martes, 11 de agosto de 2020
El Expreso al Infierno
Laura era una mujer
que viajaba mucho, por su trabajo como diseñadora de modas tenía la
obligación de viajar a distintas partes del mundo. Pero a donde más
disfrutaba viajar era a Europa, pues ella la consideraba la cuna de
la moda y donde los mejores diseñadores radicaban.
A Laura, en Europa,
le fastidiaba viajar en avión, pues prefería los medios de
transporte mas anticuados: El Tren y El Barco. Pero sobre todo
prefería viajar en tren, le relajaba el sonido de las vías férreas
y el movimiento lineal de los vagones. Le gustaba leer mientras
gozaba el paisaje a través de su ventanilla, escuchaba su iPod, y
pensaba miles de pequeños sueños.
Laura era felizmente
soltera, sabía lo difícil que sería mantener una relación debido
a sus constantes salidas, así que no se molestaba en tener una
relación a esas alturas, mucho menos tener hijos, exigía tiempo que
no tenía.
En uno de sus tantos
viajes a Paría, Laura había tenido otro exitosos desfile de modas
en el patio del museo del Louvre y tuvo el lanzamiento de su línea
de ropa “Princess Dream” recibida con un éxito rotundo. Este
desfile le trajo a Laura una victoria mas.
Cuando hubo
terminado la celebración se apresuró a ir a su hotel por su
equipaje, pues tenía que tomar el tren hacía Londres para otro
desfile de modas. Este desfile era el más importante del año, se
llevaría a cano en “Stamford Bridge” el estadio del equipo de
primera división de futbol Chelsea. Sabía que el campo sería
convertido en una pasarela y las gradas y butacas para espectadores
de la buena moda y diseñadores de talla mundial.
Se sentía nerviosa,
pues quería que todo fuese perfecto, no habría lugar para el mas
mínimo error así que ella misma supervisaría todo antes de que
empezara el desfile.
Empacó sus cosas y
salió rumbo a la estación de trenes, en el camino sacó su boleto
del Expreso de Oriente y lo mantuvo preparado para abordar el tren.
Cuando arribó a la estación, se fue directo al andén para esperar
su tren. Había poca gente pues ya era algo tarde, eran las 12:45 de
la madrugada y también los empleados estaban escasos. Se sentó en
una banca de madera y sacó su blog de dibujo, ideó un nuevo modelo
de vestido y pensó lanzarlo un mes después.
Un tren arribó a la
estación, pero no era el de Laura. La gente hizo una fila para
abordarlo. Cuando partió, el andén quedó semivacío a excepción
de ella y unas cuantas familias.
Después de quince
minutos arribó otro tren, pero tampoco era el de Laura, las últimas
personas que la acompañaban en el andén subieron al pesado
transporte y se fueron. Ahora solo quedaba ella en la estación, el
silencio absoluto hizo que le recorriera un tremendo escalofrío por
toda la espina dorsal. Se extrañó de que su tren no llegara y el
pendiente la dominó, temía no estar a tiempo para si pasarela, a su
remate en el lujoso edificio de su carrera.
Comenzó a caminar
de un lado a otro, impaciente por la tardanza del expreso, y no se
arriesgó a buscar a algún empleado, porque si en ese rato arribaba
el tren seguramente lo perdería. Así que esperó.
Ya eran las 2:06
cuando vió a lo lejos una pequeña luz acercarse a la estación,
Laura respiró aliviada, con suerte llegaría a Londres a las seis de
la mañana para supervisar el montaje de la pasarela en Stamford
Bridge.
La locomotora se
acercó y se detuvo frente a Laura, no era el expreso de oriente, era
un tren que se veía viejo, casi de los años cuarenta, algunas
partes se notaban oxidadas y los vagones deteriorados. A pesar de eso
había gente asomando las caras anunciando que era un medio de
transporte.
¡Señores
pasajeros, directo a Londres. Suban al tren! anunciaba el boletero.
Laura se extrañó,
pues no era el expreso de oriente.
Disculpe señor dijo
dirigiéndose al boletero. ¿Qué ha pasado con el Expreso de
Oriente?. Verá, yo voy a Londres, pero no tengo boleto para este
tren.
El Expreso está
indispuesto, señorita. Pero con todo gusto le recibiré su boleto y
la llevaremos a Londres. contestó cortésmente el hombre.
Dudó un instante,
pero le urgía llegar cuanto antes a Londres así que tomó su
equipaje y, aún dudando un poco, abordó el tren. Le fue asignado
uno de los cuartos mas lujosos del viejo tren y ella se sentó a
descansar un poco antes de llegar a hacer corajes.
