viernes, 7 de agosto de 2020
Diomedes
Diomedes es uno de
los principales héroes griegos que combatieron en la guerra de
Troya. A pesar de que en la Ilíada de Homero se le presenta como uno
de los guerreros más poderosos, capaz incluso de hacer frente a las
mismas divinidades, la figura de Diomedes es una de las menos
conocidas por el público en general. La mayor parte de las
adaptaciones modernas del mito prescinden del personaje y se centran
en el resto de los héroes, motivo por el que Diomedes apenas es
conocido y recordado hoy en día.
DIOMEDES ANTES DE LA
ILÍADA
Diomedes era hijo
del rey Tideo, de lo que recibe el nombre de Tidida. Su madre,
Deípile, era hija de Adrasto, rey de Argos, ciudad cuyo trono heredó
Diomedes. La tradición no nos ha legado muchos datos acerca de la
juventud de Diomedes, más allá de su matrimonio con Egialea, que
según unas fuentes era su prima y según otras su tía.
El padre de
Diomedes, Tideo, fue uno de los caudillos que participaron en la
expedición de los llamados Siete contra Tebas, todos los cuales
murieron en la batalla para conquistar la ciudad beocia. Diomedes,
junto con los demás hijos de los caídos, juraron durante las honras
fúnebres de sus padres, vengar su muerte conquistando Tebas algún
día. Estos jóvenes, conocidos como los Epígonos, se reunieron diez
años después bajo el mando de Alcmeón, logrando convocar un
poderoso ejército que consiguió tomar la ciudad de Troya. Ya en
esta guerra y a pesar de contar sólo con quince años, Diomedes se
mostró como uno de los mejores guerreros, ganándose el respeto de
sus compañeros. Tras esta guerra, Diomedes regresó a Argos, donde
su abuelo Adrasto acababa de morir. Fue coronado rey y se convirtió
de este modo en uno de los soberanos más poderosos de toda Grecia.
Diomedes fue uno de
los pretendientes de Helena que, tras ser ésta entregada en
matrimonio a Menelao, se comprometieron por juramento a acudir en su
ayuda si algún hombre trataba de arrebatarle a su esposa. Fue
después de fracasar en su intento de casarse con Helena cuando
Diomedes se casó con Egialea.
Al declararse la
guerra de Troya tras ser Helena secuestrada por Paris, Diomedes hizo
honro al juramento, poniendo al servicio del ejército griego un
total de ochenta naves, el tercer contingente más numeroso después
de los de Micenas y Pilos. Su prestigio entre el resto de los
Epígonos que habían combatido contra Tebas, llevaron a algunos de
ellos, como Esteneleo y Euríalo, a unirse con él y aceptar su
mando. Desde el comienzo de la campaña, Diomedes demostró que no
sólo era un poderoso guerrero, sino también un buen orador, un
hábil estratega y un astuto urdidor de planes. Fue este carácter
artero el que llevó a Diomedes a congeniar con Odiseo, rey de ítaca,
con el que trabó una gran amistad. Ambos, Diomedes y Odiseo, se
convirtieron muy pronto en los hombres de confianza de Agamenón, rey
de Micenas, tal y como demuestra el hecho de que fueran ellos los
encargados de llevar a la pequeña Ifigenia a Áulide, donde sería
sacrificada para que las naves griegas pudieran llegar a Troya. En
todas las versiones que transmiten las fuentes acerca de la muerte
del rey Palamedes, el hombre que había desenmascarado a Odiseo para
obligarle a acudir a Troya, Diomedes colabora con el rey de ítaca en
mayor o menor medida.
DIOMEDES EN LA
ILÍADA
Desde el momento en
el que estallan las hostilidades entre griegos y troyanos, Diomedes
se convierte en uno de los más firmes baluartes de los ejércitos
aqueos. Diomedes es el más fuerte de los caudillos argivos, sólo
superado por Áyax y Aquiles, pero superando él a éstos en
templanza e inteligencia.
Los libros V y VI de
la Ilíada son conocidos como la “aristeía” de Diomedes, una
larga sucesión de versos en los que se narran las hazañas del héroe
en lucha contra sus enemigos. Todo comienza con la intervención de
la diosa Atenea, que infunde en Diomedes un valor especial para
entrar en la batalla y no amedrentarse ante sus enemigos. Además, la
diosa concede al héroe el poder de distinguir qué combatientes eran
mortales y cuáles eran dioses camuflados como tales. Investido de
tales poderes, Diomedes parte a la batalla y consigue exterminar a un
gran número de troyanos, incluyendo dos hijos de Príamo. Eneas, al
ver la masacre que Diomedes está causando entre las filas troyanas,
decide enfrentarse a él ayudado por Pándaro, su auriga y arquero.
