lunes, 7 de septiembre de 2015
La Verdadera Historia De Lucifer, El Ángel Caído.
La simple mención de su nombre parece
evocar el olor del azufre. Se le imagina como el ángel más bello de
la creación y también como el causante del mayor drama cósmico
jamás ocurrido. Cuenta la leyenda que, seducido por su propio
orgullo, arrastró a una gran parte de los ángeles que adoraban a
Dios, provocando una rebelión cuyas consecuencias. últimas son la
existencia del dolor, la maldad y la muerte en el mundo. Lucifer es
considerado desde entonces como el ideólogo del mal, el instigador
del lado oscuro del hombre, el tentador primero. Pero su historia
está llena de contradicciones, y una de ellas es la ausencia de una
verdadera historia.
Porque un acontecimiento de tal
magnitud, de tamaña trascendencia para el ser humano, no podía
pasar desapercibido para los autores de la Biblia. En sus páginas
deberíamos encontrar un relato pormenorizado del suceso y de cuáles
fueron sus causas.
Pero no es así. De hecho, el nombre de
Lucifer ya no aparece en ninguna Biblia moderna, aunque sí estuvo
presente en las antiguas. Fue borrado de la historia, pero no de la
leyenda. En realidad, todo el mito moderno de Lucifer parte de un
equívoco, de un simple error de traducción.
“Lucifer” es una palabra latina que
significa “portador de la luz”. Fue empleada por San Jerónimo en
la elaboración de la Vulgata —la versión en latín de la Biblia—
para traducir el término hebreo Helel (literalmente
«resplandeciente») de un texto de lsaías. Fue una elección
meditada, que buscaba conciliar los distintos sentidos que —según
algunos— el texto hebreo parecía contener. Y es que, ya en aquella
época, algunos “Padres de la Iglesia” habían creído encontrar
en aquellas palabras ¡la descripción de la caída de Satanás!
Hasta aquel entonces Lucifer —también
conocido como Heósforo— era tan sólo un dios menor de la
mitología grecorromana, un hijo de la diosa Aurora que nada tenía
que ver con las tradiciones judías o cristianas. Su condición de
descendiente de los dioses influyó en la elección que realizó San
Jerónimo.
Pero, ¿qué decía en realidad el
texto de Isaías? El profeta recogía la siguiente sátira, compuesta
por Yahvé evocando la derrota de su enemigo, el rey de Babilonia:
«¿Cómo has caído del cielo, astro rutilante, hijo de la aurora, y
has sido arrojado a la tierra, tú que vencías a las naciones? Tú
dijiste en tu corazón: “El cielo escalaré, por encima de las
estrellas de El elevaré mi trono y me sentaré en la montaña del
encuentro, en los confines del Safón; escalaré las alturas de las
nubes, me igualaré a Elyón (el Altísimo)”. Por el contrario, al
sol has sido precipitado, al hondón de la fosa» (Is. 14, 12-11).
La Vulgata empleó la palabra Lucifer
en la traducción de la primera frase:
«¿Quomodo cecidisti de coelo, Lucifer
qui mane oriebaris?…» Las sucesivas versiones a las lenguas
vernáculas conservarían sin traducir esa palabra latina: «¿Cómo
caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la Aurora?…» Desde
entonces, Lucifer fue considerado un nombre propio. Había nacido la
leyenda del ángel rebelde, el mito grecorromano resurgía, la
leyenda pagana se cristianizaba y el origen del mal en el mundo había
sido, por fin, hallado. Se había creado un nuevo nombre y un nuevo
personaje.
El mito sobreviviría luego al paso de
las edades y muchas leyendas medievales se nutrirían de estas
ancestrales raíces, creando relatos de gran belleza y simbolismo,
pero Isaías -su autor primigenio- sabía muy poco de mitología
clásica. Sus fuentes pertenecían a un ámbito cultural muy
diferente y el fondo de sus palabras reflejaba un drama que nada
tenía que ver con batallas cósmicas entre ángeles, pero sí de
luchas entre dioses. O al menos entre hijos de los dioses…
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