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Equipo Infinito.



miércoles, 5 de agosto de 2020

Hefesto, El Dios de la Fragua


La literatura antigua nos ha legado varias versiones acerca del nacimiento de Hefesto. Según Hesíodo, Hera engendró a este dios en solitario como venganza ante el peculiar nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus. Sin embargo, Homero cita en alguna ocasión a Hefesto como hijo de Zeus. Fuera o no hijo del padre de los dioses, el pequeño Hefesto nació deforme, sin la característica belleza que adornaba al resto de las divinidades.

Según una versión, para deshacerse de aquella repugnante criatura, Hera arrojó al niño desde lo alto del Olimpo. El pequeño Hefesto cayó durante varios días hasta que impactó contra la superficie del mar, donde le recogieron las nereidas. Éstas le criaron en la isla de Lemnos, uno de los centros de culto al dios más importantes de la Antigüedad al ser el lugar donde el joven Hefesto aprendió las técnicas de la artesanía, arte en el que se convirtió en el maestro absoluto. La caída, por tanto, no produjo la muerte al pequeño dios, pero sí dejó en él una secuela de por vida: una característica cojera que le impedía caminar con normalidad y que afeaba aún más su aspecto. Existen, sin embargo, otras versiones acerca de la caída de Hefesto desde el Olimpo. Según estas versiones, no fue Hera, sino Zeus, quien arrojó al dios desde la montaña sagrada como castigo, bien por haber participado junto con su madre en una conspiración para derrocar al rey de los dioses, bien por haber liberado a ésta de su cautiverio tras una pelea con su esposo.

La expulsión de Hefesto del Olimpo no duró mucho. Los dioses, al descubrir su habilidad como artesano y herrero, comenzaron a hacerle encargos, de modo que el prestigio del joven dios empezó a aumentar rápidamente. Su propia madre, Hera, le encargó un trono de oro y diamante para su palacio. Hefesto aprovechó esta petición para vengarse de su madre: cuando la reina Hera se sentara en el trono, quedaría atrapada en él hasta que el propio Hefesto la liberara. Una vez entregado al encargo, Hera cayó en la trampa. Pese a que todos los dioses suplicaron a Hefesto que regresara al Olimpo y liberara a su madre, éste, enojado por el trato que se le había dispensado tras su nacimiento, se negó a obedecer. Sólo Dioniso consiguió, gracias a sus artes, emborrachar a Hefesto y hacer que éste regresara al Olimpo a lomos de un burro. Una vez recuperado de su embriaguez, Hefesto aceptó liberar a Hera, pero puso una dura condición, tomar como esposa a la hermosa Afrodita. Zeus, deseoso de ver a Hera libre, no pudo negarse y le concedió a Hefesto la mano de la más bella de las diosas.

MITOLOGÍA

Toda la mitología de Hefesto gira en torno a su fealdad física y su habilidad como herrero. Como esposo de Afrodita, se encargó de que su esposa luciera aún más bella de lo que su aspecto natural ya le proporcionaba, y para ello forjó para la diosa una gran cantidad de joyas y artefactos de belleza. Pese al amor incondicional que Hefesto sentía por ella, Afrodita no correspondía sus sentimientos. Incapaz de resignarse a ser la consorte del deforme dios, Afrodita buscó consuelo en los brazos del dios de la guerra Ares. 

Sin embargo, el engaño no duró mucho. Helios, dios del sol, que desde lo alto del firmamento contempla todas las actividades de dioses y mortales, descubrió la infidelidad de Afrodita y corrió a la fragua de Hefesto para revelarle al dios el engaño. Éste, irritado, decidió urdir un engaño para humillar a su esposa y al amante de ésta. En su fragua tejió una red de plata irrompible. En un momento en el que Ares y Afrodita estaban copulando en el lecho, Hefesto les sorprendió y arrojó sobre ellos la red mágica. Los amantes quedaron atrapados por el artefacto. Hefesto, para humillarles y dejar patente la traición de su esposa, llamó a todos los dioses para que contemplaran sus cuerpos desnudos entrelazados. Afrodita, avergonzada, suplicó a su esposo que la liberara, prometiendo romper su relación con Ares. Hefesto, ablandado por las súplicas de su esposa, decidió retirar la red y terminar con el suplicio al que había sometido a los dos amantes.

