sábado, 9 de enero de 2016
El Enigmático Caso De La Bilocación Fantasmal Del Hospital de Granada.
Se cumplen veinte años desde que en el
Hospital Materno Infantil de Granada se produjo un extraño suceso
del que fueron testigos dos enfermeras: la aparición de un supuesto
fantasma. Pero lo más lo más insólito del caso es que este
habitante venido del Más Allá protagonizó el primer caso de
bilocación en un espectro.
Aunque en el exterior el calor era
asfixiante, dentro del Hospital Materno Infantil de Granada la
elevada temperatura de aquella tarde de julio de 1985 se sobrellevaba
gracias al potente aire acondicionado. La enfermera Elena de Teresa,
cuyo puesto de trabajo habitual se encontraba en el departamento de
Rayos X, estaba por aquellos días en información. La recepción era
un recinto de pequeño tamaño, con una ventana de atención al
público y una puerta lateral para entrada y salida del personal
autorizado, que en ocasiones algunos enfermos y sus familiares usaban
para realizar consultas. Así sucedió aquella tarde. A pesar de que
el recibidor se encontraba casi desierto, un señor vestido de negro
y con gesto serio se asomó bajo el dintel requiriendo la atención
de Elena.
Dio el nombre de una enferma recién
operada de un tumor y solicitó permiso para visitarla, alegando ser
su marido. La enfermera introdujo el nombre de la mujer en el
ordenador y comprobó que se encontraba en Reanimación. Antes de que
pudiera explicar al hombre cómo subir a la habitación, una muchacha
se acercó a la ventanilla. Su rostro blanco como la cal, su mirada
esquiva y sus brazos caídos a ambos lados del cuerpo la convertían
en una persona un tanto atípica. Con voz trémula preguntó por la
salud de su madre. Al tomar el nombre, Elena se sorprendió al ver
que era el mismo que el que le había dado el señor de negro.
“Familia peleada”, pensó. –La
enferma está en Reanimación –dijo Elena en voz alta para que la
oyeran ambos–. Pueden subir. –¿Cómo que pueden? –respondió
el hombre con el ceño fruncido. “Familia peleada y, además, que
no se habla”, volvió a pensar la enfermera. –Puede usted subir,
caballero. Elena le dio a cada uno un pase y se olvidó de la
intrigante anécdota. Por el momento. A los pocos minutos, la pálida
muchacha regresó a la ventanita y solicitó hablar con el médico
que atendía a su madre. Elena llamó a Reanimación, donde le
informaron de que Alicia, la anestesista, estaba en la cafetería. Le
mandó, por lo tanto, un mensaje al busca, y Alicia llamó enseguida.
Cuando Elena le contó que había una joven que quería consultar
algo con respecto a su madre, la anestesista se dirigió hacia la
recepción. Una vez allí, Alicia y la joven subieron juntas a la
tercera planta.
Dos figuras idénticas
No habían transcurrido ni quince
minutos cuando una vez más la joven apareció por la ventana de
Información, repitiendo que quería hablar con el médico que
atendía a su madre. Algo extrañada, Elena llamó de nuevo a
Reanimación. –Alicia, está aquí la joven que antes ha
preguntando por ti –le informó la enfermera. –Disculpa, no he
podido atenderla porque cuando hemos llegado he tenido que ir a
socorrer a una mujer que estaba de parto por cesárea –respondió
la doctora–. Pero no te preocupes, ahora mismo la informo. La tengo
aquí delante. Elena no podía creer lo que estaba oyendo. –No
puedes tenerla delante –alegó– porque está aquí, en
Información. Aunque la conversación se estaba desarrollando a
través de un megáfono abierto, la muchacha no intervino en ningún
momento, cosa extraña dado el trasfondo del diálogo. –¿Cómo es
la “tuya”? –dijo Alicia en tono casi cómico.
Cerca de ella, y divertidas con la
charla, se encontraban una auxiliar y una enfermera, que fueron
testigos de la insólita situación. –Tiene el pelo rubio y rizado.