Tras matar a Pándaro, Diomedes se enfrenta a Eneas, arrojándole una
gran piedra encima. Cuando está a punto de matarlo, la diosa
Afrodita, madre de Eneas, se presenta para tratar de salvar a su
hijo. Diomedes no duda en atacar a la diosa y consigue herirla en una
mano con su lanza, tras lo cual Afrodita huye hacia el Olimpo.
El dios Apolo se
presenta entonces en el campo de batalla, dispuesto a doblegar al
insolente mortal que se atreve a atacar a los dioses. Aunque llega a
atacarle hasta tres veces, finalmente Diomedes desiste en su intento
de combatir contra el dios y se retira del campo de batalla, no sin
antes llevarse los caballos de Eneas, dos bestias inmortales
descendientes de los caballos del mismo Zeus. Apolo, irritado, pide
ayuda a Ares, dios de la guerra, que desciende al campo de batalla
para equilibrar la situación tras la matanza perpetrada por
Diomedes. La propia Atenea decide entonces intervenir, haciendo que
Diomedes regrese al campo de batalla con ella misma como auriga
dirigiendo su carro. Dado que Atenea va tocada con el yelmo de Hades,
que le confiere invisibilidad incluso a ojos de los dioses, Ares cree
que es sólo Diomedes el que se dirige hacia él, por lo que se
decide a hacerle frente. Es en ese momento cuando Atena dirige el
brazo del héroe, que arroja su lanza contra el dios y le alcanza de
pleno, causándole un gran dolor y un colosal estallido de cólera.
En el curso de este
mismo combate, se produce el encuentro de Diomedes y el troyano
Glauco, un gran guerrero con el que combate y entabla conversación.
Al descubrir ambos que sus familias están unidas por lazos de
hospitalidad, deciden intercambiarse regalos y dejar de combatir. Sin
embargo, gracias a la intervención de Atenea, que nubla el
entendimiento de Glauco, los regalos que Diomedes recibe son mucho
más valiosos que los éste entrega a Glauco.
En un episodio
conocido como la “Dolonía”, Diomedes es elegido junto con Odiseo
para salir del campamento de los griegos en secreto y durante la
noche, y dirigirse al campamento de los aliados de los troyanos en
busca de información. En el camino, atrapan al espía troyano Dolon,
al que consiguen arrancarle una gran cantidad de información acerca
de la estrategia de los troyanos. Tras el interrogatorio, Diomedes
decide dar muerte al prisionero para evitar que pueda continuar con
sus labores de espionaje.
Aunque originalmente
era una misión de espionaje, Diomedes y Odiseo deciden atacar por su
cuenta el campamento de los tracios, aliados de los troyanos,
aprovechando la oscuridad de la noche. Tras asesinar con sigilo a
Reso, rey de los tracios, y a muchos de sus hombres, los dos héroes
griegos roban los caballos del caudillo y los llevan consigo al
campamento de los aqueos, cumpliendo con ello la profecía que decía
que si los caballos de Reso seguían pastando en las llanuras
troyanas, la ciudad nunca caería.
La última aparición
de Diomedes en el poema homérico se produce durante los juegos
fúnebres en honor de Patrocolo. Diomedes gana todos los certámenes
a los que se presenta, gracias a que cuenta con los caballos más
rápidos y a su propia fuerza y agilidad. Especialmente intenso es el
combate en el que se enfrenta con Áyax, un guerrero más fuerte que
él, pero mucho más lento y pesado. Diomedes hace uso de su agilidad
para derribar al rey de Salamina, por lo que el resto de griegos,
temerosos de que el combate termine con la muerte de uno de los dos,
les suplican que cesen en la lucha.
DIOMEDES DESPUÉS DE
LA ILÍADA
Cuando Aquiles mata
a Pentesilea y se echa a llorar sobre su cadáver, el despreciable
Tersites se burla de él, provocando la cólera del Pelida, que mata
al guerrero griego. Mientras todos los caudillos griegos se alegran
de la muerte de Tersites, Diomedes es el único que protesta, ya que
éste era primo suyo y le había ayudado en el pasado a vengar la
muerte de su abuelo. Aunque Diomedes y Aquiles están a punto de
enzarzarse en combate, el resto de los caudillos les disuaden para
que depongan las armas. En algunas versiones, Diomedes se venga de
Aquiles arrojando el cadáver de Pentesilea al Escamandro para que
nadie pudiera rendirle honras fúnebres adecuadas.
