miércoles, 5 de septiembre de 2018
El Campanario Maldito
Ahora toca el relato
de una que es muy impactante por lo que se verá más adelante y porque nadie
sabe en realidad lo que sucedió. Todo comenzó el día en que el padre del
convento recibió visitas. Como ya se había corrido la noticia de que ahí
espantaban, la mayoría de las habitaciones estaban deshabilitadas.
Sin embargo, el padre no estaba tan convencido de ello.
Hacía tiempo alguien le comentó que en el campanario espantaban. Dicho suceso
consistía en la aparición de un señor vestido de negro, pero él no lo creía.
Esa noche recibía a personas muy importantes del ámbito religioso y era
necesario alojarlos en las mejores habitaciones.
Pero cuando llegaron las personas, notó que entre ellas
había alguien que no esperaba, lo cual, por supuesto, no le importó; al
contrario, se sentía muy a gusto con su visita. Las horas pasaron entre plática
y plática, por lo que se acercaba la hora de irse a dormir. Para entonces, el
padre ya tenía resuelta la forma en que se quedarían; la habitación que él
ocupaba se la dejaría a la persona que llegó sin previa aviso, mientras él se
dormiría en el campanario.
Así lo pensó y así lo hizo. Pronto llegó la hora en que se
desearon que pasaran buenas noches. Y el padre se llevó su ropa de dormir al
campanario. Las cuales se componían solo de un par de cobijas. Las horas
transcurrieron como de costumbre, lo que le hacia pensar que todo lo antes
dicho eran simplemente supersticiones. No había nada a que temerle. Esa noche
el viento estaba soplando como de costumbre, solo en cuanto dieron las doce
empezó a arreciar el aire. No pasaron más de dos minutos, cuando se dejo oír un
grito aterrador.
Todos los visitantes se levantaron de golpe pensando que
algo la acontecía al padre. En vano fueron sus intenciones de subir al
campanario, porque el padre ya estaba bajando, le costo trabajo detenerlos. El
padre, además de presentar un gesto de horror, los cabellos blancos, sus manos
le temblaban y la voz apenas si le salía: _ ¡padres, padres! ¡No vayan arriba!
¡No vayan arriba! _ decía con temor. Nadie alcazaba a comprender lo que estaba
pasando; el padre no decía palabra alguna, solo se exaltaba cuando alguien
mencionaba que iría al inspeccionar. Cuando por fin lograron calmarlo,
solamente dijo _ ¡Cierren el campanario! _ ¿Que? _ preguntaron todos. _que
cierren el campanario. No les diré lo vi, pero quiero que cierren el
campanario. Estas palabras fueron cumplidas como órdenes, pues nadie de los
presentes, ante esa escena se sintió capaz de contradecirlo.
El padre finalmente murió sin revelar lo que vio aquella
noche en que sus cabellos se blanquearon. Todos los que lo conocían siempre se
preguntaron cuál fue la causa de su decisión, el por qué cerro el campanario
dejando enmudecida a la iglesia, pero nadie ni con los pasos de los años pudo
resolver el misterio.
De todos era sabido que aquel padre era un hombre muy
valiente, una persona que no se dejaba doblar por nada. Los años han pasado y
el padre se llevó a la tumba el secreto. En cuanto el campanario, nadie lo ha
vuelto a abrir por memoria al padre, quien se encargó de que todos le
prometieran que nuca más abriría el campanario.
Y si a ti, te ha llegado la duda de saber cual es la
iglesia, solo te voy a recomendar que para saberlo vayas al centro a la hora
que se ofician las misas y descubre por ti mismo, cual es la iglesia que no
repican sus campanas.
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