domingo, 3 de noviembre de 2019
La Mesa del Rey Salomón
Las leyendas que
encuentran su inspiración en el sabio y ecuánime rey Salomón, hijo
segundo de David y Betsabé, cuyo reinado en Israel abarcó entre
los años 978 y 931 a.C. son variadas. Autor del Cantar de los
Cantares, del Libro de los Proverbios y responsable de la
construcción del Templo de Jerusalén, el rey Salomón es también
uno de las principales figuras de la tradición cabalística y a
menudo, la realidad y el mito se mezclan en torno a su figura.
La tradición
atribuye al rey Salomón el conocimiento del nombre de Dios, nombre
que plasmaría en la llamada mesa de Salomón, aunque también se la
conoce, según cada historiador, como tabla o espejo. Mediante un
jeroglífico el nombre quedaría oculto, ya que según la Cábala, no
puede ser escrito ni pronunciado excepto para el acto de crear.
Además permitiría a su propietario acceder a la más absoluta
sabiduría, porque conocer el nombre de Dios implicaría conocer toda
su creación.
Algunos la describen
como una gran mesa hecha de esmeralda verde pulida y de 365 patas
(misteriosamente similar a la Tabula Smaragdina atribuida a Hermes
Trismegisto, creador de los textos herméticos), otros dirían que
estaba hecha de oro, plata y cenefas hechas con perlas, aunque el
propio Salomón en su descripción mencionaría que sólo estaba
hecha de oro.
Fue salvada de la
destrucción en varias ocasiones, viajando desde el Templo de
Jerusalén hasta Roma y tras el saqueo por parte de los godos, fue
llevada a Carcasona (Francia) y después a Rávena (Italia). En el
año 526, Teodorico se la devuelve a Amalarico (quien la reclamaba
como suya) y es en Toledo donde sería vista por última vez, o al
menos, confirmada por un historiador. Con la pista perdida, numerosos
lugares se disputan el privilegio de tenerla como la Cueva de
Hércules en Toledo, o en las ciudades de Medinaceli y Alcalá.
Quizá nunca sea
encontrada, quizá nunca existió (al menos como instrumento de
sabiduría y poder), pero seguirá alimentando la leyenda de Salomón,
así como de la eterna búsqueda del conocimiento, característica
que nos define desde que el hombre es hombre.
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