Y la tradición oral, aquélla que nos transmite la sabiduría milenaria, nos cuenta que los humanos siempre nos hemos mostrado recelosos a la hora de compartir sueños. Mucho mas que nos los roben. De esta inquietud nace la siguiente leyenda: el Atrapasueños.
Cuando el mundo empezaba a dar sus primeros pasos, un líder espiritual, un Lakota para ser más exactos, tuvo una visión. En ella se le apareció un dios de la sabiduría, en forma de araña, ya que gustaba de gastar bromas. Éste le contó que existía un lenguaje que sólo podían comprender los miembros más virtuosos de la tribu; un lenguaje secreto, que utilizaría para charlar con él, ya que así podría entender el mensaje que venía a darle.
Durante la visión, Lakota escuchó atentamente a este dios en forma de araña, que respondía al nombre Iktomi. Éste, mientras hablaba, tejía una tela la araña. Habló del círculo de la vida, describiendo todas las etapas: el nacimiento, la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. Respecto a la vejez, puntualizó que debemos tener más cuidados, ya que volvemos a estar igual de indefensos que en la niñez.
Igualmente, Iktomi señaló que en cada una de estas etapas, tanto las energías del bien como la del mal se nos presentan, y que somos nosotros quienes decidimos a quien escuchar. Que las fuerzas de la naturaleza desean convivir con nosotros en armonía y que está en nuestras manos lograrlo. Llegado a este punto del monólogo, la telaraña estaba casi completa. La había tejido con esmero. Pero en el centro había un hueco. El dios habló:
Toma este telaraña. Como ves, está incompleta. Úsala para alcanzar los sueños y las metas de tu pueblo. Usa bien las ideas e ilusiones que tengan los demás. Éstas quedarán atrapadas en estos hilos, mientras que lo malo, los temores y negatividad, los absorberá este agujero.
Y así hizo Lakota. Enseñó a su pueblo, los Sioux, que la telaraña es en realidad un atrapasueños, convirtiéndose en el símbolo de vida. En la red de la vida.
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