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sábado, 7 de septiembre de 2019

La Leyenda de la Pelada de la Cañada


Corría el año 1885, año en que se implantaba la Ley Nacional del Servicio Militar Obligatorio. Además en ese mismo año, Leopoldo Lugones fundaba el primer Centro Socialista.

Siguiendo los acontecimientos ocurridos en ese año, diremos que el viernes 17 de mayo, llegaba al recinto de la legislatura, alrededor de las 14 horas, el triunfante nuevo gobernador a prestar juramento. Trataba de un joven abogado de 35 años de edad, que ocuparía el sillón que dejaba Don Manuel Estrada. Nos referimos al Doctor José Figueroa Alcorta, que mas tarde seria Presidente de la Nación, quien llevaba como compañero de formula al doctor Ortiz y Herrera.

Por esos tiempos, todavía Córdoba se alumbraba por las noches, con farolitos a gas de carburo de calcio y la ciudad se constituía en una aldea esencialmente religiosa, que se acostaba con murmullos de rezos y se despertaba al tañer de las campanas de sus iglesias.

Se vivía en una época de duendes y fantasmas. La superstición o la credulidad del pueblo, se entremezclaba con creencias esotéricas, donde proliferaban sucedidos y leyendas que corrían en las tertulias familiares llegando esos comentarios a atemorizar las mentes infantiles, hasta en las horas de “las inevitables siestas”, creando duendes y fantasmas, merced al clima propicio de aquella sociedad.

En cada baldío o zanjón la imaginación de aquellos habitantes creaba un fantasma, nos atreveríamos a pensar. Los lugares mas aprensivos por lo sombrío del panorama, solía ser La Cañada, culpable también de las inundaciones traicioneras.

Fue justamente en La Cañada, especialmente en el trayecto desde Las Cinco Esquinas hasta su desembocadura con él rió, que empezó por aquellos años a aparecer un fantasma, que durante largo tiempo provoco el temor de muchos cordobeses, para después convertirse en una leyenda.

Las características de este aparecido, según los comentarios, de los que decían que lo vieron: “Era movediza, tenia una lustrosa pelada, vestía de blanco y crecía y sé encogía con facilidad”. Tratabase de “La Pelada de la Cañada”. De Pronto se aparecía cerca de la Capilla del Niño Dios (que se ubicaba en la intersección de la calle San Juan y La Cañada), como por las inmediaciones de la vieja fabrica de porcelana, por la calle Rioja.

Tal vez aprovechando la fama de “la Pelada de la Cañada”sin dudas, habrían aparecido algunos imitadores. Pero lo cierto es, que entre los asaltados por este fantasma, habría un comerciante "turco" que decía se le había aparecido por la fabrica de porcelana . Lo interesante del caso, era que del susto recibido, no podía bajarse del caballo que montaba, y pretendía por ese inconveniente, hacer la denuncia desde su cabalgadura. Cuentan que el comisario no encontraba la manera de hacerlo descender del animal al denunciante y al preguntarle el “porqué de su actitud”, contestole el turco de marras:

>Pasar señor comisario, que la Velada de la Cañada, ha asustado al caballo mío y ahora no dejar bajar al pobre turco...

Preguntando en la oportunidad el Comisario:

>Usted, ¿no se asunto, amigo?

Respondiendo el turco:

>Yo simplemente ensuciar pantalones, señor comisario.


Para terminar de contar esta anécdota, diremos que tiempo después unos soldados del Regimiento 4 de Ingeniería que tenían sus cuarteles precisamente en la vieja fabrica de porcelana entre la calle Rioja y La Cañada, le hicieron una celada al fantasma, no se sabe si fue el autentico, y le dieron una soberana paliza.

Historia

La pelada de la cañada era el fantasma mas temido en la década del ´40. Se aparecía en el calicanto de la cañada, entre las calles Duarte Quirós, Montevideo y Bulevar San Juan, en lo que hoy es Pueblo Nuevo-Güemes.

Según Azor Grimaut, en su libro Duendes en Córdoba, “la pelada” aparecía bajo dos imágenes distintas. La primera es descrita como un bulto de mujer de baja estatura, con un manto que le cubría la cabeza, ocultando el rostro.

Los vecinos que tenían sus ranchos en la rivera de la cañada, se encerraban en sus casas al resonar las ocho campanadas de Santo Domingo en invierno. Evitando cualquier encuentro con este anima, que salía al encuentro de los trasnochados y de los madrugadores. Aparecía de repente en medio de la oscuridad y perseguía al desprevenido con un llanto que hacia conmover a cualquiera. Ante el farol en la llamada “cinco esquinas” se quitaba el manto dejando ver un rostro cadavérico y una cabeza rasurada, de allí el apelativo.

Los borrachos que frecuentaban la zona desaparecían por temporadas ante el encuentro con esta figura.

La segunda versión de la pelada tenia la misma descripción, la diferencia radicaba en que una era llorona y la otra no. Además esta era bromista, y solía robar a sus victimas. Esta pelada sabía alejarse de la zona de la cañada.

La pelada dejo de aparecerse luego que se encauzo la cañada, para evitar las inundaciones que se producían en la zona. O por lo menos su aparición quedo en el más absoluto secreto…

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