Viste unos pantalones vaqueros y una camisa azul a cuadros. En el
cuello tiene una especie de gargantilla muy llamativa. Alicia
confirmó a Elena que la persona que había delante de ella era
idéntica. Sin saber qué pensar, se le ocurrió una idea para
desvelar el enigma. –Voy a dejar a la chica de arriba en la sala de
espera de Reanimación, que está vacía en este momento.
Echaré la llave. Mándame a la joven
de abajo y yo la espero a pie de escalera. Elena le dio el vale a la
misteriosa chica, esta se lo entregó al celador y subió por las
escaleras. Pocos minutos después, Elena recibió una llamada de
Alicia. Aunque había estado esperando un buen rato junto a la
escalera de la tercera planta, allí no había aparecido nadie. –¿Y
la joven de arriba? –preguntó Elena. –Ha desaparecido de la
sala. Y la llave estaba echada –dijo Alicia.
Aquello fue la gota que colmó el vaso
del desconcierto. Asustadas, llamaron al celador, quien recordaba
perfectamente los rasgos de la muchacha. Los tres recorrieron el
hospital desde la séptima planta hasta el sótano en busca del
enigmático personaje. Por más vueltas que dieron, la chica no
apareció.
Terrible experiencia
Pasaron los días y aquella señora
enferma recientemente operada fue dada de alta en Reanimación y
enviada a planta. Aunque no era frecuente que la anestesista
acompañase a los enfermos a la habitación, Alicia lo hizo en aquel
caso, picada por la curiosidad de lo sucedido con su supuesta hija.
Nada más llegar, la mujer fue recibida
por su marido y su hijo, que ya estaban en la habitación. En la
mesita de noche, una fotografía de aquella muchacha adornaba la
espartana sala. –¿Quién es la chica? –preguntó Alicia como
quien no quiere la cosa. –Es mi hija –respondió la enferma con
un suspiro. –Pues menuda broma nos gastó el otro día… –comentó
Alicia. De pronto, el marido y el hijo se abalanzaron sobre Alicia y
la echaron casi a empujones de la habitación. En ambos se apreciaba
una repentina violencia. –No vuelva a bromear con eso delante de mi
madre –dijo el joven, casi sin aliento–. Mi hermana murió hace
dos años en un accidente. Fue tal la dureza de la experiencia que
Alicia estuvo de baja durante algún tiempo, presa de una profunda
depresión.
20 años después
En un reciente encuentro con una de las
protagonistas de la historia, Elena de Teresa, esta me ofreció
algunos datos interesantes, de esos que afloran con el prisma del
paso del tiempo. Habían transcurrido dos décadas desde el insólito
encuentro y aún lo recordaba como si fuera ayer. Aunque Elena es una
mujer que suele mirar a los ojos cuando habla, le fue imposible
hacerlo con aquella joven, que parecía rehuirle la mirada en todo
momento. Le llamó la atención también que no hiciera gestos ni
movimientos.
Estaba totalmente estática, en ningún
momento movió los brazos, caídos a ambos lados del cuerpo. También
le resultó muy extraño que siempre que la joven pasaba por el hall
este estuviera casi desierto, con la única presencia del celador.
¿Fruto de la casualidad? Pero se produjeron más anomalías
relacionadas con este caso. Por un lado, cuando tiempo más tarde el
investigador navarro Juan José Benítez intentó acceder al
expediente de la enferma, este había desaparecido como por arte de
magia.
Por más que los empleados y la propia
dirección del hospital intentaron localizarlo, nunca apareció.
Tampoco la enferma regresó a la unidad para continuar su tratamiento
o para realizarse nuevas pruebas, como habría sido lo normal. No se
supo más de ella. Por lo tanto, todos los esfuerzos por localizarla
y dar respuesta al misterio fueron en vano. Además, Elena de Teresa,
tras enterarse de la terrible experiencia por la que pasó Alicia en
la habitación de aquella mujer recién salida de Reanimación,
experimentó un suceso inexplicable: su casa estuvo oliendo a
gasolina durante un mes. No logró encontrar el origen de aquel
pestilente olor. Después, todo volvió a la normalidad.
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