miércoles, 3 de septiembre de 2014
La Ojáncana
La
ojáncana también llamada "la novia del ojáncano" por las
pérfidas maldades que tiene con él en común, es una gran criatura
humanoide y de terribles rasgos físicos: carichata y macrocéfala,
adornada con greñas de cabello oscuro, sucio y alborotado.
Con
enormes y retorcidos dientes que surgen de su sobresaliente labio
inferior imitando a los de un jabalí y con una piel escamosa y
agrietada.
Pero
la más característica deformidad es el gran tamaño de sus pechos
que caen alargados como bolsas y que puede cargarlos a la espalda,
acto que suele realizar cuando caza, está enfadada o huye.
Le
gusta cazar los niños que se pierden por el bosque, con los que se
alimenta. Primero les roba toda la sangre, para ella el más
exquisito licor, y más tarde los devora a grandes dentelladas.
Cuando
no dispone de sus infantiles víctimas, se tiene que conformar con
comer animales, que acumula en sus antros lobregos y profundos,
generalmente cuevas oscuras El Ojáncano no se reproduce en pareja,
su nacimiento es de lo más curioso. Cuando un Ojáncano está viejo,
los demás lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve
dentro y lo entierran bajo un roble. Al cabo de nueve meses, salen
del cadáver unos gusanos amarillos, enormes y viscosos, que durante
tres años serán amamantados por una Ojáncana con la sangre que
mana de sus voluminosos pechos y de este modo pasan a convertirse en
Ojáncanos y Ojáncanas.
En
los umbrales de estos lugares es donde algunos lugareños dejan carne
o pan de mijo junto a cuencos de leche o sangre de animales confiando
evitar sus continuas salidas de caza de hombres, niños y rebaños.
Se
rumorea que existen ojáncanas en numerosas cuevas de Cantabria: en
la Penilla de Cayón, Santurce de Toranzo y Cieza en Torrelavega.
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