martes, 2 de noviembre de 2010
Existió Un Lobizón En Misiones?
Afirman en un periódico porteño que en Santa Inés provincia de Misiones vivió un lobizón. La publicación pertenece al Diario Popular, y fue titulada: "En Misiones vivió un lobizón almacenero". La nota dice que el secreto se guardó bajo siete llaves durante más de 60 años, en el marco de un pacto entre todos los pobladores de la pequeña localidad de Santa Inés, ubicada en nuestra provincia.Inquebrantable silencio, ahora se sabe toda la verdad: durante décadas, en el lugar habitó un hombre-lobizón, con absoluta normalidad y el permiso de todos los pobladores. Incluso, llegó a manejar un almacén de ramos generales y en noches de luna llena se alejaba lo más posible de la zona para no afectar a sus vecinos. Así lo testimonió en exclusiva a Expedientes Secretos Ramón Martínez, de 73 años y oriundo del mencionado pueblo misionero, quien actualmente tiene su domicilio en la localidad bonaerense de Rafael Castillo. “Para todo el pueblo era normal que estuviera allí. Todos sabíamos que él era lobizón, y él sabía que nosotros conocíamos su problema”, dijo el hombre, quien vivió en la provincia mediterránea hasta los 13 años. Definir como “problema” el asunto no es un tema menor. “Es que nadie le tenía miedo, al contrario, lo respetábamos muchísimo. Era una persona correcta, educada y trabajadora. Lo que tenía no era observado como un fenómeno sobrenatural o demoníaco, sino como un problema para su vida, algo que no tenía remedio. Me permito romper el silencio pactado en el pueblo porque ya pasaron muchos años y su memoria lo merece”, dijo Martínez. Vivienda de barro En su relato, el hombre explicó que junto a su familia, habitaban una vivienda ubicada a escasos 200 metros del negocio propiedad de Santos Luna, a quien sin embargo todos en el pueblo llamaban Don Pancho.“Se armó un negocio bastante productivo -contó el testigo-. Era un almacén de ramos generales, porque tenía desde alimentos hasta herramientas. Venían de todos lados a comprarle. En aquella época tendría unos 45 años. Era un hombre delgado, alto y con el pelo lacio. No hablaba mucho, pero se tomaba su tiempo para explicar las características de todo lo que vendía. Atendía solo, porque nunca formó familia”. “El era una persona muy agradable, nunca estaba de mal humor, y siempre estaba correctamente vestido, con su camisa marrón para atender los clientes”. Sin embargo, el hombre recordó un elemento extraño, tal vez el único a los ojos de los vecinos de Santa Inés. “No dejaba que lo toquen, y el se cuidaba mucho de rozar a la gente. Además, tenía un olor particular, como el que puede tener un animal. No era desagradable, simplemente fuera de lo común. No era un aroma humano, aunque tampoco desagradable”. Su cuerpo mostraba rastros En torno al “problema” del almacenero, el testigo reveló que “todo el pueblo sabía su historia, era un tema que realmente no inquietaba a nadie, y de ese modo sabíamos que Don Pancho tenía un ritual, que repetía todos los jueves por la tarde”. Para esto alrededor de las 17, cerraba su negocio y desaparecía, y regresaba recién al otro día, de madrugada, y a las 8.30 abría su almacén, pudiendo decir que en ocasiones, tenía rastros en su cuerpo de que no la había pasado bien en su transformación, entonces atendía con rasguños, moretones, vendas en el cuerpo o con problemas para caminar, pero nadie le preguntaba nada, por respeto”. “A lo sumo -dijo el hombre-, lo que se escuchaba en esos viernes eran comentarios entre los vecinos, quienes se anoticiaban sobre las heridas de Don Pancho, pero nada más. Se sabía que se iba los jueves temprano, porque al caer la noche se transformaba en lobisón, y como no quería provocar problemas en el pueblo, se alejaba lo más posible de la zona”. Martínez definió al almacenero como “una persona extremadamente organizada, que no dejaba nada librado al azar, por ello se tomaba el trabajo de abandonar el pueblo mucho antes del proceso”, y puntualizó que “Don Pancho tenía la virtud de saber manejar su inconveniente, y jamás dejó que afectara a sus vecinos, la prueba es que los padres no mandaban a sus hijos a realizar compras a su almacén sin mayores recomendaciones
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good¡¡
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