Algunas fuentes
señalan que, tras la muerte de Aquiles, Diomedes acompañó a Odiseo
a la corte de Esciros para reclutar a Neoptólemo, ya que una
profecía había señalado que sólo si el hijo de Aquiles combatía
junto a los griegos éstos conseguirían tomar Troya. Del mismo modo,
Odiseo y Diomedes acuden en busca de Filioctetes, ya que sólo con el
concurso de su arco se podría poner fin a la guerra. Diomedes y
Odiseo usan su astucia para robar el arco, tras lo cual el resentido
Filoctetes, que había sido abandonado en la isla por los griegos
años atrás, decide unirse a ellos también.
Cuando el adivino
Heleno, hijo de Príamo, es capturado por los griegos, éste les
revela que sólo si consiguen sacar el Paladio, la estatua de Atenea,
de Troya, podrán tomar la ciudad. Una vez más, se encarga la misión
a Odiseo y Diomedes, pues éstos habían demostrado en el pasado su
habilidad como espías y su astucia. Ambos consiguen llegar hasta las
murallas, y mientras Diomedes aguarda en el exterior, Odiseo consigue
entrar de incógnito en la ciudad. Una vez dentro es reconocido por
Helena que, cansada de la guerra y abatida tras la muerte de Paris,
le revela a Odiseo dónde se encuentra el Paladio. Tras ayudar a
Diomedes a entrar en Troya, ambos matan a un grupo de guerreros
troyanos y entran en el templo de Atenea, donde Diomedes arranca con
sus propias manos la estatua de la diosa.
Una vez en el
exterior se produce una de las escenas más extrañas relatadas por
algunas fuentes. Mientras se dirigían hacia el campamento de los
aqueos, Odiseo trató de asesinar a Diomedes por la espalda para
reclamar toda la gloria de haber robado el Paladio. Diomedes,
alertado por el brillo de la espada, se da la vuelta y consigue
desarmar a Odiseo, al que perdona la vida debido a que su presencia
era necesaria para conquistar Troya. Odiseo vuelve al campamento de
los griegos maniatado y conducido por su hasta entonces amigo.
Diomedes conservó
el Paladio una vez de vuelta en el campamento. La tradición cuenta
dos versiones acerca del destino de la estatua. Para algunos autores,
Diomedes la llevó a Argos, donde permaneció hasta tiempos
históricos. Según otros, se lo restituyó a Eneas, único
superviviente de la aristocracia troyana tras la caída de la ciudad,
para lavar el crimen cometido asesinando a los sacerdotes de Atenea.
Cuando Odiseo
concibió el ardid del caballo de madera para tomar definitivamente
Troya, Diomedes fue uno de los que iba en el interior del artefacto,
causando una gran mortandad entre los teucros en el momento en el que
se desató la matanza.
DIOMEDES TRAS LA
GUERRA DE TROYA
Tras la guerra,
Diomedes fue uno de los primeros caudillos en abandonar las costas de
Troya para regresar a su hogar. Gracias a la protección de la diosa
Atenea, consiguió regresar a Argos sin sufrir contratiempos,
mientras el resto de reyes griegos sufrían penosas cuitas durante el
viaje.
Una vez en Argos,
Diomedes se encontró con que la muerte de Palamedes le había traído
consecuencias inesperadas en su propio hogar. Algunas fuentes cuentan
que su esposa Egialea había sido convencida por el hermano o el
padre de Palamedes de que Diomedes había tomado una nueva mujer en
Troya, por lo que ésta se adelantó en su venganza tomando varios
amantes. Algunos autores, sin embargo, señalan que fue la diosa
Afrodita quien, molesta por la herida que Diomedes le había causado
en la mano durante la batalla, encendió en el corazón de Egialea la
pasión que le llevó al adulterio. Cuando Diomedes llegó a Argos se
encontró con que su esposa había vuelto a toda la población en su
contra, y que tuvo que refugiarse en un templo para evitar ser
asesinado. Fuentes más tardías cuentan que Diomedes nunca consiguió
llegar a Argos, sino que sus compañeros fueron transformados en
pájaros que le atormentaban con sus picotazos como castigo por haber
herido a la diosa Afrodita.
Diomedes partió
exiliado a Italia, donde fue acogido por el rey Dauno, encantado de
contar entre sus guerreros con un héroe como él. Gracias a la ayuda
de Diomedes, Dauno logró derrotar a sus enemigos, los mesapios.
Diomedes se casó con la hija de Dauno, uniendo su sangre a la esta
dinastía y engendrando una larga estirpe de reyes. Desde entonces,
Diomedes se dedicó a fundar diversas ciudades en Italia, que en
época romana aún decían descender de este héroe argivo.
Cuando Turno, rey de
los rútulos, pidió ayuda a Diomedes para enfrentarse a Eneas y los
latinos, éste se negó, afirmando estar cansado de la guerra y
recomendando a Turno que hiciera la paz con sus enemigos. Es de
suponer que Diomedes vivió el resto de sus días en paz, gobernando
su nuevo reino sin involucrarse en conflictos ajenos.
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