sábado, 11 de julio de 2020
El Tunel
Mi abuelita había
enviudado hacia mucho, era la madre de mi papa y cuando él nos
llevaba solíamos pasarla bien porque ella tenía muchos juguetes y
además un gran fondo, pero nosotros nos limitábamos a jugar hasta
lo que sería la mitad de ese fondo, nunca con mis hermanos nos
atrevimos a meternos porque en el lugar lo oscurecía todo una gran
higuera seguida de mucha maleza y un horno de barro al final del
terreno seguido de lo que parecía ser una pieza de adobe que desde
que recuerdo siempre estaba cerrada con candado.
Una sola vez
recuerdo vagamente cuando mi mama le pregunto que había en el fondo,
mi abuela solo contesto “-Que los chicos no vayan para ahí, ahí
vive María”.
¿María? Tal vez se
había equivocado y quiso decir vivía…
Mi papa no recordaba
a nadie con ese nombre, su familia nunca fue acaudalada como para
decir que en una época tuvieron una criada.
Tal vez los años
estaban haciendo mella en la memoria de mi mama. Papa se conformó y
nos dio una supuesta respuesta al misterio y todo concluiría ahí.
Una tarde después
del colegio mi papa me llevo a la casona porque mi abuela se había
caído y necesitaba atención, mientras mi viejo la atendía salí a
jugar un rato a la pelota, ya estaba por oscurecer cuando oí
claramente que desde el fondo alguien caminaba. Primeramente mi
reacción fue de curiosidad, pensé que se trataba de algún animal y
quería verlo.
No pude llegar más
que a estar a medio metro de la higuera cuando escuche la risa de una
niña, no me pregunten si era de mi misma edad o que se yo, la oí y
eso fue todo, sentí una gran necesidad de salir de ahí, menos mal
que tenía mi pelota en mi mano, porque seguramente la dejaba ahí
tirada, solo atine a ir a sentarme al lado de mi papa y quedarme
callado hasta poder retirarnos de ahí. Hasta el día de hoy no sé
porque nunca se lo conté a mi viejo.
Conforme pasaban los
años me di cuenta que cuando sacábamos los juguetes, antes de irnos
mis viejos los guardaban, era algo normal hasta que supe que era por
expreso pedido de mi abuela que no quedasen juguetes en el patio, a
lo mejor le gustaba tenerlo todo ordenado.
Ya un poco más
grande y solo si necesitaba dinero me acercaba a la casa de mi
abuela, ella siempre nos consentía bastante y no le sobraba, pero mi
abuelo le había dejado sus ahorros de toda la vida y la pensión que
cobraba era para los impuestos, el resto podía darse el lujo de
pagarnos lo que quisiéramos.
Una noche, cuando yo
estaba de novio, me acerque a su casa para pedirle algo y así poder
invitar a mi novia al boliche y pasar un rato juntos, no piensen mal,
no era que entraba y le pedía de una, estaba un buen rato hablaba
con ella le hacía compañía y como siempre, se daba cuenta de la
situación no me preguntaba cuanto necesitaba, siempre bajo su
almohada estaba su monedero, sacaba la plata y me la entregaba con el
puño cerrado para que yo no viese el importe y también era como
nuestro juego, yo lo agarraba y ni miraba, lo metía en mi bolsillo y
recién podía ver cuando salía de su casa.
Esa misma noche, me
senté en la cocina y miraba para la sala, donde estaban los
juguetes, luego, casi como acto reflejo me di vuelta para mirar al
patio y su gran fondo. Pude observar claramente una figura con ropa
blanca y de ojos rojos se perdía en la oscuridad. Me había estado
observando.
No voy a negar que
sentí miedo, pero como no era la primera vez que me pasaba algo así
solo me levante y me fui a la pieza de mi abuela para preguntarle qué
pasaba allí.
