lunes, 11 de noviembre de 2019
Las Misteriosas Figuritas de Acámbaro
Acámbaro es una
pequeña localidad que se encuentra en el Estado de Guanajuato, al
noroeste de Ciudad de México, de la que dista unos 300 kms. Es allí
donde se encuentra el Museo Waldemar Julsrud donde están en
exposición cerca de 37.000 figurillas encontradas en la década de
los 40 en pleno siglo XX y que levantaron pasión por su misteriosa
procedencia.
A principios del
siglo XX era la de los Tarascos la cultura india más antigua que se
conocía. Incluso, en el año 1942, el propio Waldemar Julsrud, un
comerciante alemán, junto con Fray José María Martínez,
descubrieron el emplazamiento de otro yacimiento en Chupicuaro, con
restos de la época preclásica.
Historia del
descubrimiento de las Figurillas de Acámbaro
Sin embargo, fue en
el año 1944 cuando Julsrud hizo un importantísimo descubrimiento en
la cercana localidad de Acámbaro. Y todo comenzó de la manera más
simple posible: en un rutinario paseo a caballo el comerciante y
arqueólogo descubrió sobresaliendo del suelo una pequeña figura de
terracota que no supo identificar con ninguna cultura. Atraído por
su origen, mandó excavar en la zona para ver si encontraban otras
figuras semejantes ofreciendo para ello un peso por cada una de las
piezas intactas que se encontraran.
Se llegaron a
encontrar en aquellas excavaciones más de 37.000 piezas de piedra,
obsidiana y jade. Sin embargo, hasta aquí, y a pesar de la cantidad
de figuras encontradas, todo parecía normal, hasta que se analizaron
las figuras que representaban. La sorpresa vino cuando muchas de
ellas parecían representar extraños animales muy similares a los
antiguos y extintos dinosaurios.
Anacronía: teorías
a favor y en contra de su origen
Las alarmas
saltaron. ¿Dinosaurios? Era imposible que esa civilización,
cualquiera que fuese, supiera de los dinosaurios no solo por el hecho
de no coincidir en el tiempo con ellos, sino porque esta civilización
pertenecía a un periodo anterior al Descubrimiento de las tierras
americanas en el año 1492, y por tanto, era imposible que hubieran
tenido noticia de la existencia de aquellos grandes animales miles de
años antes.
Evidentemente el
interés de la arqueología mundial se despertó con aquél curioso
misterio. Hasta allí se desplazó el profesor de Historia de la
Universidad de New Hampshire, Charles Hapgood, quien se dedicó a
constatar el origen cronológico de aquellas piezas. Aplicándoles el
método del Carbono 14, la Universidad de Nueva Jersey determinó que
el origen se remontaba entre 1.110 y 4.350 años antes de Jesucristo.
Ya de por sí es ésta una fecha sorprendente, pero aún así no
justificaría la presencia de dinosaurios los cuales se consideraban
extinguidos millones de años antes. ¿Qué ocurría entonces?
Desde entonces la
controversia ha seguido los cauces habituales en este tipo de
anacronías en los que hay opiniones encontradas de todo tipo.
Incluso el Smithsonian se desmarcó del asunto aduciendo que las
piezas eran falsas, y junto a ellos, una buena parte de la comunidad
internacional arqueológica considera que Waldemar Julsrud no operó
de mala fé, pero sí que fue engañado por los campesinos del lugar,
quienes agraviados por el bajo sueldo que les ofrecía (un peso por
figurita) se dedicaron a crear ellos mismos las figuras.
Otra buena parte de
la comunidad científica, aun sin quitar razón al antiguo origen de
las mismas, indican que dichas piezas no tienen por qué representar
realmente a los antiguos dinosaurios, sino simplemente a extraños
animales imaginados para tal fin.
Por su parte los que
defienden el descubrimiento de Julsrud siempre exhiben por delante
los estudios científicos que han datado a estas piezas en miles de
años anteriores a la venida de Jesús, y portan claras fotos del
enorme parecido de esos animales con los antiguos dinosaurios. ¿Cómo
entonces hacer coincidir ambos eventos? es aquí donde aparecen las
teorías creacionistas que hablan de la hipótesis no demasiado
probable de que humanos y dinosaurios convivieran hasta mucho después
de los 65 millones de años en que se estableció la desaparición de
aquéllos. Junto a esta teoría tan improbable existe otra mucho más
pausible: aquélla en la que hacen constar que esta civilización
bien pudo haber descubierto yacimientos antiguos y encontrar restos
de desparecidos animales.
Como os decía,
podéis ver la colección de figurillas en el Museo Waldemar Julsrud
que se encuentra en Acámbaro.
Mientras tanto,
mucho nos tememos que difícil será demostrar el por qué de este
misterio sin resolver.
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