lunes, 9 de marzo de 2020
Leyenda Del Corotú Llorón
En el grande y bello
llano de la Mitra en las proximidades de la Chorrera, crecía robusto
y frondoso, un árbol de corotú.
Y allí, muy cerca vivía también
un campesino padre de una muchacha bellísima de nombre Isabel. La
joven era pretendida por los mozos de todos los contornos pues su
belleza era extraordinaria, más el padre, rígido y severo, jamás
aceptó un requiebro para su hija, ni aceptó tampoco a ninguno de
los hombres que aspiraban a su amor. Con esto Isabel se desconsoloba.
Era joven y admiraba
y quería gozar de su juventud y su hermosura. Conocedor de los
gustos de su hija, el campesino quiso prevenir males futuros, encerró
a la joven y no le permitía asomarse ni a la puerta de la casa. Pero
como el hombre propone y el diablo descompone, a pesar de todos los
encerramientos, Isabel conoció a un hombre de quien se enamoró
perdidamente.
La vigilancia de su
padre fue burlada, y llegó el día en que Isabel no pudo ocultar las
consecuencias de sus amoríos. Indignado el padre, cogió a su hija y
sin hacer caso de sus lamentaciones y sus súplicas, la ató desnuda
al tronco del corotú. Enseguida, con un látigo de cuero, la
maltrató sin descanso hasta convertirla en una masa sangrienta. Allí
a los pies del árbol quedó Isabel falta de aliento y vida y sin
cristiana sepultura, hasta que el sol y el aire deshicieron su cuerpo
antaño hermoso y gentil.
Desde entonces, a
ciertas horas de la noche, sale del tronco de corotú, el lloro
triste de una criatura. Son los sollozos de aquel niño que Isabel
llevaba en su seno y que desde las profundidades del limbo en donde
vaga su alma, se lamenta por no poder jamás subir hasta el cielo.
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