El pesado vehículo
de hierro comenzó a moverse y Laura se relajó un poco mas y se
dispuso a dormir en lo que arribaba a Londres.
Quizá había pasado
poco mas de una hora cuando Laura se sobresaltó, el tren se había
sacudido de una manera muy brusca, el sueño se le voló y no pudo
volverlo a conciliar, así que mejor miró por la ventana. Afuera
estaba muy oscuro, no alcanzaba a ver mas allá de las tenues luces
que salían de los vagones. El tren seguía su marcha sin desviarse,
y todo estaba muy callado, lo atribuyó a que los pasajeros dormían.
De repente un ruido
llamó su atención, pareciera como si algo estuviera arañando la
pared del compartimiento de junto, el ruido le resultaba incómodo y
dio tres toquidos a la pared de madera; el ruido cesó y la
tranquilidad volvió a reinar. Laura se volvió a acomodar para
tratar de volver a dormir. Pasado un rato el mismo ruido la hizo
sobresaltar, de nuevo arañaban la pared, no lo soportó mas y salió
a callar a quien estuviera provocando ese fatal ruido, fue al
compartimiento contiguo y abrió la puerta, para su sorpresa estaba
vacío y ella pensó que el bromista se había ido para esconderse de
ella.
No estaba dispuesta
a que le tomaran el pelo, así que fue a buscar al boletero para
acusar a quien resultara responsable, recorrió los pasillos del
lujoso tren en busca de aquel hombre y cuidando no molestar a los
demás pasajeros.
El silencio era muy
pesado que podía oír los latidos de su corazón y el sonido de los
rieles muy lejano, caminó cuidando no caer y mirando por curiosidad
a la ventanas: la gente dormía plácidamente en sus compartimientos.
Sin tener éxito en
su búsqueda Laura regresó a su asiento, trató de relajarse y
prepararse emocionalmente para su desfile. De nuevo los arañazos en
la pared, pero esta vez ella estalló:
¡Cállate maldita
sea! gritó arrojando su bolsa de mano contra la paerd. ¡Cállate
imbécil!
Hubo un momento de
silencio y después un fuerte golpe en la pared, se asustó tanto que
salió de su compartimiento y se asomó al de a lado, no había
nadie, entró esperando hallar escondido al responsable de tan mala
noche, buscó debajo de los asientos, en el maletero y no había
nada.
Se quedó quieta
pensando un momento, cuando otro fuerte golpe se escuchó, esta vez
del lado del compartimiento donde ella estaba. Pegó un grito y salió
corriendo del vagón. Quería llegar a la locomotora para hablar con
el conductor, no quería terminar el viaje sola.
Entró al siguiente
vagón, estaba oscuro, a tientas se abrió paso.
¿Hola? llamó
esperando una respuesta, pero nadie respondió. Tropezó con lo que
parecía ser un saco, pero no logró ver nada. Siguió caminando, de
repente un fuerte olor se dejó sentir, olía horrible, como a huevos
podridos. Casi vomita, se aguantó tanto como pudo y caminó aprisa.
Sin saber como llegó a la puerta del vagón, la abrió y pasó al
siguiente. Una tenue luz iluminaba el pasillo, se escuchaban
murmullos. Laura llena de terror siguió avanzando, de los
compartimientos salía luces intermitentes de color rojo, sin
resistir la curiosidad se asomó para ver lo que había dentro.
Había allí unas
personas arrodilladas, como rezando, no se les entendía nada;
intentó llamar su atención y tocó el vidrio. Un grito salió de su
garganta, detrás del cristal esas personas no tenían ojos, ni
nariz, golpeaban desesperadamente la puerta tratando de salir. Laura
llorando emprendió la carrera por el pasillo que parecía que no
tuviera fon. A su paso se topaba con gente mutilada que con gemidos
clamaban su ayuda. No se detuvo para nada ni por nadie, solo quería
salir de allí.
Cuando por fin topó
con la puerta del siguiente vagón la abrió con desesperación,
envuelta en llanto cerró la puerta tras de si y puso el seguro. Ese
vagón lucía mucho mas tranquilo, pensó que todo había sido
producto de su imaginación y caminó por el pasillo. Todas las
habitaciones estaban cerradas, excepto una. Estaba abierta de par en
par y desde dentro emanaba una luz muy fuerte. Laura poco a poco se
acercó y se asomó.
Dentro había una
señora de edad sentada en el sillón.
Hola, Laura la
saludó.
¿Cómo sabe mi
nombre? preguntó asustada.
Sé muchas cosas de
ti
¿Quién es usted?.