Comenzó contándome
historias de duendes, ustedes ya saben, que viven en los hornos y sus
jugarretas, nada de mucha importancia, hasta que antes de comentarle
lo que vi en la higuera. Ella solo comenzó su relato con lo que
según las creencias, la planta de higos, se cree que es una planta
del diablo, lugar de juego de los duendes, si alguien quiere pactar
solo debe presentarse ahí a las 12 en punto, a esa altura ya sabía
que algo no andaba bien.
Me conto que
antiguamente, cuando la casa ya estaba casi terminada, mi abuelo
solía tener como una especie de cantina adelante y una noche, el con
varios de sus clientes y amigos se embriagaron hasta casi perder el
conocimiento, en esa época el baño era un pozo ciego en el fondo de
la misma, casi al lado de la higuera, si, debía ser terrorífico ir
al baño de madrugada en aquellos años. Pero en la noche que me
estaba contando resulta que al otro día una persona amaneció muerta
al pie de la higuera, nunca supieron que paso, si fue por el alcohol,
una enfermedad o qué, pero esa persona yacía ahí.
Desde aquella
oportunidad mi abuelo le haría contado que varias veces le pareció
ver a una persona parada al lado de la higuera, vestido de negro y
con los ojos totalmente rojos. Ella prefería hacer sus necesidades
dentro de la casa, conto que le silbaban, desde la oscuridad le
tiraron el cabello y hasta le susurraron su nombre.
Yo estaba a punto de
decirle lo que había visto cuando ella me dijo: “-Ese mismo año
apareció María”
¿Otra vez ese
nombre? ¡Pero quien era!
No me quiso contar
mucho al respecto, tal vez a propósito obviaba situaciones o
personas, lo hacía casi como si desvariara en lo que contaba.
Concretamente la
historia es la siguiente: María se apareció al pie de la higuera,
era muy bonita y mi abuela quien nunca tuvo la dicha de tener una
hija la adopto como suya, además en su infancia nunca tuvo juguetes,
por lo que muy a pesar de ser ya grande, si bien no jugaba con ella
le hablaba como si se tratase de algo normal, no dormía con ella
pero se podía pasear por toda la casa.
Por si no se dieron
cuenta, María era una muñeca, pero algo no cuadraba en lo que me
acababa de contar. ¿Cómo podía una muñeca pasearse por la casa?
La deje descansar,
me di cuenta de que mientras hablaba, a cada rato miraba a la ventana
que casualmente da hacia el patio, como esperando ver a alguien y no
era una mirada de esperanza, más bien le preocupaba.
Ya esta situación
me estaba molestando pero como todo joven lo olvidé pronto. Pasaron
varios años y mi abuelita comenzó a enfermar, mi viejo no tuvo otra
que hacerla internar. Con mis hermanos nos turnábamos para
acompañarla, yo ya me había casado y mi hija acababa de cumplir los
4 años. En sus ratos de lucidez hablábamos de la infancia de mi
viejo, de mi abuelo, al que si bien conocí de muy chico nunca pude
recordarlo.
Todavía recuerdo la
última noche con mi abuela, había mejorado notablemente, estábamos
charlando muy animadamente, nos reíamos de sus anécdotas, era todo
en un ambiente muy tranquilo. Antes de que nos quedemos solos había
estado mi mujer con mi niña, la hicimos sentar en su falda, ella se
sentía muy feliz de tener una nena en sus brazos, lo podía ver en
sus ojos, casi con lágrimas se despidió y ya se acostó, yo comencé
a acomodarme en la silla, no iba a dormirme en seguida, así que
empecé a leer una revista.
No tuve en cuenta
que ella seguía despierta, tenía una mirada como de preocupación,
le pregunte que le pasaba pensando que ya tenía ganas de que le
dieran el alta. Esta vez, ella comenzó el relato.
