Todo comenzó cuando el Rey Dasaratha, que ansiaba ser padre, regaló a sus tres esposas ricos dulces para endulzar sus espíritus y hacer nacer en ellas sentimientos maternales. Pero una de ellas, de nombre Kaikeyi, sintiéndose ofendida al ser la última en recibir su porción del manjar, lo dejó a un lado dispuesta a no probarlo. Fue entonces cuando pasó por allí un pájaro que, cediendo ante la tentación, lo atrapó en pleno vuelo.
Pero poco duró en su poder el botín pues terminó dejándolo caer sobre un frondoso bosque, en donde Vayu hizo que fuera a parar ante Anjana, una mona que se lo comió tras recibir esa petición del mismísimo Siva. Tras esto Anjana quedó embarazada y el fruto de su estado de buena esperanza fue Hanuman, el rey mono.
Y nació Hanuman, y era tal su apetito que pronto Anjana se dio cuenta de que era casi imposible saciarlo. Poco podía hacer sino intentar constantemente satisfacerlo.
Y hasta tal punto llegó que cierto día Hanuman, ansioso por encontrar qué llevarse a la boca, quiso comerse el Sol, al que veía como un inmenso y apetitoso fruto de piel dorada. Saltó entonces el rey mono en dirección al Sol para atraparlo y devorarlo, pero éste consiguió escaparse. Hanuman, que no estaba dispuesto a perder tan tentadora delicia, lo persiguió a través del cielo utilizando para ello su capacidad para volar.
Pero Indra, dios del cielo visible, enfadado, lanzó un rayo sobre el osado mono que lo hizo caer hasta la tierra. Ésto desagradó bastante a Vayu, siempre atento a los pasos dados por Hanuman, el cual levantó un viento tan intenso sobre todos los dioses hasta conseguir producirles una terrible indigestión. Indra tuvo entonces que disculparse ante Vayu y, como muestra de su arrepentimiento, concedió el don de la inmortalidad al rey mono.
Otras versiones del mito del Rey Mono en la mitología hindú hablan de que fue Rama quien le concedió la inmortalidad, y fue para cumplir su deseo de vivir tanto tiempo como los mortales recordaran al dios Rama.
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