domingo, 11 de septiembre de 2016
Del Purgatorio y Otros Lugares Tenebrosos Del Más Allá.
La palabra limbus significa margen o linde, y hace
referencia a una zona marginal del infierno. Inspiraba miedo porque se hablaba
de él como un lugar sin esperanza. No obstante, comparándolo con el purgatorio,
parece soportable.
En el purgatorio las almas sufren en principio las mismas
penas que los que están en el infierno. A diferencia de éstos y de los que
están en el limbo, de vez en cuando tienen la esperanza de que el horror
terminará alguna vez. Así, por una parte, el purgatorio se muestra como un
compromiso entre la escatología de Orígenes y la de Agustín y, por otra, rompe
el principio fundamental de que con la muerte ya no es posible ningún cambio de
estatus moral ante Dios.
No sólo el delincuente puede estar activo en el proceso de
purificación, sino que también los que le sobreviven pueden hacerlo. Desde la
Edad Media la doctrina del purgatorio se convierte en un factor de significado
marcadamente mercantil. Para protegerse a sí mismo del purgatorio y anticiparse
a salvar a los suyos del fuego purificador, existía la posibilidad de donar
“útiles espirituales” en forma de objetos sagrados o incluso conventos o
iglesias; se podía encargar misas a los sacerdotes a cambio de una
remuneración.
El motivo: un miedo inimaginable ante el tenebroso más allá.
Naturalmente sólo los católicos debían tener este miedo. Los ortodoxos no
conocen el purgatorio, ni los protestantes. Allí siempre ha dominado la teoría
de Orígenes de la apocatástasis; y también faltaba la doctrina del pecado
original y se criticaba su falta de base doctrinal en las escrituras. Los
reformadores también lo hicieron.
Además, se escandalizaron de la idea de
beneficio que veían detrás de los auxilios para los difuntos. Los latinos, en
cambio, se dejaban guiar por un pensamiento estrictamente jurídico. Con la
modernidad empezó un proceso que Michael N. Ebertz llamó irónicamente “la
civilización de Dios”. Mientras los predicadores, siguiendo la pedagogía
conservadora de habitual, hacían la vida imposible a sus oyentes, los teólogos
tenían en mente suavizar el rigorismo escatológico. Esta tendencia culminó en
la segunda mitad del siglo pasado: Dios ya no es el jurista supremo, sino el
amor máximo. Se impone una “despenalización” del más allá (Ebertz).
Cierto que todos los teólogos sostienen la existencia del
infierno, ya que de otro modo no se aguantaría la realidad de la libertad del
individuo. El infierno se vuelve una posibilidad real para los que se apartan
voluntariamente y de forma definitiva de Dios. Está por ver si existen estas
personas.
De esta tendencia a suavizar las cosas se aprovechan el limbus
puerorum y el purgatorium. Se cuestiona completamente la existencia del limbo.
El punto final hasta el momento lo establece el estudio de la Comisión Papal de
teólogos del año 2007. El purgatorio, antes un lugar exactamente paralelo al
fuego del infierno, pasa a ser un lugar de dolorosa “maduración posterior”,
pero sin penas sensibles. Para Yves Congar el purgatorio es un proceso de
liberación. Esta nueva visión ha marcado la reforma de la liturgia postvaticana
de los difuntos. Se acentúa el carácter pascual de la muerte, retrocede el
carácter castigador del juicio y se pone en el centro la bondad de Dios.
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