jueves, 3 de agosto de 2017
El Misterio De La Piedra Blanca
Tuto Yoyo era el mote de aquel Escazuceño valeroso que tuvo
el ánimo de subir solo una noche a la montaña donde moran las brujas, los
duendes y los fantasmas, y llegar, sin miedo, hasta los predios mismos donde
campea la bruja Zarate. Fue este valiente hombre el que estuvo a punto de
develar el misterio que está escondido en la gran Piedra Blanca de Escazú.
Contaba don Tuto, uno de los parroquianos más viejos de este lugar, que para
los días martes y viernes, cuando eran de luna llena, las brujas, montadas en
sus escobas de norte a sur Escazú sobrevolaban y por los techos de las casas
pasaban, en las calles chiroteaban para terminar en la cúpula de la iglesia
bien sentadas.
Una noche en que don Tuto tuvo que levantarse presuroso para
hacer una necesidad en el cerco de su casa que retrete no tenía, dio la
casualidad que quedó de cuclillas mirando de frente la imponente montaña que se
levanta al sur y… cuál sería su sorpresa y asombro cuando en la lejana penumbra
divisa cómo, por un boquete de la roca montañosa, centenares de brujas entraban
y salían entre bandadas de cuervos y murciélagos que lo mismo hacían.
Don Tuto., hombre valiente y arriesgado, dos veces no lo
pensó y ciñéndose bien los pantalones, ponerse en camino a esas horas no le
importó. Y fascinado por aquella negra boca que tantas brujas tragaba y escupía,
hasta ahí se dirigió. Cuchillo y cubierta en faja metió; un poco de tabaco en
su bolso echó, mirando al cielo se hincó, una oración rezó y, santiguándose,
cuesta arriba en camino se puso.
Y sin quitar la vista a aquella ventana de las tinieblas y
sin detenerse un momento subió y subió nuestro aventurero hasta jadeando
llegar. Por el oscuro boquete quiso entrar, pero en ese preciso momento, un
duende se le aparece para esta pregunta lanzar:
-¿Adonde caminas forastero noctámbulo?
-Quiero ver que hay en esa cueva de las brujas tan negra y
profunda, -contestó don Tuto-.
-No es una cueva -dijo el duende-. Es un encanto. Y las
brujas que en tropel veis entrar y salir son las hadas mensajeras de Zarate, la
reina de las brujas. Y esta inmensa roca que miráis, del tamaño de toda esta
montaña, es la Piedra Blanca,, es pura piedra viva, que con el tiempo se cubrió
de musgo y el musgo se convirtió en un frondoso bosque por donde trepa, como
parásita, el bejo de yazú. Y en el centro y en lo profundo de esta gran piedra
lo único que hay es un encanto, el encanto donde está encantada la Tule Vieja
por obra de la bruja Zarate que la hechizó.
-¿Y quién es la Tule Vieja? -le preguntó don Tuto-.
-La Tule Vieja-contestó el duende- fue, en Escazú, la
doncella más bella, que una noche se escapó de la casa gimiendo, gritando y
llorando como loca porque, su prometido se le había ido. Y era ya avanzada la
madrugada cuando, cansada de tanto gritar y llorar, la encontró la bruja Zarate
quien, con la promesa de llevarla donde estaba su amor perdido, en el encanto
de la Piedra Blanca terminó. Y ahí, sin poder salir nunca más, encantada está
la que más bella fue.
-Mientes muy mal, duendecillo infernal -replicó don Tuto-.
¿Acaso no sabes que esa doncella bella es María del Rosario que de mise enamoró
y después me traicionó? Mándala a llamar que me la quiero llevar. Y se metió el
duende a lo más profundo del encanto para con el espanto pronto regresar. ¡Pero
ya no era la bella María del Rosario! Ahora era la Tule Vieja fea que salía de
ese mundo de los aparecidos y con una vigorosidad tan bestial y brutal que ni
la fuerza de veinte caballos juntos la podían sosegar. Pero este espanto de las
tinieblas no amedrantó a don Tuto quien, acordándose del mágico bejuco de yazú
que por esos montes abundaba, en un santiamén uno cortó y con el mismo a (a
Tule amarró. Y fue así como este espantoso ser perdió su diabólico poder. La
Tule, con el bejuco de yazú, amarrada quedó. Don Tuto de la montaña mansita la
bajó, a su casa la llevó y hasta en la iglesia la metió.
Los serenos, que en la noche el espectro vieron, dijeron por
un ventanal verlos entrar y cerca del altar mayor un ritual celebrar. Era ya 29
de septiembre, día del santo patrono de Escazú, san Miguel Arcángel. Y al ser
las doce horas en punto de ese día de fiesta patronal era cuando entonces sí se
oían las bombas de doble trueno tronar al tiempo que un cachiflín anunciaba que
ya salía, por la sacristía, la mascarada bailando al son de la filarmonía, y
bailando también don Tuto con la Tule Vieja que mansa la conducía.
Era el Escazú mágico de antaño que tanto cantara este viejo
trovador. Era el Escazú alegre y pintoresco, tan lleno de color y sabor
alrededor de su plaza, su escuela, su cabildo y su iglesia.
Reseña histórica
Quienes tuvimos la dicha de conocerá don Tuto el juglar y de
su boca sus hazañas contar, esta es la imagen que de él pudimos grabar: sobre
su cabeza, un raído sombrero de pelo; un buen bigote le adornaba y la cachimba
que no le faltaba; un viejo saco que siempre le abrigaba y el bastón en que se
apoyaba cuando la reuma lo aquejaba. Y de la Piedra Blanca y su oscura cueva,
en el misterio nos dejó; del bejuco de yazú, su magia y su virtud nos enseñó y,
de la Tule Vieja, el ánima en pena de quien en vida María del Rosario se llamó.
Este relato, recogido en vivo de los labios de don Liborio
Constantino de Jesús Fernández Delgado (Tuto Yoyo), en el año de mil
novecientos sesenta y tantos, combina la historia de, su persona, de su visita
a la Piedra Blanca y del bejuco que ahí nace, con el folclore, la tradición, la
leyenda y el mundo imaginario de don Tuto. Separar estos elementos, separar
estos géneros, sería desnaturalizar y falsificar lo que tienen de ciertos unos
hechos y lo que tiene de maravilloso la fábula. Debemos cuidar, con celo, el
regalo de este hombre que nació en Escazú el 22 de julio del año 1888 y murió
en el mismo lugar el 12 de octubre de 1987.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario