martes, 1 de enero de 2019
Azrael El Arcángel de La Muerte
Azrael es el Arcángel de la Muerte. A él se le atribuye el
rol de separar el alma del cuerpo al momento de la muerte, así como también la
capacidad de ayudarnos a superar nuestro temor a la muerte en virtud de una
mayor comprensión de la misma. Según cuenta una historia, este noble arcángel
se autoexilió del Cielo para cumplir su misión.
Azrael es el Arcángel de la Muerte en varias tradiciones
extrabíblicas. Está presente en el sijismo, en el islamismo, en el cristianismo
e incluso en el judaísmo. Su nombre deriva de “Izrail”, nombre presente en el
Corán y que se traduce como “Quien a Dios ayuda”. Comúnmente conocido como
“Malak al-Mawt” entre los musulmanes, Azrael es en esencia el ángel que separa
el alma del cuerpo al momento de la muerte, guiándola después hacia la
oscuridad eterna o la luz del Creador, según pesen más los méritos o deméritos
del alma en cuestión.
Diversos han sido los nombres con los cuales se ha visto
asociado este arcángel: Ashriel, Azaril, Azriel, Izrail, y Ashrail, entre
otros.
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UN ARCÁNGEL DE ASPECTO SINIESTRO
En cuanto a su aspecto, por lo general Azrael es
representado con una espada o una guadaña en virtud de su asociación con la
clásica personificación de la muerte en forma de esqueleto vestido de negro. La
vestimenta de Azrael suele ser una larga sotana o túnica negra con una capucha,
lo cual no es fortuito pues el negro ha sido el color arquetípico de la muerte
en distintos tiempos y culturas, tanto de Occidente como de Oriente.
Existe sin embargo una representación mucho más impactante
del Arcángel Azrael. A saber, en el Islam se lo describe como un ángel de
setenta mil pies y cuatro mil alas, con un cuerpo cubierto de tantos ojos y
lenguas como personas hay sobre la Tierra. Claramente se ve que la
representación es simbólica, estando ligada al papel que se le da de ser quien
escribe los nombres de las personas en el Libro de la Muerte.
Por último, una interpretación más realista ha sugerido que
Azrael es un arcángel rodeado por una luz blanquecina, no ya del blanco
resplandeciente de la túnica de Gabriel, sino de un blanco mortecino y
representativo de la naturaleza de la muerte.
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AZRAEL Y SU MISIÓN
Azrael tiene el título del Ángel de la Transición porque
ayuda al ser humano en el difícil tránsito de la muerte. Este papel puede ser
abordado desde distintas ópticas, pasando por la clásica visión en que Azrael
separa el alma del cuerpo y acompaña al alma a su destino, hasta aquella
perspectiva algo heterodoxa de la reencarnación entendida de una forma más
perteneciente al esoterismo que a la religión, perspectiva en la cual Azrael es
el guía espiritual del alma en el momento de pasar de una vida a la otra, tanto
en el caso en que esa alma tiene que pasar (antes de encarnar) por diversos
planos sutiles o lugares de estancia, como en el caso (enmarcado en otras
teorías) en que esa alma tiene que asumir un cielo o infierno temporal y
transitorio entre una y otra existencia.
Es en esa función de Ángel de la Transición donde Azrael se
encarga de dar paz al alma de quien va a morir, no solo en el momento de la
muerte y en los instantes previos, sino en la difícil crisis que constituye el
préambulo de angustia y agonía propio de aquellos casos en que el individuo
sabe que la muerte está próxima, tal como el caso del enfermo terminal (de
SIDA, cáncer, etc.) o, por poner un ejemplo extremo, el caso de alguien que va
a morir ejecutado o torturado. Y es que, y esto hay que señalarlo, Azrael no
requiere que su ayuda sea solicitada para ayudar. Él simplemente está allí,
incluso para muchos de los que no creen en su existencia.
Mas él no se limita a ayudar al sujeto que va a morir:
también ayuda a quienes sufren la agonía y la muerte de quien pasará al otro
mundo. Es así que él derrama su “energía sanadora y luz divina”, otorgando
consuelo, serenidad, aceptación y, sobre todo, una comprensión sabia y profunda
de la muerte, no ya como el inquietante paso del ser a la nada, sino como el
tránsito en que el sujeto abandona sus elementos transitorios y perecederos,
triunfando sobre el vacío de la disolución en virtud de aquello que hay de
eterno en él.
Lo visto remite a la función de Azrael en torno a la muerte
y su preámbulo, pero él, sobre todo para quienes piden su ayuda directamente o
simplemente solicitan a Dios o a los seres de luz ayudas vinculadas a su
función, puede ofrecer sus servicios. Tal es el caso de las personas que
atraviesan crisis existenciales vinculadas a la comprensión de la muerte.
Individuos que se preguntan cuál es la naturaleza de la muerte, que guardan un
profundo miedo hacia ésta, o que se dejan hundir en la depresión pensando en
que todo acabará con la muerte, en que sobrevivirán pero perderán su esencia,
en que sus almas tendrán un destino desconocido pero ciertamente angustiante, o
en que no tienen salvación y estarán condenados al suplicio eterno una vez
dejado este mundo. En esos y otros casos Azrael puede inspirar en el sujeto en
crisis la idea o las ideas pertinentes para una comprensión adecuada de la
muerte, como también puede insuflar una profunda confianza en que el Creador no
abandona a sus hijos en las crueles y mecánicas redes de la causalidad
aparente, o bien un intenso sentimiento de esperanza de salvación que permita,
en quienes están estancados en la culpa, salir del remordimiento e iniciar el
camino de la reformación.
Lo anterior muestra que el papel de Arcángel de la
Transición es algo más amplio de lo que podría parecer, y esa amplitud abarca
todavía otros aspectos. Así, toda crisis existencial puede, en tanto concebida
como transición, ser potencial espacio para la ayuda de Azrael, pudiendo este
arcángel colaborar en la liberación del dolor, de la ira acumulada, del
sentimiento de soledad y de confusión, etc.
Según cierta concepción de la tradición ocultista, Azrael es
un ángel de los Registros Akásicos, siendo estos unos registros etéricos (el
éter es un fluido intangible que penetra todo en el universo) de todo lo que ha
sucedido desde el inicio de los tiempos y por tanto de los karmas buenos y
malos de cada individuo.
Otro planteamiento ocultista dice que Azrael es el Ángel del
Espíritu, título éste que denota la capacidad de Azrael para ubicar nuestros
cuerpos sutiles (el etérico, el astral, el causal, etc.) y el estado en que
estos se encuentran, independientemente de la dimensión en que se encuentren.
Finalmente y debido al vínculo intrínseco entre la actividad
mediúmnica y el mundo de los espíritus desencarnados, algunos han dicho que
Azrael suele ofrecer consejo y asistencia a los médiums que trabajan de manera
seria y correcta, sobre todo si tienen el firme propósito de ayudar a las almas
en pena que padecen sufrimiento y confusión en el más allá.
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AZRAEL EN DISTINTAS TRADICIONES RELIGIOSAS
Judaísmo
En el misticismo judío comúnmente se lo refiere como “Azriel”,
no como “Azrael”, y frecuentemente se lo ve como unapersonificación del mal,
aunque no como la personificación del mal o el mal en sí. Sin embargo el Zohar
(libro sagrado perteneciente a la tradición cabalística) retrata a Azriel como
un ser bondadoso que comanda legiones angelicales y recibe las plegarias de los
creyentes que han alcanzado el paraíso.
El experto Lodge Magan, en su libro Dragon’s Blood #2-
Practical Necromancy, nos dice que: ‹‹En el judaísmo la visión del Ángel de la
Muerte es similar. Él quita la vida con una gota de veneno, mientras está de
pie junto a la cabeza de la persona agonizante, preparado para capturar el alma
que deja el cuerpo a través de la boca. Azrael habita en el Tercer Cielo. Sí el
pecador confesaba su falta, el ángel de la muerte no lo podía tocar, porque
entonces uno es protegido por Dios. En la literatura judía, Azrael es un
espíritu, asumiendo una forma que es influenciada por las creencias de las
personas, sus actos y su fe: para el hombre honesto y correcto, él aparece en
la hora de la muerte como un bello arcángel, para los pecadores, en una forma
horrenda y macabra. En su visión, uno puede morir de miedo.››
Cristianismo
En el paleocristianismo (cristianismo primitivo) se
confundía a Azrael con Azra, descendiente de los sacerdotes de la tribu de
Aarón y escriba durante el periodo del segundo Templo de Jerusalén.
Otra creencia planteaba que Azrael era el profeta Esdras,
profeta que vaticinó la venida de Cristo y que subió al cielo sin haber pasado
por la muerte física, razón esta en virtud de la cual se llegó a especular que
él era Azrael.
Por su parte, el hereje Marción habló de Azrael como el
Ángel de La Ley (la ley de Moisés), basándose en parte en la asociación entre
el periodo teológico de La Ley con el sacrificio —en ese entonces se ofrendaban
animales a Dios, pero el último sacrificio fue Cristo, con quien se inauguró el
periodo teológico de La Gracia, en el cual el hombre era librado de la muerte
por el poder redentor de El Salvador— y por lo tanto con la muerte.
Pese a todo lo dicho, Azrael no pertenece al cristianismo
actual: ni al católico ni al protestante (evangelista, mormón, adventista,
etc.), no al menos a nivel oficial o canónico. Por ello, si algún cristiano
cree en Azrael, esa creencia es más una realidad de fe personal, extrabíblica y
no-oficial.
Islam
El Corán dice que el Ángel de la Muerte toma el alma de cada
persona en el momento de la muerte, sin embargo aclara que solo Alá (Dios)
conoce cuándo morirá cada persona y a dónde será llevada su alma. Se cree que
su poder es tan grande que, simbólicamente hablando, se necesitaban 70,000
cadenas para contenerlo, teniendo cada una la longitud de un viaje de miles de
años. Según la tradición, cuando alguien muere Allah lee el nombre del
fallecido y Azrael tiene 40 días para cumplir con su rol de separar el alma del
cuerpo. Pero su llegada puede variar. Cuentan las leyendas que ésta viene
cargada de paz y olores paradisíacos cuando un hombre es justo, pero que está
acompañada de demonios torturadores (que atormentan al moribundo en el proceso
de tránsito) cuando un hombre es malvado.
Según cierta leyenda, Azrael está continuamente escribiendo los nombres
de las personas que nacen y borrando los de las personas que mueren. Para la
teología islámica, Azrael (nombrado como “Azrail, Azaril, Azariel o Izrail”)
será el último ser en morir (muerte previa al Juicio Final).
Algunos relatos de la tradición islámica refieren encuentros
entre el Ángel de la Muerte y los profetas. Un ejemplo impactante de eso es la
historia (símbólica en gran medida) de Moisés, quien también es venerado en el
Islam. Así, dicen que Azrael había ido a tomar el alma de Moisés pero éste se
negaba a morir. “Aquí tienes un siervo que se niega a morir”, le dijo Azrael a
Dios y después, forcejeando con Moisés, éste le dio un palmazo que le sacó uno
de sus millones de ojos: el ojo que representaba que Moisés estaba en la lista
de los que probarían la muerte…
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LA HISTORIA DE AZRAEL
Esta conocida historia tiene su origen en la tradición
islámica aunque posteriormente fue recibiendo elementos de otras tradiciones,
llegando finalmente a ser una expresión del sincretismo propio del esoterismo
contemporáneo. La historia es como sigue:
Poco tiempo después de su creación, a Azrael le fue asignado
el estudio de algo que hasta el momento no se comprendía muy bien en el Cielo:
la disposición de las almas humanas tras la muerte.
En efecto, se conocía que algunas almas habían llegado al
Cielo (temporal en esta teoría de reencarnación) como consecuencia de méritos
adquiridos en la mecánica de la reencarnación y el olvido (al volver a nacer),
pero no se sabía a dónde iban las otras almas y qué pasaba exactamente con las
almas tras la muerte. Fue ante esa situación que Azrael se ofreció a rastrear
las almas de los humanos, algo que hasta ese momento ningún ángel había hecho
bien, siendo él el primero en conseguirlo.