Primero me pidió
que conserváramos la casa, el recuerdo valía más que cualquier
dinero, después hablo que en sueños vio a su esposo, quien le pedía
que vaya con el (en ese momento me sumí en una gran tristeza, aunque
no lo dije, sabía que se estaba despidiendo) por ultimo me dijo que
María está muy triste, porque ya no era su consentida y que ella no
quería a los chicos, por eso la tuvo que encerrar en el fondo, por
eso nadie llega hasta ahí.
No tuve tiempo de
procesar lo ocurrido, al otro día ella no reacciono, estuvo una
semana y cuando el doctor nos dijo que era cuestión de tiempo, esa
misma noche dejo de luchar.
Días después del
velorio, con mis hermanos nos pusimos de acuerdo para ir a limpiar la
casa, como no podíamos ir todos juntos el mismo día, nos turnábamos
y asignábamos sectores para limpiar.
El último día
estuvimos todos, menos mi viejo, obviamente por el dolor que le
causaba todo lo ocurrido recientemente.
Empezamos
macheteando lo que era maleza íbamos por los bordes para dejar lo
más pesado para el ultimo, cuando vi la piecita se me erizo la piel,
no quise decir nada, solo esperaba a que alguien la quisiera abrir,
porque yo no me animaba y también la curiosidad me mataba.
La puerta no tenía
manija. Solo la rodeaba una cadena con un gran candado del que
seguramente no habría llave, además de que por el paso de los años
estaba muy viejo.
Uno de mis hermanos
se dispuso a abrir la pieza, pero yo tímidamente le dije que lo
dejara así, tal vez las cosas guardadas allí eran tan viejas que ya
ni servirían o a lo mejor sería un nido de ratas o vaya uno a saber
qué.
No se rieron de mí,
pero ellos también sabían que no nos dejaban acercarnos a ese
lugar, mi abuela también se los había dicho (después sabría que
no todo) ya somos grandes como para andar con chiquilinadas dijeron y
con un golpe seco forzaron el candado.
Lo único que pude
hacer fue pararme de frente para ver que había ahí, mis hermanos
comenzaron a sacar todo del interior. Ropa vieja, cajas con muchas
cosas inservibles herramientas, pero una destacaba del resto, era
vieja, llena de tierra pero a diferencia del resto no estaba rota,
solo había acumulado tierra, pareciera que ni las cucarachas la
hubieran tocado. Como cazadores de tesoros mis hermanos empezaron a
abrir las cajas, a buscar algo valioso ahí dentro después de años
de encierro, yo solamente agarre la caja grande pero no podía
abrirla.
Me miraban como si
yo escondiera algo o como si supiera que dentro de esa caja hubiera
lo único valioso de esa pieza.
No sé cómo, no lo
recuerdo, pero nuestras mujeres se acercaron a ver qué pasaba, de la
mano de mi esposa mi hija me abrazo la pierna y señalaba la caja,
ante la insistencia de todos tuve que abrirla. Dentro estaba una
muñeca de porcelana, el tiempo no había pasado para ella, la ropa
presentaba algunas manchas pero lo que era el pelo, la pintura y los
detalles estaban impecables.
Juro que no me
detuve a pensar en la muñeca, mi hija solo la señalaba y me la
pedía, por supuesto nadie se opuso a que ella la tuviera, pero no
podía dársela así nomas, había que lavar la ropita, limpiar la
muñeca y recién entregársela.
Mi esposa hizo el
trabajo, la llevamos a mi casa, no pasó nada, la alegría de mi hija
era inmensa. Pasaron meses hasta que me percaté de que las llaves de
mi auto no estaban donde las dejaba usualmente, mis cosas
desaparecían y volvían a aparecer rato más tarde pero en otro
lugar. Soy una persona muy meticulosa con sus cosas, por lo que estos
detalles no los pasaba por alto, un día medio cansado le reclame a
mi mujer lo sucedido, ante su negativa so lo quedaba retar a mi hija,
ella por supuesto se negó en todo momento.
