martes, 1 de agosto de 2017
Las Cuatro Piedras Malditas De Cartago
Cuando se fundó la ciudad de Cartago en su sitio actual, en
la cuadra donde hoy se levanta el edificio de los Tribunales de Justicia, vivió
un mayoral encomendero que tenía muchos indígenas a su cargo. Entre estos
indios se encontraba un brujo de una tribu dominada que siempre rechazó la
pérdida de su libertad, religión y posesiones ante la llegada de los hispanos.
Por tal razón su capataz decidió mantenerlo en casa del
encomendero, haciendo los peores trabajos de la casa, pero siempre bien
vigilado para que no se escapara. En el solar de la casa sobresalían del suelo
cuatro piedras que las indias encargadas de lavar utilizaban para tender ropa.
Harto de tanto sufrimiento, el brujo reunió todos los ingredientes
de la peor de sus hechicerías y en medio de las cuatro piedras, durante el
equinoccio de la primavera a media noche, llamó al dios de las tinieblas para
que se lo llevara al mundo de la oscuridad en busca de su libertad y apagar sus
odios, soltando el corcel de la venganza contra el hombre blanco.
Esa noche, Los vecinos de Cartago escucharon un retumbo
seguido de un grito largo que rasgó el silencio de la noche. Al día siguiente,
las lavanderas de la casa, asustadas, fueron en busca de sus amos.
Las cuatro piedras estaban desenterradas, como si algo las
hubiera levantado, pues no había herramientas por ningún lado. Esto obligó al
encomendero a notificar al alcalde de la ciudad, creyendo que el indio rebelde
se había fugado, pero jamás se tuvo noticias de su paradero.
La esposa del mayoral llamó al cura de la ciudad, quien
bendijo todas las esquinas de la propiedad para apaciguar el terror de la dama.
A partir del aquel día, una mala racha cayó sobre quien
viviera en la propiedad.
El encomendero perdió sus indios en una epidemia de
influenza y al verse arruinado, vendió la propiedad. Los nuevos inquilinos
corrieron igual suerte, hasta que una propietaria decidió donar parte de la
propiedad con el fin de levantar una iglesia en honor de la Virgen de la
Soledad.
Los constructores de la iglesia, al conocer la historia,
enterraron las piedras debajo del altar de la nueva edificación, en línea
recta, para apaciguar el espíritu del mal, ya que María majó la cabeza del
demonio. Antes de enterrarlas, bautizaron las piedras con los nombres de Sagua,
Gona, Petrona y Vilva, sin dar razones del porqué de esos nombres.
Después de construida la iglesia, los habitantes de Cartago
olvidaron el oscuro episodio, hasta que la edificación fue destruida por el
terremoto de 1910, quedando las piedras enterradas. La propiedad se utilizó
para construir, por un tiempo, el Hospital de Cartago, pero fue necesario
cambiarlo a otro lugar. Más adelante, la propiedad se convirtió en la famosa
plaza de la Soledad, donde se celebraron las fiestas agostinas y otras
actividades durante muchos años.
Al construirse los actuales Tribunales de Justicia, los
constructores desenterraron las piedras y decidieron colocarlas en la esquina
sur-este del cuadrante, como detalle decorativo del jardín que rodea el
edificio de los Tribunales.
La maldición cambia toda acción que se haga en medio y cerca
de las piedras hacia el lado negativo, pero nunca algo negativo se convertirá
en positivo. Si una pareja de novios se besa tocando alguna de estas piedras,
jamás llegarán a algo formal y bueno. Si es cosa de negocios, no hay capital
resistente porque la inversión será desastrosa.
El brujo se dio cuenta de la ambición y débil amistad del
hombre blanco. Por lo tanto, clavó su puñal de venganza que ha llegado hasta
nuestros días.
Se rumora que vecinos cercanos a las piedras se han quejado
de malas vibraciones, pero esto es muy difícil de probar. Hasta aquí la
historia de las cuatro piedras malditas de Cartago.
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