La dama misteriosa
se levantó, Laura no podía verle el rostro, lo tenía cubierto con
un denso velo blanco.
Te conozco más que
a ti misma Laura Elizabeth le dijo llamándola por su nombre
completo.
No soy diferente a
una pariente tuya.
La mujer extendió
su brazo dejando ver una mano descarnada, Laura gritó y se echó
para atrás, el movimiento del tren casi le hizo caer.
La mujer se quitó
el velo revelando el rostro de la madre de Laura, muerta hacía dos
años de un violento cáncer.
Hija, por fin
estaremos juntas
¡No!. ¡Tú estás
muerta! vociferó Laura
Y pronto tu también,
a donde vamos solo hay tormento. A donde va este tren es al
sufrimiento eterno y fui enviada e llevarte conmigo dijo la mujer.
¡No! Laura se
levantó y corrió hacia le otro vagón. Entró sin vacilar en él,
parecía normal excepto porque las puertas estaba caídas, las
ventanas rotas y la madera vuelta astillas.
Caminó con cuidado
de no lastimarse, había silencio, no se escuchaba excepto los rieles
del tren. Laura respiró hondo tratando de calmarse, sintió que el
tren ganaba velocidad, como si bajaran por una pendiente, más y más
velocidad, tuvo que sujetarse para no caer, el tren iba cada vez mas
rápido. Sin más se dejó escuchar un estruendo parecido al de un
trueno, pero esto fue como si hubiese caído dentro del tren. Una
tremenda sacudida derribó a Laura y un calor abrasador se sintió en
el vagón. El sudor escurrió por su cara y empapó su blusa, ¿qué
era aquello?, no sabía donde estaba. Un eco de llanto se escuchó a
lo lejos, Laura se estremeció al oir aquello. Lamentos desgarradores
podía escuchar, y sintió como el terror hacía presa de ella.
Poco a poco se
levantó y caminó por el extenso vagón, también era largo y
parecía no tener fin. Detrás de los cristales de los
compartimientos no podía ver mas que negrura, no había nada, solo
el vacío. Avanzó un poco mas, escuchó claramente el llanto de un
bebé, se asomó a la ventana y vió a su madre acunándola en la
mecedora. Caminó un poco mas y en el siguiente se vió jugando en al
jardín de su casa, su cumpleaños, su graduación, momentos felices.
Pero a partir del séptimo compartimiento la perspectiva cambió, vió
cuando su padre la golpeaba a ella y a su madre, cuando no pudo
salvar a su mejor amiga de morir atropellada, cuando uno de sus
novios quiso abusar de ella. Muchos recuerdos de dolor que parecían
más que los buenos, lloró, maldijo, pateó y su alma cayó en una
profunda tristeza.
¿Señorita? sonó
una voz. Laura levantó la cabeza: era el boletero.
Señor, ¿qué pasa
con este tren? preguntó Laura.
¡Ah, niña!. Este
tren es de los condenados al castigo eterno. Y tú, ingenua mortal,
has subido en él . En ese momento el tren comenzó a disminuir la
velocidad.
Eso que oyes son las
almas condenadas, luchando y rogando por no tener el destino que les
depara la forma del hombre comenzó a cambiar, ahora tenía pezuñas,
cola y cuernos.
¿Quién es usted?
preguntó Laura
Soy el juez, el que
decidirá tu destino. Soy Minos contestó.
¿Y a donde voy?
insistió Laura
Jajajaja. Por lo
visto no entiendes nada mortal. Eres escéptica y estúpida El tren
frenó por completo, Minos tomó a Laura y la condujo a la puerta por
donde había abordado. Fuera se veía negrura, y ahora si el silencio
era absoluto.
¿Dónde estamos?
preguntó asustada
En el único lugar
al que jamás querrías entrar… ¡El Infierno! contestó Minos
abriendo la puerta.
Las llamas que
entraron quemaron a Laura, gritaba y se sacudía. La risa del
príncipe de las tinieblas se escuchaba tétrica en todos lados. Las
almas perdidas comenzaron a salir del tren en una cascada lúgubre.
Las manos descarnadas arrastraron a Laura, ella se aferró a las
puerta negándose a caer.
¡Te condeno a morir
quemada a fuego lento, y cuando mueras, resucitarás y morirás de
nuevo por toda la eternidad! le dijo Minos pisando sus manos
obligándola a soltarse.
Las almas
arrastraron a Laura hacía el abismo, mientras su piel se carbonizaba
poco a poco caía en las llamas perpetuas. Minos cerró la puerta,
sellando el pavoroso destino de Laura. Sus gritos se fueron apagando
hasta perderse en las llamas del averno.
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