En una oportunidad,
me había quedado con unos compañeros a tomar unas cervezas después
de un partido, no, no estaba pasado de copas, usualmente no soy de
tomar hasta emborracharme, llegue a mi casa y al entrar oí risas que
venían de la pieza de mi nena, abrí la puerta pero no pasaba nada,
ella estaba profundamente dormida.
En otra oportunidad
deje mis llaves donde siempre, no pasaron ni 10 minutos que tuve que
salir de urgencia a mi trabajo, las llaves ya no estaban en su lugar,
las busque por todos lados, ya me estaba desesperando al mismo tiempo
que comenzaba a enojarme. Me dirigí hacia donde estaba jugando mi
hija, ella estaba jugando a la cocinita ensimismada en su mundo, solo
pude ver mis llaves al lado de la muñeca de porcelana. No pensé en
nada más, solo en ir rápido a donde me necesitaban.
Habían noches en
las que podía escuchar como si alguien caminara como recorriendo mi
casa.
La cosa se puso peor
cuando vi como mi hijita tenía una marca en la pierna como si
alguien o algo la hubiera arañado, primero pensé que había pasado
en el colegio pero no, hable con mi señora y estaba tan sorprendida
como yo, no me quedo otra que hablar con ella, mientras la
interrogaba note como se ponía nerviosa, pensé en 10.000 cosas y me
asustaba pensar en lo que estaba pasando, con lo que uno ve en las
noticias realmente pasaron muchas cosas por mi cabeza.
Mi hija eludía las
preguntas, me ponía cada vez peor hasta que dijo algo en voz baja
que me dejo helado… “- No quiero que la Mari me escuche”.
¿Mari? ¿Quién es
Mari? Solo miro para el rincón donde estaba la muñeca, en ese
momento recordé todo. Mi abuela, sus historias, porque no debíamos
abrir la pieza de adobe y por sobre todas las cosas, Mari… María…
No iba a quitarle la
muñeca a mi hija, solo espere a que ella se durmiera para poder
sacarla y así evitaría que ella llorara o lo que sea que pase, la
metí en una bolsa de tela y la ate, acto seguido la deje en el baúl
de mi auto, al otro día la llevaría a donde tenía que quedarse.
Apenas Salí de mi
trabajo llame a mi esposa y le dije que tardaría unos 20 minutos por
otras cosas que tenía que hacer, fui a la feria y compre un candado
y me fui a la casa de mi abuela, afortunadamente tengo un duplicado
de la puerta, por lo que entrar no era problema. Al bajar de mi auto
abrí el capó, juro haber atado la bolsa. Pero sin embargo ahí
estaba la muñeca sentada, fuera de la bolsa ya hasta me daba miedo
tocarla. Sentí mucho más miedo al entrar a la casa, sentía una
presencia, me asusta decir que probablemente era mi abuela, trate de
no mirar a ningún lado, podía percibir que me estaban mirando, lo
más rápido que pude agarre a esa cosa, la volví a meter en la
bolsa ajuste el nudo con todas mis fuerzas y la tire dentro de la
pieza.
Me temblaban las
manos, escuchaba ruidos, pensaba que se estaba desatando, que algo me
estaba asechando el corazón me latía casi como queriendo salirse de
mi pecho, no sé cómo, pero logre pasar la cadena de lado a lado y
cerré todo con el candado, como un acto reflejo tire las llaves del
candado para que nadie pudiera abrirlo, tenía las manos sucias de
tanta tierra pegada producto de mi intenso sudor, apenas le di la
espalda al lugar supe que no debía mirar hacia atrás, tenía que
salir lo más rápido posible, recuerdo que pensaba en salir
corriendo pero del miedo solo caminaba, juro por Dios que podía
sentir a alguien o algo que estaba a punto de agarrarme. Me sentí
aliviado de llegar a la calle, cerré la puerta y jure nunca volver
solo a la casa. En ese momento no sabía que me estaba equivocando…
Esa noche no dormí
nada bien, tuve pesadillas, todas relacionadas con María (si, era
una muñeca pero a estas alturas ya no sabía cómo llamarla) podía
escuchar pasos en mi casa, primero pensé que era producto de mi
sueño o la terrible vivencia me hacía retumbar todo en mi cabeza,
no estaba tranquilo, no hacia otra cosa más que pensar.