Sin embargo lo que halló fue indignante: muchos humanos,
particularmente los de peor naturaleza, estaban siendo torturados en el llamado
“reino inferior”. Y es que, en sus inicios, tal reino era un lugar de
oscuridad, aislamiento, soledad, vacío y ausencia de Dios, pero no era un lugar
de torturas, y los demonios lo habían convertido, sin autorización de Dios, en
un espacio de suplicio y perversa mortificación. Ya no era más el Sheol: era el
Infierno.
Cuando Azrael dio las noticias en el Cielo, la indignación
general se encendió, pues, además de infligir torturas, los demonios a veces
ozaban destruir a ciertas almas, tomándose así una potestad que ni él mismo
Dios había ejercido pese a ser el único con derecho moral para hacerlo. Pero
también, según informó Azrael, los demonios estaban reteniendo almas que no
habían cometido faltas suficientes para ser llevadas al “reino inferior”; y,
finalmente, aquellos crueles ángeles caídos procuraban retener eternamente a
las almas que no destruían, cometiendo con ello la injusticia de pretender dar
un castigo eterno e infinito a quienes tenían una culpa finita.
Como contramedida a tanta injusticia y compensación a su
labor, Azrael ascendió al rango de Arcángel, comprometiéndose en dicho ascenso
con la labor de asegurarse de que ninguna alma se dirigiera equivocadamente a
un lugar que no fuera el Cielo. Él y su hueste de ángeles seguidores ayudarían
a los espíritus de los muertos a librarse de sus cadenas, rescatarían almas
salvables de los dominios de Satán, e impedirían a los ángeles caídos tomar
cualquier alma que no les perteneciese.
Fue así que el Arcángel de la Muerte y sus ángeles
comenzaron sus misiones de reconocimiento en busca de almas por salvar en el
Infierno. Pero ayudar a los muertos no era suficiente, por lo que Azrael les
dijo a sus ángeles que debían ayudar a los humanos vivos a prepararse para la
muerte, a comprenderla, aceptarla y no temerla si sus actos eran buenos.
Pasado el tiempo, entre los seres de luz llegó a pensarse
que Azrael y su coro rechazaban hasta cierto punto el Cielo. Finalmente Azrael
expresó su decisión de autoexiliarse junto a su coro, no porque él y sus
ángeles no amaran la compañía celestial, sino porque su compasión por los
humanos era tan grande que preferían servir a Dios en la oscuridad con tal de
evitar que las almas sufriesen un destino injusto al morir. Se convirtieron
entonces en abnegados ángeles, en seres que iluminaban los lúgubres territorios
de la muerte con la blancura impoluta de su ardiente bondad.
Las siguientes serían sus misiones principales: 1) buscar y
separar fantasmas y demonios de sus lazos corpóreos y etéricos, 2) cazar y
destruir a las almas que no tienen salvación y pertenecen a los demonios, 3)
guiar a su destino a los humanos que mueren, contribuyendo a que se les de una
segunda oportunidad (en la rueda de reencarnaciones) si es preciso, 4) luchar
contra los demonios que promueven la muerte, 5) rescatar almas salvables del
infierno
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CONTACTANDO CON EL ARCÁNGEL DE LA MUERTE
Arriba vemos una versión moderna, simbólica y estilizada del
sello o sigilo de Azrael. Su presencia no es necesaria para el desarrollo del
ritual que después presentaremos, de modo que se lo ha puesto únicamente para
satisfacer la curiosidad intelectual.
Muchos ocultistas hablan de la invocación a Azrael
concibiéndolo no como un ser real sino como un ser simbólico, como una
personificación de la muerte dotada de un gran poder a la hora de canalizar las
energías psíquicas y espirituales del mago en relación al fin de contactar con
el poder espiritual inherente a las fuerzas propias de los dominios de la
muerte, concebida como algo que, si bien en sí mismo no tiene vida, se
manifiesta como presencia viva y dinámica en la experiencia espiritual del
hombre. Por eso, antes de presentar un ritual de invocación a Azrael, Lodge
Magan nos aclara que: ‹‹Un trabajo de muerte puede servir para algunos
propósitos: uno puede intentar una invocación a la muerte como un rito de
entropía y destrucción o una maldición lanzada a una victima elegida o uno
puede invocar a las formas del dios de la muerte para el bien del conocimiento
y comprensión del morir. En el segundo caso, uno invoca a símbolos y conceptos
asociados con la muerte con el fin de facilitar el proceso de morir y para
transformar el miedo y ansiedad, que es usualmente relacionado con ésta, en la
fuerza de vida creativa.››
Veamos ahora el ritual que Lodge Magan nos propone:
-Procure que sea de noche.
