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Equipo Infinito.



jueves, 1 de junio de 2017

El Gauchito Gil Una Devoción A La Libertad



Dijo el Gaucho Gil: « Cuando mi sangre inocente llegue derramada a Dios, volverá convertida en favores para mi pueblo ».

Antonio Mamerto Giles Nunes (tal su verdadero y completo nombre), fue un ser simple y común que tras su trágica muerte se convirtió en uno más de los “santitos” argentinos; elegidos por el pueblo devoto como intermediario entre sus súplicas y el Altísimo Creador.

Si bien en su Corrientes natal es, desde hace muchísimos años, muy común ver los estandartes rojos que caracterizan sus santuarios, los fieles se han encargado de llevarlos a diversas partes del país.

Como en la mayoría de los casos, el Gauchito Gil no fue en vida un místico ni un profesante religioso, pero la muerte violenta e injusta lo transforma en un mártir, en un ser especial, capaz de conceder los más diversos favores.

Su historia cuenta que corría el año 1876 cuando en la provincia de Corrientes se sucedían las luchas civiles entre los liberales y los autonomistas. Fue en esas circunstancias que el Jefe Departamental de Mercedes (una importante localidad correntina), el Coronel Juan Zalazar (un liberal, veterano de la guerra contra el Paraguay) decide incorporar a los campesinos para luchar contra los autonomistas. Entre esos pacíficos hombres de campo se encontraba Antonio Giles que en contra de su voluntad debió partir con la tropa para el enfrentamiento.

Cuando el grupo acampó cerca del campo de combate, Gil decidió desertar de este ejército, ya que la noche anterior había tenido un vívido sueño, donde un ángel le dijo: «no derrames la sangre de tus semejantes».



Al día siguiente, el Cnel. Zalazar recibió la noticia de la suspensión de la lucha armada, ya que momentáneamente se había solucionado el conflicto, no obstante al ser informado de la deserción del gaucho Gil, ordena que una comisión vaya en su búsqueda, entendiendo que permitir su huida era un mal precedente y un mal ejemplo para su tropa. Fue así que partió la comisión en persecución del fugitivo.

Los perseguidores sabían que Gil frecuentaba la casa de una bella joven en el lugar en el que en la actualidad se bifurcan las rutas 119 y 123 que unen las ciudades de Curuzú Cuatiá y Paso de los Libres.

Efectivamente allí lo encontraron y tal su costumbre pacífica se entregó sin luchar. Partieron los uniformados con el prisionero hacia la ciudad de Goya, donde debía ser juzgado, aunque por lo general los desertores no llegaban al juicio, porque los rudos soldados interpretaban la huida como una gran cobardía y se encargaban de matarlos, con pretextos de intentos de fuga, agresividad o suicidios.
Antonio Gil tuvo una oportunidad de salvar su vida, ya que un Coronel de apellido Velásquez, conocido de Gil que sabía de su hombría de bien y lo apreciaba mucho, pidió a Zalazar el perdón para el prisionero y este se lo concedió. Pero el perdón llegó tarde; ya que la partida decidió su ejecución y así lo hizo. El 8 de enero de 1878, a tres kilómetros de la ciudad correntina de Mercedes, el gaucho Antonio Gil fue colgado de los pies en un frondoso quebracho y degollado con su propio cuchillo, iniciándose allí la devoción popular al “Gauchito Gil”.

Cuenta la leyenda que momentos antes de ser ejecutado Gil le dijo al Sargento encargado del grupo: « tu hijo se está muriendo, pero como es inocente, voy a pedirle al Señor Bendito que lo resucite esta misma noche, aunque se que vos me vas a matar estando en camino mi perdón ».



Efectivamente, cuando el Sargento volvió a su hogar se encontró con el milagro que salvó la vida de su hijo, por lo que muy consternado y arrepentido de haber participado de la ejecución del inocente gaucho, hizo con sus propias manos una gran cruz con madera de ñandubay, caminando luego más de dos leguas llevando el pesado madero al hombro, hasta el lugar de la ejecución.

A partir de ese momento, los lugareños comenzaron a venerar al gaucho muerto, pidiéndole favores y agradeciéndole con velas y banderas de color rojo (simbolizando la sangre inocente derramada).

Se cuenta también que el dueño del campo donde se encontraba la cruz, preocupado por la cantidad de velas prendidas en el lugar y con el temor de un incendio en su propiedad, pidió a la policía que llevara la cruz al cementerio donde descansan los restos. Cuando esto se llevó a cabo sus desgracias comenzaron, sus animales morían inexplicablemente, su cosecha se malograba e incluso su salud comenzó a deteriorarse. Una mañana, antes del amanecer se despertó sobresaltado y saliendo al patio se encontró con la figura del Gauchito Gil que le pedía que retornara su cruz al lugar.

El estanciero, vividamente emocionado y arrepentido, no solo trajo nuevamente la cruz al lugar, sino que también mando construir una capilla para venerar al “santito” y proteger las velas del viento.

Este hecho fue sin dudas determinante para que la creciente fama del “gaucho milagroso” se afianzara y no solo perdurara entre los correntinos, sino que también se extienda a puntos lejanos del país; donde siempre se encontrarán, banderas rojas y miles de ofrendas de las mas variados características y orígenes.

Aunque sin dudas, Mercedes es el lugar mas importante de veneración. Allí cada 8 de enero todo un pueblo y fieles llegados de distintos lugares de Argentina y países limítrofes se juntan para rendir culto y veneración al “Gauchito Gil”.

Ese día especialmente, desde la madrugada se ven grandes concentraciones de fieles llegando de las mas diversas maneras: agrupaciones gauchescas con sus mejores monturas, con los más elegantes aperos y portando las características banderas rojas; miles de autos, motos, bicicletas e incluso caminantes. Todos portando sus banderas rojas con frases de agradecimiento y pedidos al gaucho milagroso que nunca se olvida de su pueblo.

Es muy común en el santuario de Mercedes ver campesinos bajar de sus caballos, lanzar un fuerte “sapucay” en honor al Gaucho, y arrodillándose, rezar tres Padre Nuestro y tres Ave Maria y luego continuar su camino.

Como no podía ser de otra manera, también en la ciudad de Paraná se alzan varios santuarios de devoción al Gauchito. Seguramente el más conocido y visitado es el que se encuentra ubicado en el Acceso Norte y es un oasis de paz al lado de la ruta, donde flamean las banderas rojas y donde una modesta construcción alberga los objetos más diversos que hablan de agradecimientos y favores recibidos.
Este lugar –que ha soportado más de una vez el embate de los que se sienten molestos ante la devoción popular-- sigue en pie gracias al trabajo silencioso de Mario Godoy y su familia, que todos los días están allí, custodiando el espíritu de libertad que significa para los devotos “El Gauchito Antonio Gil”.



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