miércoles, 3 de mayo de 2017
La Maldición Del Italpark
Hubo un tiempo en el que un parque de diversiones brillaba
en el centro de la Ciudad. El Italpark se levantó en pleno Buenos Aires en 1960
y cerró sus puertas en 1990. Cuatro años después, en 1994, fue demolido. Pero a
lo largo de los años hubo historias de muerte y drama. ¿Hay una maldición
detrás de sus juegos?
Corría la fría tarde del 29 de julio de 1990 en uno de los
parques de diversiones más grandes del mundo. A pesar de la molestia de una de
las jóvenes, el grupo de amigos decidió subir a un juego, de esos que asustan
con sólo verlos, el Matter Horn, una montaña rusa que imita al famoso pico de
Los Alpes que lleva el mismo nombre. Luego de unos minutos los gritos de los
atemorizados espectadores informaban de la tragedia: uno de los carritos había
sido expulsado de la atracción, motivo por el cual fallecía Roxana Alaimo,
mientras que su amiga, Karina Benítez, sufría heridas de gravedad. Esto, además
de tener un notable parecido con el inicio de la película "Final
Destination 3", fue el comienzo de mitos y leyendas populares que
continúan hasta la actualidad.
Se trata del Italpark. Sus 4.500 m2 y los más de 35 juegos
lo convertían en el centro de atracciones más grande de Sudamérica, pero la
diversidad de opciones y la magia que, quienes tienen más de 30 años aseguran
flotaba en el ambiente, era lo que lo volvía el paraíso ideal para cualquier
niño.
Fue fundado por una familia de inmigrantes italianos en el
año 1971 y sus puertas se cerraron definitivamente luego del accidente de
aquella joven. Desde el lamentable episodio, cientos de rumores y prejuicios
rondaron sobre el parque y esa maravilla ultramoderna sólo vive en los
recuerdos de quienes llegaron a conocerlo.
Y después de la clausura...
La "condena solidaria" obligó a las partes
involucradas —los dueños del parque y la Comuna— a llegar a un acuerdo para
afrontar los costos de la indemnización. La Municipalidad de Buenos Aires tuvo
culpa recurrente en el episodio, ya que no se realizaban las inspecciones
técnicas preventivas correspondientes, pero sí, después de la tragedia, para
reparar los supuestos problemas y reabrir la "feria de la risa", como
era conocido el Italpark.
Los planes originales terminaron cambiando por completo
cuando pasados los cuatro meses del accidente, el por entonces intendente,
Carlos Grosso, decidió clausurar definitivamente el parque de diversiones.
El Concejo Deliberante en una audiencia pública decidió,
entre tres opciones, crear un espacio verde en el predio donde funcionaba el
ItalPark, ubicado en Libertador y Callao. Las dos alternativas restantes eran
un parque recreativo o un complejo hotelero, pero el resultado fue el actual
Parque Thays.
La causa civil, por otro lado, demoró seis años en ser
dictada porque no se podía dar una sentencia hasta que no se expidieran las
actuaciones penales. El expediente fue caratulado como "homicidio y
lesiones graves". El juez, al dar a conocer su sentencia dijo: "Los
parámetros de la Justicia Civil establecen que la vida de una persona no vale
más de 100 mil dólares, pero la vida de un hijo, para mí, no tiene precio, por
eso considero que el resarcimiento material debe ser alto. Perder un hijo es un
dolor que no se mitiga jamás".
Primeros rumores
Cuando debía decidirse el destino del predio, surgió una
teoría donde se afirmaba que el accidente en realidad había sido un atentado de
quienes deseaban abrir un centro hotelero en su lugar. Esto fue desmentido poco
después cuando se realizaron las pericias correspondientes y la Justicia
determinó que todos los juegos presentaban fallas mecánicas. También
descubrieron que el Matter Horn —entre otras atracciones— llevaba siete años
sin tener una revisión técnica obligatoria.
En sitios de ventas por Internet se encuentran en remate
algunos productos que pertenecen al legendario lugar. Por ejemplo, los autos
chocadores salen 400 dólares, por lo que es casi inevitable hacer mención sobre
la teoría que afirma que los juegos actualmente son utilizados en modernos
parques, que al igual que el Italpark, priorizan lo comercial y olvidan los
controles reglamentarios.
Por otro lado, vecinos del actual Jardín Thays atestiguan
que las tierras están malditas: cada lugar que se construyó en ese sitio
terminó en tragedia. En 1911 comenzó a funcionar un parque japonés. En
diciembre de 1930 un incendio lo destruyó por completo. Años más tarde, se
realizó una feria italiana, la que también terminó en tragedia cuando a plena
luz del día se desató una tormenta eléctrica y un rayo acabó con la vida de un
turista brasilero.
También cuentan los lugareños que quien conserve viejas
fichas del Italpark, puede pararse de noche frente a la que era la entrada con
una de ellas en la mano y automáticamente verá aparecer el parque y todos sus
juegos. Las puertas se abrirán lentamente y el "suertudo" deberá
subirse a la atracción que le corresponda según el pase que tenía, pero si al
finalizar el tiempo no se retira por la puerta principal, algo terrible podría
suceder.
