martes, 3 de enero de 2012
Ravana, El Rey De Los Demonios
En la mitología hindú, Rāvana era el rey de los demonios rākshasas. Su rapto de Sītā (la esposa del dios Rāma) y su muerte en manos de éste, son los hechos principales del antiguo texto épico Rāmāiana. Rāvana era hijo del sabio Viśravas y la princesa Asura Kaikasī (o Keśinī, según el Bhāgavata Purāná). El padre de ésta, el rākshasa Sumālin, deseaba que ella se casara con el ser humano más poderoso del mundo mortal, para así producir un heredero excepcional. Rechazó a todos los reyes del mundo porque el poder de éstos era menor que el suyo. Kaikasī buscó entre los sabios y eligió finalmente a Viśrava, quien le advirtió que como ella se le había aproximado en un momento inapropiado, tendría un hijo maligno. Sin embargo, ella aceptó. Así, Rāvana nació mitad asura (‘demonio’, no sura) y mitad brāhmana. Viśrava ya tenía una esposa, Ilavilā (Idavidā, según el Bhāgavat Purāna), con la que había tenido a Kúbera (o Kúveras), el tesorero de los dioses (que tenía tres piernas y ocho dientes). Rāvana fue el mayor de los hijos de Kaikasī, dándosele el nombre Dasagriva al nacimiento pues había nacido con diez cabezas. Sus hermanos fueron Kumbhákarna (gigantesco monstruo con ‘orejas [como] ollas’, que —según el capítulo 6 del Rāmāiana— dormía seis meses al año) y Vibhīshana (quien había obtenido del dios Brahmā el don de no poder realizar ninguna acción cruel). A través de su madre estaba relacionado con los demonios Maricha y Subahu. Kaikasī también tuvo una hija: Śūrpa Nakhā (‘uñas [como criba para] zarandear’). Su padre, Viśrava, notó que mientras que era agresivo y arrogante como individuo, era también un estudioso excepcional. Bajo su tutela, Rāvana dominó los sagrados libros Vedás, así como las artes marciales de los guerreros (chatrías). Según el texto épico Rāmāiaṇa, el joven Rávana llevó a cabo una terrible penitencia que duró mil años, para complacer al dios Shivá. Como Shivá no apareció ante él, Rávana —que tenía diez cabezas— se cortó una cabeza y meditó durante otros mil años. Shivá tampoco se apareció ante él, por lo que Rávana se cortó otra cabeza y meditó otros mil años; y así sucesivamente hasta que estuvo a punto de cortar la última cabeza. Entonces Shivá apareció. Él se sintió satisfecho con el pedido de Rávana, de obtener fuerza inmensa riqueza y conocimiento sobre armas. Rāvana decició aumentar sus habilidades para llegar a ser invencible. Dedicó una gran penitencia al dios Brahmā, que duró varios milenios. Brahmā apareció ante él ofreciéndole una bendición. Rāvana inicialmente solicitó la inmortalidad, pero Brahmā rehusó. Rāvana entonces solicitó una suprema invulnerabilidad e invencibilidad cuando se enfrentara a los dioses, a los seres celestiales y a otros demonios, serpientes y bestias salvajes. Debido a su desprecio hacia los humanos, no solicitó protección contra ellos. Brahmā lo bendijo con lo solicitado y, adicionalmente, le otorgó un gran poder de magia y conocimiento de armas divinas. Con sus nuevas sobrecogedoras habilidades, Rāvana procede a llevar a cabo una serie de campañas, conquistando a humanos y otros demonios. Invadiendo el mundo de las tinieblas por completo, dejó a su hijo Ahiravana como rey. Se convirtió en señor supremo de todos los asuras de los tres mundos, aliándose con los nivatakavachas y los kalakeyas (dos clanes a los cuales no pudo subyugar). Una vez que conquistó numerosos reinos de este planeta, llevó a cabo los sacrificios de fuego necesarios para ser coronado emperador. Cuando su hermano Kúbera le reprochó su crueldad, Rāvana se enfureció. Procedió entonces a conquistar otros planetas y triunfó sobre los dioses, condenando a Kúbera al ostracismo. Por la fuerza gana el poder sobre las razas de los dioses, los seres celestiales y las serpientes (aunque no el resto de la India). Al comienzo del texto épico Rāmāyana, Rāvana es mostrado como el gobernante de todas las razas mortales y divinas, a tal punto que puede ordenar al Sol a salir o ponerse.
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