimos», lo cual hace referencia
a los hábitos que el nuevo vampiro debe observar en secreto para
trascender su instinto depredador.
Si esos instintos
gobiernan al vampiro, éste no puede existir en términos de
individualidad; pertenecerá, en todo caso, a una gran mente
colectiva de torpes bebedores de sangre. Para existir en las sombras,
el vampiro debe controlar sus deseos, sus instintos, y en especial
sus impulsos humanos.
Al parecer, aprender
a ser un vampiro tiene sus riesgos.
Sanguis Malus
¿Por qué los
vampiros necesitan beber sangre?
Las razones son
muchas, y El cantar de los vampiros hace todo por ocultarlas.
De todas formas, no
toda la sangre es buena para alimentarse. Existe también la Sanguis
Malus, o «Sangre del mal», la cual está desaconsejada para
cualquier vampiro, salvo que se trate de un noctámbulo de la más
alta jerarquía, un In Fidelitate Ab Aeternitate, es decir, un
vampiro «en lealtad con la eternidad»; seres con intereses tan
extraños que resultan totalmente ajenos a la humanidad.
La Sanguis Malus es
la sangre de los inocentes, es decir, la de aquellos que no han
cometido ningún crimen; básicamente niños, o bien la sangre de una
persona muerta. Si un vampiro comete este error padecerá horribles
tormentos, ya que la Sanguis Malus Est Ignem Et Aquam, es decir, la
«sangre mala es fuego y agua» en el cuerpo del vampiro.
Los únicos vampiros
que de hecho pueden alimentarse de cualquier cosa, incluso de
alimentos comunes y corrientes, son los llamados Dhampiros, hijos de
una mujer mortal y un vampiro. Esto no es una rareza, de hecho,
existen muchas historias de amor entre vampiros y humanos, como el
caso de Fear Liath Mor: el vampiro que se enamoró de una mujer
mortal.
Ya al final de este
capítulo, El cantar de los vampiros revela buena parte del folklore
humano y las leyendas que se tejen en torno a ellos, básicamente una
recopilación de mitos falsos sobre los vampiros.
No Invoces Expellere
Non Posis
Uno de los
fragmentos más interesantes del El cantar de los vampiros se titula:
No Invoces Expellere Non Possis («No invoques lo que no puedes
rechazar»), haciendo referencia a los peligros de invocar a las
Mater Arcanum, o «madre de los secretos», las vampiresas más
antiguas del mundo.
Entre estas
vampiresas antiguas se encuentran: Aisha Qandisha, Alouqua, Ardat
Lili, Dearg Diliat, Empusa, Lamashtu y Lilith, madre de los vampiros.
Todas ellas han perdido la voluntad de manifestarse en el mundo,
aunque pueden ser invocadas por un vampiro nigromante, con todos los
riesgos que ello conlleva.
El cantar de los
vampiros sugiere que fueron estas vampiresas las primeras en
aparecer. Los vampiros masculinos eran apenas hombres mortales
convertidos para ejercer el cargo de consortes, sin mayor poder ni
influencia en los asuntos de la noche.
El libro no lo
menciona, pero podemos pensar que existió una conspiración para que
las antiguas diosas de los vampiros se alejaran del plano material y
durmieran el inquieto sueño de los inmortales.
Y más aún, El
cantar de los vampiros aclara que aquellas vampiresas de antaño eran
criaturas diurnas, y que los vampiros, para protegerse de ellas, poco
a poco se convirtieron en seres de la noche. De ahí que en casi
todas las casas seguras de vampiros, en cualquier lugar del mundo,
puede leerse la frase en latín: Nox Praesidium Nostri: «la noche es
nuestra protección».
No obstante el temor
que estas diosas de la antigüedad infunden en los vampiros, todos
ellos observan el riguroso culto de Algol, la estrella de los
vampiros, que simboliza la herencia femenina en la sangre de todos
los hematófagos puros.
Arcanum Arcanissimum
El Arcanum
Arcanissimum, o «secreto de los secretos», es el último fragmento
que comentaremos de El cantar de los vampiros, ya que justamente
habla de la relación entre estas criaturas y la raza humana. El
resto, al menos de nuestra parte, continuará en el más prudente de
los silencios.
En definitiva, hay
libros que pueden buscarse, y otros que encuentran a sus lectores. El
cantar de los vampiros es uno de ellos: una obra que puede
perseguirse durante toda la vida sin encontrar otra cosa que la
locura. Es él, en todo caso, el que encuentra a los lectores
preparados para estudiar sus conocimientos.
No en vano El cantar
de los vampiros advierte una y otra vez: Quid Vesper Ferat, Incertum
Est: «lo que trae el anochecer es incierto».
Es justo suponer que
El cantar de los vampiros es una obra de menor importancia para las
criaturas de la noche, y que buena parte de sus conocimientos fueron
vertidos para el uso de los Discipulus, esto es, humanos que aspiran
a convertirse en vampiros, comenzando por la ingrata labor de ejercer
como vampiros energéticos; o bien como seguidoras femeninas, las
odiosas Hexe: brujas que se convierten en vampiros siguiendo ritos
abominables que la prudencia exige omitir.
La mayor prueba en
favor de esta hipótesis es que El cantar de los vampiros está
escrito en latín, lengua erudita pero humana. Los verdaderos libros
de las criaturas de la noche están escritos en el lenguaje de los
vampiros, idioma que admite construcciones insólitas y un cifrado
imposible de interpretar sin no se posee la clave.
El Arcanum
Arcanissimum explica de qué forma una persona puede convertirse en
vampiro, y también los métodos que este debe seguir si desea
sobrevivir en la noche.
El ritual es
demasiado largo y complejo como para describirlo en unos pocos
párrafos; y no es nuestra intención brindar este tipo de
información de manera negligente, ya que podría caer en manos
inescrupulosas, en el peor de los casos, o conducir a la locura y la
alienación en aquellos que se arriesguen a practicarlo sin la
instrucción correspondiente en temas como el ocultismo y el
esoterismo.
Baste decir que el
rito aclara lo siguiente: durante los primeros años como vampiro,
estas criaturas sí están sometidas a una enorme variedad de
peligros, tales como la luz del sol, los crucifijos, los espejos y el
ajo; elementos que poco a poco dejan de afectarlos a medida su poder
aumenta.
Esta primera etapa
no es fácil de superar, ya que el vampiro recién convertido se
siente obnubilado por sus nuevos sentidos, en realidad, los mismos
que poseen los humanos pero extremadamente más agudos.
Al despertar a su
nueva existencia, el vampiro siente que Omne ignotum pro magnifico
est, es decir, que «cada cosa desconocida es espléndida»; pero
también sugiere: Frontis nulla fides: «no confíes en las
apariencias».
Scientia est
potentia, aclara El cantar de los vampiros, es decir, «el
conocimiento es poder»; pero también que Exercitato Artem Parat,
«el ejercicio genera destreza», dándole igual importancia tanto al
estudio como a la aplicación de esas enseñanzas.
Aquellos que posean
el conocimiento para hallar El cantar de los vampiros no necesitarán
de nuestras advertencias. Sanguis vitam est («la sangre es la
vida»), declara el libro, y no sin razón, pero la vida tiene muchos
matices, muchas formas, y algunas de ellas jamás deberían buscarse
impunemente.
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