Otras tradiciones le atribuyen el traslado del Sudario, el Santo Grial y otras reliquias desde la ciudad de Jerusalén a otros sitios en la cuenca del Mediterráneo.
José de Arimatea era hermano menor de Joaquín, el padre de la Virgen María, lo que lo convierte en tío-abuelo de Jesús[cita requerida]. Se convirtió en tutor del nazareno después de la temprana muerte de San José, el esposo de María.
Era miembro del Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos, y decurión del Imperio Romano, una especie de ministro, encargado de las explotaciones de plomo y estaño. Un «hombre rico» según San Mateo; un hombre «ilustre» según San Marcos; «persona buena y honrada» según San Lucas; «...que era discípulo de Jesús» según San Mateo, «pero clandestino por miedo a las autoridades judías», según San Juan.
Lo cierto es que los cuatro evangelistas coinciden en contar el mismo episodio donde intervino San José de Arimatea. Jesús acaba de morir en la cruz, Pedro renegó de él por tres veces en público, los apóstoles se dispersan, pero este hombre solicita al procurador romano Poncio Pilatos que le permita dar sepultura al cuerpo de Jesús. Con la ayuda de Nicodemo, desclava el cuerpo de la cruz y lo sepulta en su propia tumba, un sepulcro nuevo, recién excavado en la roca, donde se encuentra la basílica del Santo Sepulcro. Lo envolvieron en lienzos de lino y lo colocaron en la tumba con una gran piedra en la entrada. Por esto, la tradición católica lo tiene como patrono de embalsamadores y sepultureros.
Su festividad en el santoral católico se celebra el 17 de marzo.
José de Arimatea y la leyenda del Santo Grial
Según la leyenda, también recogió la sangre de Cristo con el Santo Grial, en el Gólgota (en hebreo GOLGOT: «cráneo» o «calavera»), lugar donde fue crucificado; aunque otra versión, en los evangelios apócrifos, indica que la sangre la recogió en el propio sepulcro. Estos evangelios también señalan que el lugar donde se realizara la última cena era propiedad de José de Arimatea.
Tras la resurrección de Jesús, José fue encarcelado, acusado por los judíos de haber sustraído el cuerpo de su sepulcro. Se le encerró en una torre, donde recibió la visión del Cristo Resurrecto y la revelación del Misterio del que el Santo Grial es símbolo. «Tú custodiarás el Grial y después de ti aquellos que tú designarás», habrían sido las palabras de Jesús.
Después de ser liberado, y debido a la persecución de los judíos en Jerusalén, un grupo de cristianos embarcó en uno de los barcos de José y navegaron hasta las costas de Francia en el Mediterráneo. Acompañaban a José, entre otros, María Magdalena, Marta, María Salomé (madre de los apóstoles Juan y Santiago), María Jacobé (madre de los apóstoles Santiago el Menor y Judas Tadeo), Marcial y Lázaro. Se convirtieron en los primeros evangelizadores de la zona.
En el año 63, José de Arimatea se trasladó a las islas británicas, estableciéndose en la ciudad de Glastonbury, donde fundó la primera iglesia británica consagrada a la Virgen y adonde, según leyendas de la Edad Media, llevó el Santo Grial.
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