En cuanto a la habilidad de Hefesto como herrero, todos los autores antiguos coinciden a atribuir a este dios la creación de la mayoría de las armas y artefactos poderosos que los dioses portaban, bien en la batalla, bien en su vida cotidiana. Entre los objetos creados por Hefesto cabe destacar las sandalias con alas de Hermes, el cinturón de Afrodita, la égida de Zeus, el carro con el que Helios surcaba los cielos, el arco y las flechas de Eros, el casco de invisibilidad de Hades… En colaboración con sus ayudantes, los cíclopes, Hefesto forjaba en su fragua la principal arma de Zeus: los rayos con los que fulminaba a sus enemigos. Algunos mortales privilegiados, como Pelope o Armonía, también disfrutaron de los regalos de Hefesto.

RELACIONES Y DESCENDENCIA

Los autores antiguos que hablan del enlace entre Hefesto y Afrodita no citan a ninguno de sus hijos, por lo que se considera que este matrimonio no tuvo descendencia. Existe una versión más antigua recogida por Homero, según la cual no era Afrodita la esposa de Hefesto sino Aglaya, una de las tres Cárites. Con Aglaya sí habría tenido Hefesto una descendencia notable: Eucleia, Eufeme, Eucenia y Filofrósine.

En la ciudad de Atenas se narraba un mito fundacional según el cual el dios Hefesto era el padre de uno de sus principales reyes, Erictonio. Según este mito, Hefesto, encendido de pasión ante la belleza de la virginal Atenea, intentó violarla. Sin embargo, la diosa se resistió, de forma que el semen de Hefesto acabó derramado en la pierna de Atenea. Ésta se limpió con repugnancia el semen del dios con un pedazo de lana y lo arrojó al suelo. La unión de la semilla del dios con la diosa Gea, divinidad de la tierra, engendró a una criatura, el pequeño Erictonio. La diosa Atenea se compadeció del niño y le crió hasta que éste se convirtió en rey de la ciudad sobre la que esta diosa ejercía como protectora.

HEFESTO EN EL CICLO TROYANO

El papel que Hefesto jugó en el ciclo troyano fue de gran importancia. Como poderoso guerrero y como hábil artesano, Hefesto siempre estuvo del lado de los griegos, poniendo sus capacidades al servicio de la caída de Troya. Aunque no conocemos motivo alguno para este alineamiento, es posible que en la decisión del dios tuviera cierta importancia el hecho de que Tetis, la nereida que le había criado tras su caída desde el Olimpo, fuera la madre de Aquiles, el principal héroe griego. 

De hecho, tras la pérdida de la armadura de Aquiles, capturada como botín por los troyanos después de Que Patroclo cayera bajo sus armas, Tetis suplicó a Hefesto que le forjara a su hijo una nueva, más bella y poderosa aún que la anterior. El dios de la fragua puso toda su habilidad al servicio de su madrastra y forjó para Aquiles un espectacular juego de armas a cuya descripción dedica Homero casi todo un canto de su Ilíada. La irrupción de Aquiles en la batalla ataviado con sus nuevas armas supuso un giro decisivo para el desarrollo de los combates que culminó con la muerte de Héctor, el caudillo troyano.

Por otro lado, en la Teomaquia, Hefesto fue el protagonista de uno de los combates más impresionantes de todos los narrados en la Ilíada. El dios de la fragua se enfrentó al Escamandro, el río protector de Troya. Hefesto, como dios de la herrería, dominaba los poderes del calor y el fuego, mientras el Escamandro hizo uso de sus corrientes acuáticas. En este enfrentamiento entre el fuego y el agua, el dios Hefesto consiguió evaporar las armas de su adversario, alzándose con la victoria.

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