Me levante al baño,
quería pegarme una ducha, tal vez así conciliaría el sueño,
podría descansar, en el momento que me disponía a quitarme la ropa
escuche que alguien caminaba y se reía. Salí con mucho miedo y
comencé a recorrer mi casa, no alce la voz porque dentro mío ya
asumía lo que pasaba. Camine por todos lados y no encontré nada,
por un instante me tranquilice, ya no pensaba en bañarme, volví a
apagar la luz del baño y pude ver con claridad como del agua en el
piso salían huellas como de pisada de un niño.
Corrí hasta la
pieza de mi hija y ella está dormida, le toque los pies para
asegurarme que no fuera ella y no había forma de que fuera ella,
después de unos segundos me percaté de que las huellas eran más
pequeñas de las que podría hacer mi hija. En ese momento se oyó
como caía un juego de llaves, en el piso de la cocina estaban las
llaves de mi vehículo pero en el llavero había dos llaves más que
yo nunca tuve. Todavía recuerdo el escalofrío que me recorrió todo
el cuerpo al ver que esas llaves eran del candado donde había
encerrado a la muñeca.
Tenía mucho miedo,
pero no podía permitir que la situación siguiera. Agarre un rosario
bendecido que mi señora tiene y agua bendita que le había dado mi
suegra, con todo y eso no me sentía protegido, me sentía como si
tuviese 10 años. Me arme de valor y volví a la casa de mi abuela,
sabia a lo que me enfrentaba, pero como dije antes, no podía dejar
que esto siga. Entre rezando, prendí todas las luces, para ir al
fondo lleve una de mis linternas más potentes, recuerdo haber estado
más de 5 minutos intentando meter la llave en el candado, recuerdo
oír pasos a mi alrededor. Cuando por fin pude abrir la puerta, ahí
estaba, nuevamente fuera de la bolsa, mientras la insultaba comencé
a cavar un pozo ahí nomás, rezaba, la miraba y la insultaba.
Una vez logrado el
objetivo me dispuse a rezarle como si de un entierro se tratase, esta
vez, la bolsa la dejaría abajo como una especie de colchón y con
mucho cuidado la puse en el pozo, seguía rezando y no le sacaba la
vista de encima, para terminar con todo de una maldita vez le tire un
poco de agua bendita mientras le rezaba, en ese preciso momento se
escuchó claramente como si la porcelana se rajara, no me atreví a
alzarla para ver donde se había roto. Segundos antes de comenzar a
enterrarla pude ver como de entre su ropa salían muchas hormigas
negras, me impresiono ver eso, pero interiormente sabía que todo
había terminado.
Volví a mi casa y
me dormí ya del cansancio, pasaron los días y ya no pasaba nada en
especial, con el tiempo me auto convencí de que nada había pasado
hasta hace unos días, en el que fui a visitar la tumba de mi abuela.
Mientras le dejaba
flores y limpiaba el lugar llego justo una vecina, me saludo con
mucho afecto, charlamos de lo amigas que eran y de lo mucho que se
hacía extrañar.
No recuerdo como
salió el tema de conversación, pero yo escucho tu programa todos
los viernes y esta señora casualmente también, en el momento que
hablábamos del programa, justo un momento antes de despedirme esta
señora me dijo que le pase misa a mi abuela, porque en estos últimos
días ella escucha como que una mujer llora, el sonido proviene de la
casa de mi abuela, algunas veces el llanto es más fuerte en la
madrugada y proviene del fondo...
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