lunes, 1 de mayo de 2017
El Duende De La Hornilla De Zaragoza
En otoño de 1934 Zaragoza fue testigo del primer caso
paranormal investigado por la policía. Una serie de fenómenos sobrenaturales
sobrecogieron a españoles y gente de todo el mundo ya que la prensa se hizo eco
del asombroso acontecimiento que estaba sucediendo en la capital maña.
El 27 de septiembre en el segundo piso del inmueble situado
en la calle Gascón de Gotor número 2, residencia de la familia Grijalba y
propiedad de Antonio Palazón, surge el presunto duende en una hornilla, unas
sonoras carcajadas habían estallado súbitamente en las escaleras del primer y
segundo pisos. Muchos vecinos abandonaban sus camas sobresaltados,
preguntándose en vano cuál era el origen de tan misterioso sonido. Las
siniestras risas fueron diluyéndose en el silencio del edificio y terminaron por
desaparecer al cabo de unos minutos. La extrañeza de los vecinos se hizo mayor
cuando comprobaron que no se encontraba nadie deambulando por los rellanos. El
fenómeno cesó tres o cuatro días después y el desagradable asunto comenzó a
quedar en el olvido.
El 15 de Noviembre, y de nuevo a primera hora de la mañana
Pascuala Alcocer, de 16 años, la ama de llaves le contaba a Isabel, la
inquilina del segundo derecha, que una lúgubre voz masculina le había hablado
en la cocina, a pesar de encontrarse completamente sola en la estancia. Al día
siguiente, cuando la muchacha cerraba la trampilla del fogón, la propia dueña
del piso pudo oír un "¡ay!" de dolor, y que a continuación exclamaba:
"María, ven". Presas de un intenso pánico, las dos mujeres salieron a
la galería pidiendo auxilio. Alarmados por los lamentos de angustia, varios
vecinos aparecieron a los pocos segundos por las escaleras de acceso a la
segunda planta.
La Policía y la Guardia de Asalto comenzaron a investigar,
por primera vez en nuestro país, un presunto fenómeno sobrenatural. Los sonidos
parecen venir de alguna tubería de la casa pero por mucho que las inspeccionan
centímetro a centímetro allí no hay nada y la voz cada vez resulta más
sorprendente ya que incluso llega a nombrar una por una a las personas que se
reúnen en la cocina de los Grijalba para seguir la pista de los misteriosos
sucesos.
Al remover el interior del fogón con el gancho destinado a
tal efecto, sonó de nuevo un sonido bronco, una voz que en la lejanía gritó:
"¡Ay, ay, que me haces daño!". Las burlas cesaron de inmediato. Se
realizó un minucioso registro en toda la vivienda para comprobar si la
misteriosa exclamación partía de alguna persona oculta en uno de los pisos
superiores. Como medida suplementaria, varios guardias subieron al tejado y
cortaron las antenas de radio, llegando incluso a cavar un foso alrededor del
edificio para descubrir si había algún cable enterrado. La fama del “duende de
la hornilla” se estaba convirtiendo en un problema. Una muchedumbre se reunía
ante el edificio, alterando el orden público.
El sábado 24, un juez de guardia y dos forenses eran
recibidos por Antonio Palazón, el dueño de la finca. Mientras el juez
inspeccionaba el edificio e intercambiaba impresiones con los inquilinos, los
forenses procedían a examinar a la sirvienta, que era la presunta autora de las
voces. A las siete de la tarde abandonaban la casa, aconsejando a sus
inquilinos que hicieran lo mismo y ordenando a los agentes de Seguridad que
prohibieran la entrada a toda persona extraña. Los vecinos desalojaron el
inmueble tres horas después. El edificio quedaba completamente vacío ante la
sorpresa de las personas que permanecían día y noche en la calle. Mientras
policías y vecinos salían por la puerta principal, se oyó una voz que decía:
"Adiós, adiós".
El aspecto más espectacular de las manifestaciones del
duende fueron las “conversaciones” que mantuvo con los agentes de seguridad
durante una de las redadas:
-Policía: ¿Quién eres?, ¿Por qué haces esto?, ¿Quieres
dinero?
-Duende: No.
-Policía: ¿Quieres trabajo?
-Duende: No.
-Policía: ¿Qué quieres hombre?
-Duende: Nada. No soy hombre.
El asunto fue literalmente censurado por las autoridades
políticas de la época. No se encontraba explicación alguna al fenómeno. A las
pocas semanas, un nuevo juez entraba en escena. El viernes 30 de Noviembre y
los dos primeros días de diciembre los organismos oficiales privaban de
información a los medios de comunicación. Se sospechaba que el juez y su equipo
estaban llevando a cabo algún tipo de experimento que les permitiera descubrir
al autor de la broma.
La autoridad emitió su veredicto final el día 3 de diciembre
de 1934:
“Primero quise oír la misteriosa voz. Las experiencias
realizadas demuestran con absoluta claridad que la voz es debida a un fenómeno
psíquico que únicamente se produce en determinadas circunstancias. En la cocina
de la casa nos encontrábamos la muchacha de servicio de los antiguos
inquilinos, dos testigos y yo [...]. Bajo el punto de vista científico no puede
ser más interesante y sugestivo, pues aunque no es el primero que se produce,
son muy contados los que se registran en la historia médica. Las actuaciones
practicadas serán archivadas hoy, por no haberse encontrado persona responsable
de la falta. El misterioso suceso ha quedado totalmente aclarado.”
Ni Pascuala Alcocer, que tras la sentencia fue desterrada a
su ciudad natal, ni ninguna otra de las personas del inmueble podían ser los
responsables. Todo se orquestó de una forma predeterminada para acabar con un
asunto que molestaba a las autoridades. Antonio Palazón tuvo trabajando a la
joven en su nuevo domicilio y allí jamás se escucharon los lamentos del duende.
Para la opinión pública estaba muy claro que la presión política ejercida sobre
el asunto hacía dudosa la legalidad de esas investigaciones.
En diciembre de 1934 el duende desapareció. Y su última
comunicación fue aterradora: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta
maldita casa!, ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a los habitantes de esta
maldita casa!”
El antiguo edificio ya no existe pero en el lugar donde
ocurrieron los inexplicables fenómenos existe un bloque de apartamentos llamado
edificio Duende.
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