Otra leyenda urbana asegura que los juegos que funcionaban
en el parque fueron guardados en un depósito del ferrocarril Mitre para ser
vendidos al exterior o utilizarlos como chatarra. En algunos foros, aseguran
que los mismos empleados de la línea férrea participaron en el
desmantelamiento, y que nunca se les abonó el trabajo, por lo tanto no dejaron
que los dueños saquen las atracciones del galpón.
También cuentan que si alguien deseaba comprar un objeto
perteneciente al parque lo derivaban a hablar con el "Perro" Cervero,
un empleado ferroviario que se ocupaba de aquellas transacciones. El misterioso
hombre interrogaba al posible comprador y si éste deseaba obtener un simple
recuerdo para uso personal, lo regalaba. De lo contrario, la cifra estipulada
era incalculable.
En otros sitios narran historias semejantes a películas de
terror: “Si pasás por ahí de noche se ven clarito los juegos, un dumbo, un
helicóptero y otros tantos junto a unas velas y se escuchan ruidos extraños.
Los valientes que decidieron entrar nunca salieron, como Susanita, Tomasito y
tantos otros”, explica Juan, un hombre de 83 años que dice conocer a la
perfección la historia de las tierras, para quien “no sólo hay que respetarlas,
sino también temerles”.
“Del otro lado del Río, en Luján”
Al comprobar el verdadero destino de los juegos, apareció
una noticia que le daba mayor crédito a la "maldición" que rodeaba al
lugar. Al parecer, los juegos fueron trasladados a un parque de Luján.
Sospechosamente, dicho centro se llama Argenpark, y aunque con otro nombre, las
atracciones son las mismas. Otra cosa en común, claro, es la falta de controles
técnicos en las recreaciones.
Miles de personas llegan cada año a la ciudad de Luján,
impulsados por la melancolía, para recorrer los dos parques, que, aunque
separados por un río, se unen mediante juegos aéreos. Uno es llamado Argenpark,
el otro, Parque Luján. Quienes lo visitan dicen sentirse presos de un viaje en
el tiempo: los sitios no sólo tienen atracciones del legendario Italpark, sino
lo imitan hasta en los más pequeños detalles.
Entre los muchos juegos que funcionan en el sitio y que
pertenecieron al Italpark, incluyendo la montaña rusa más antigua, se
encuentran la Súper 8 Volante, el barco Showboat, el Samba, el Torpedo, el
Twister y el Súper Monza, entre otros.
Desde las boleterías, pequeñas cabinas con forma de cabañas
e imágenes graciosas en la ventana, hasta las fichas, en las que sólo cambia la
grabación del nombre de los parques. Todo es idéntico. Incluso la tragedia.
Paola Relea, la hija de uno de los dueños, relató que “los
accidentes eran moneda corriente, por lo menos hay uno al mes”, y puso como
ejemplo un episodio donde “una niña de no más de 10 años se rompió la cara
contra el juego Pulpo, cuando se desprendió un brazo del mismo”.
Una de las muertes ocurridas en el Argenpark que tomó
impacto nacional fue la de Rodolfo Herrender, un empleado de 51 años de edad
que cayó al vacío al ser golpeado por un coche de una montaña rusa cuando se
encontraba colocando una nueva cámara fotográfica.
Rodolfo era, según sus compañeros, el mayor conocedor de las
atracciones de ambos centros, a tal nivel, que recrear el Italpark fue posible
gracias a él, debido a que montó y reacondicionó las atracciones con una gran
precisión.
El hombre era un aficionado a los parques de diversiones y a
la fotografía. Se dedicaba a tomarle fotos a quienes descendían de los juegos.
Halló la muerte cuando, por motivos desconocidos, comenzó a reparar un censor
que retrataba a quienes estaban en el juego con éste en movimiento y fue
golpeado por un carrito de la atracción.
Después del golpe, Herrender cayó al vacío ante 500 personas
desde una altura de 5 metros. Cientos de llamados simultáneos al 911 lograron
bloquear la línea de emergencias.
El panorama volvía a ser el mismo de aquella tarde del 29 de
julio: el cuerpo sin vida yacía en el suelo, totalmente desangrado y con
pérdida de masa encefálica, gritos desesperados y los esfuerzos médicos por
salvar una vida que era presa, posiblemente, de la mala suerte que rodea a los
juegos.
Si nos sumergimos en lo paranormal, podríamos creer que, con
la muerte de Roxana se cerraba el Italpark y con él, un círculo de tragedias
varias, que gracias a los esfuerzos de Rodolfo se reabría, pero esta vez en
otro lugar y con otro nombre.
Pero en este caso, lo paranormal es preguntarse cómo, en
juegos que funcionan desde hace cuatro décadas sin controles y sin inspecciones
gubernamentales, hasta el momento no hubo más muertes.
Quienes se volvieron fanáticos de esta seguidilla de sucesos
afirman que Rodolfo es la última víctima de la “maldición”. Sin dudas los
parques mencionados encierran un misterio que está muy lejos de develarse. Pero
de lo que tampoco quedan incertidumbres es que cualquier centro de atracciones
del país puede ser un nuevo Italpark, si no se realizan los controles
pertinentes.
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