lunes, 1 de septiembre de 2014
Vampiros y Personajes Históricos
Más
conocido como Barba Azul, Gilles de Rais fue un aristócrata francés
que vivió durante el siglo XV. Compañero de armas de Juana de Arco
y un héroe nacional de la Guerra de los Cien Años, fue considerado
en su tiempo como la reencarnación del mismo demonio y un
desenfrenado homosexual, del que se dice que llegó a sacrificar más
de ochocientos niños, a los que hacía raptar y llevar a su
castillo. Allí cometía con ellos los más aberrantes rituales de
magia negra y satanismo, de los que no se excluían prácticas como
la violación o el descuartizamiento de los cuerpos, con el fin de
procurarse la piedra filosofal que le concedería fortuna y vida
eterna.
Por
su parte, Erzsébet de Báthory, la Condesa sangrienta, fue miembro
de una ilustre familia húngara, y vivió entre los siglos XVI y el
XVII. Las campañas militares de su marido hacían que la condesa
Báthory se viera obligada a pasar largas temporadas sola, así que
comenzó a reunir a su alrededor una cohorte de encantadores, brujos
y alquimistas que la iniciaron en las prácticas de magia negra.
Convencida de que si se bañaba en sangre de doncellas conservaría
su hermosura indefinidamente, inmoló para estos sangrientos rituales
más de seiscientas víctimas reclutadas entre las campesinas de sus
posesiones.
Otro
de los más famosos criminales de la historia es el alemán Peter
Kürten, conocido como el Vampiro de Dusseldorf, un sádico cuya
mayor satisfacción era beber la sangre directamente de la herida que
infligía a sus víctimas. La sucesión de crímenes que tuvo lugar
en Colonia en los primeros años del siglo XX produjo el mismo pánico
que la acontecida en Londres en tiempos de Jack el Destripador y fue
justificada por el propio asesino en una serie de cartas que, una vez
en prisión, dirigió a los familiares de sus víctimas, en las que
hablaba de su necesidad de sangre, del mismo modo que otros necesitan
el alcohol.
El
más famoso de todos es sin duda Vlad Tepes, Príncipe de Valaquia,
en cuyo personaje se inspiró Bram Stoker para escribir su célebre
obra Drácula.
Nació
hacia el 1428 y murió en 1476.
El
apodo fue una herencia de su padre, príncipe del antiguo señorío
de Valaquia, situado a orillas del Danubio, a quien sus súbditos
concedieron el calificativo de Dracul (término rumano que significa
'el Diablo') por su extrema crueldad. El pequeño Vlad, tercero de
los hijos del señor de Valaquia, fue desde su infancia Draculea, o
lo que es lo mismo, 'hijo del Diablo', sobrenombre al que se añadió
con el tiempo el no menos terrible de Tepes, 'el Empalador', por ser
este el castigo que aplicaba contra sus enemigos.
Los
escasos datos biográficos que ha transmitido la historia acerca de
este personaje no son demasiado esclarecedores. Todo parece indicar
que nació cerca de la ciudad transilvana de Sighisoara, donde vivía
su padre por aquel entonces, en fecha que se desconoce, y casi seguro
tuvo que ayudar desde muy joven a defender el trono de Valaquia, por
el cual luchaban húngaros y rumanos desde hacía mucho tiempo; de
hecho, la mayor de sus preocupaciones durante su vida fue conservar
el principado, para lo cual tuvo que aliarse con sus enemigos
declarados, los turcos. Sus deseos de recuperar su trono, que le
había sido arrebatado por el príncipe húngaro Vladislav II, le
hicieron alejarse poco a poco de los turcos y, hacia 1456, estrechar
relaciones con el príncipe Iancu de Hunedoara, quien años antes
había hecho ejecutar al padre de Vlad, y que a la sazón luchaba con
el príncipe Vladislav por la posesión de las ciudades que éste
tenía en Transilvania.
Tepes
no desaprovechó la oportunidad que se le presentaba de recuperar de
nuevo el control de sus dominios y, viendo que el rey de Bohemia,
Ladislao V de Habsburgo, veía peligrar sus intereses en la zona en
conflicto, solicitó de éste un ejército con el que entrar en
combate y, pocos meses más tarde, volvía a reinar en Valaquia. En
1457, los príncipes húngaros y alemanes, temerosos del fuerte
impulso independentista que el valaco estaba imprimiendo a su
reinado, se aliaron entre sí y emprendieron una campaña popular
contra él, que terminó cuando Vlad hizo empalar a los cabecillas
rebeldes, a los que previamente había hecho cavar sus tumbas. Así
pues, el que para unos era un héroe nacional, ardiente defensor de
la independencia de su país, para otros fue un sádico, que
torturaba a sus víctimas innecesariamente, tan sólo por su propio
placer.
Una
vez establecido en su trono, el siguiente problema que Tepes tenía
que encarar era la cuestión turca, que en los últimos tiempos se
había visto agravada ante la negativa del valaco a pagar tributos.
Cuando el sultán Muhammad II le citó cerca de Bucarest con una
excusa banal, Vlad fingió caer en la trampa, e incluso acudió con
generosos regalos para el de la media luna, quien, confiado en su
astucia, no se dio cuenta que los encargados de transportar los ricos
presentes eran soldados del séquito del príncipe, que apresaron a
los otomanos y volvieron con ellos a Tirgovisthe, la capital valaca,
donde una vez más se ejecutó con ellos el castigo que había hecho
famoso a Draculea, el empalamiento.
Animado
por el triunfo, el voivoda continuó avanzando hacia Estambul sobre
la orilla derecha del Danubio, diezmando las tropas turcas (sus
víctimas se contaron en número de veinticuatro mil, entre soldados
y civiles, como cuenta él mismo en una carta dirigida al soberano
Matías Corvino); la oportunidad de poner fin al poderío turco era,
pues, de oro, algo que no supieron ver los príncipes cristianos, que
no prestaron al valaco ninguna ayuda. Así las cosas, el sultán
Muhammad II reunió el mayor ejército jamás visto (un cronista de
la época da la cifra, sin duda exagerada, de doscientos cincuenta
mil hombres) y aprestó a los hombres a la lucha, que estaría
reforzada por una flota en el Danubio. Contra todo este aparato
bélico, Vlad sólo podía oponer su pequeño ejército de diez mil
hombres y recurrir a estrategias como la guerra de guerrillas y la
tierra quemada que, sin embargo, le valieron el triunfo sobre el
Sultán. Éste se vio obligado a ordenar la retirada y presentar la
rendición, pero mediante una serie de intrigas políticas consiguió
que el propio rey Matías ordenase encarcelar a Tepes. Durante los
doce años que duró su cautiverio, desde 1462 a 1475, fue su hermano
Randu quien ocupó el trono de Valaquia, que puso prácticamente en
manos turcas.
La
historia no aclara debidamente en que momento Vlad consiguió salir
de la prisión, pero se tiene constancia de que tomó parte en la
batalla de Vaslui, en la región de Moldavia, el 10 de enero de 1475,
a las órdenes de Esteban Báthory, y también de que al año
siguiente el príncipe volvía de nuevo a tomar posesión de su
trono. Pocas semanas más tarde fue sorprendido sin su escolta por
los turcos, asesinado a traición y su cabeza fue exhibida en
Estambul.
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