-Tome un baño (preferiblemente en agua fría) antes del
ritual.
-Consiga una pequeña (no tanto) campana.
-Póngase una túnica negra.
-Comience por preparar una vela negra y una vela roja.
-Si puede, queme incienso, el de mirra es una buena opción.
-Abra el ritual encendiendo la vela negra y haciendo sonar
una campana.
-Recite lo siguiente:
Lepaca Kliffoth!¡Azrael! ¡Azrail! ¡Ashriel! ¡Azaril!
¡Azriel! ¡Izrail!Escúchame ¡mensajero divino!¡Sombras y fantasmas! ¡Levántense
de las fosas del cementerio y vengan a mi llamado!¡Tú, quien separas el alma
del cuerpo y trae el sabor del veneno mortal!¡Ven del abismo de
Oscuridad!¡Ángel de la Muerte!¡Espíritu de muchos rostros y miles de alas!¡Guía
de las almas muertas!¡Tú, quien llevas a los mortales al Otro Lado!¡Quien se
aproxima con los espectros y criaturas de la noche!¡Escucha mi llamado!Enciende
en mí la llama negra de la muerte, ¡la esencia del Dragón Negro!¡Llévame al
borde de la muerte y la vida, para que pueda probarla y sumergirme en su
éxtasis!¡Muéstrame la Muerte para que pueda conocer la Vida!¡Arranca el velo
negro de la ignorancia la cual cubre mis ojos!
-Concéntrese y visualice que entra al lugar un ángel vestido
de negro, con veinte alas y una espada.
-Imagine con gran viveza que el ángel corta cada parte de su
cuerpo con la espada, procurando sentir que le libera de las ataduras
corporales y mundanas con cada parte que le corta.
-Prosiga en la visión anterior por el tiempo que sea
necesario hasta que sienta un gran vacío interno y un sentimiento de
aislamiento y soledad.
-Recite lo siguiente:
El fuego oscuro del Dragón Negro esta ardiendo ahora dentro
de mi!Yo soy la sombra el fantasma, listo para dejar la existencia
terrenal!Espíritus de la Oscuridad, ¡conviértanse en mis compañeros en mi viaje
al reino de los muertos!¡Ángel de la Muerte! – ¡llévame al Otro Lado!
-Acuéstese boca arriba con los brazos cruzados sobre el
pecho, en la posición que tendría si estuviese en un ataúd.
-Sienta que su cuerpo astral se vuelve cada vez más ligero y
Azrael lo eleva, llevándolo al otro mundo.
-Viaje a su pasado más remoto, de ésta vida y, si puede, de
vidas anteriores.
-Recuerde todo lo que le ha ocasionado sus mayores miedos,
deseos, debilidades y fortalezas.
-Procure sentir y percibir como todo aquello que alguna vez
trajo cosas negativas y debilitantes, se constituye ahora en fuente de fuerza y
determinación.
-Una y solo una vez que haya logrado lo anterior, vuelva a
su estado de conciencia normal y levántese.
-Quítese la ropa como símbolo de que ha removido su pasado.
-Apague la vela negra y encienda la vela roja, símbolo de
esa vida nueva y de esa fuerza que está naciendo y levantándose en usted,
ardiendo con la “llama dadora de vida” y otorgándole ese sentido de totalidad y
poder interior.
-Recite las siguientes palabras finales:
Despierto del sueño mortal y comienzo una nueva vida,¡Con el
fuego del Gran Dragón Rojo!¡Qué así sea!¡Ho Drakon Ho Megas!
-Medite por un rato en el sentimiento de poder que fue
despertado en su interior, después finalice el ritual.
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