lunes, 5 de septiembre de 2016
Angélique Marguerite Le Boursier du Coudray La Partera De Trapo
Mitades de cuerpos de mujer, bebés recién nacidos y partes
anatómicas de cuero y algodón. No, no son muñecos para jugar, tampoco piezas de
ningún artista de la época. Son las creaciones de la matrona Angélique
Marguerite Le Boursier du Coudray, con las que recorrió toda Francia en el siglo
XVIII para educar a médicos, cirujanos, enfermeras y mujeres sobre el embarazo
y el nacimiento.
Angélique Marguerite Le Boursier Du Coudray fue una de las
responsables de que cambiara por completo el modo de ver y de conocer el cuerpo
de la mujer en el momento del parto. Matrona francesa nacida en 1712, tras
terminar sus estudios —y al ver la gran ignorancia de las parteras, cirujanos y
matronas y los errores bestiales que se practicaban en torno al nacimiento del
bebé y al cuerpo de la mujer que daba a luz— se decidió a dar cursos gratuitos.
Para ello, creó el primer maniquí obstétrico de tamaño natural, un muñeco que
simulaba un bebé y un cuerpo de mujer para que estudiantes, médicos, matronas y
mujeres vieran con total claridad y aprendieran qué pasaba en el momento del
parto. Mientras lo que hoy puede ser algo bastante normal en las facultades de
medicina y veterinaria (no puedo olvidar mis prácticas de reproducción en
Lisboa con un potrillo de trapo), ella se dedicó a viajar por toda Francia,
amparada por una orden real de Luis XV, para enseñar con sus vientres de
algodón la partería a mujeres campesinas del mundo rural para reducir la
mortalidad infantil y de las madres del país.
"La máquina", así se llamaba el particular modelo
anatómico, simulaba con bastante detalle el proceso del parto. Incluso el bebé
tenía nariz y orejas cosidas, pelo dibujado con tinta y una boca: la boca
estaba abierta e incluso tenía lengua, así las parteras podían meter sus manos
en ella y practicar cómo facilitar la salida del feto en caso de que viniera
torcido. No se trata de un sólo maniquí, sino de varios modelos que intentaban
ser anatómicamente tan correctos como las telas, el cuero y los hilos podían
permitirlo. Incluso algunos llevaban huesos humanos para darle firmeza al
torso. La máquina no era un mero muñeco dentro de una bola de tela: tenía tubos
por los que fluía líquido para imitar el flujo sanguíneo de dentro del útero y
funcionaba con una serie de poleas y palancas para emular la mecánica propia
del parto .El muñeco pasaría por las manos y las ganas de aprender de más de
500 cirujanos, que tenían una cosa en común, todos eran hombres.
Pero su trabajo no solo queda aquí. También publicó un libro
de texto de obstetricia, 'Abrégé de l'art des accouchements', que se convirtió
en manual de base de muchísimos libros de partería. Pionera, adelantada para su
época, creyente en la ciencia y en la enseñanza, el conocimiento de Angélique
du Coudray llegó a más de 4.000 mujeres de las zonas menos favorecidas de
Francia, en una época en la que pocos dirían que objetos tan comunes como el
algodón, el cuero y la tinta se convertirían en los mejores aliados del vientre
materno para luchar contra la muerte de la madre y del bebé en el parto.
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