sábado, 7 de marzo de 2020
La Leyenda de la Tulivieja en Panamá
Panamá es,
probablemente, el país de América Central que cuenta con una mayor
y más rica tradición en lo que a mitos y leyendas se refiere. La
mayoría de ellas proviene de sus zonas del interior, las más
rurales, y es este entorno salvaje y mágico quien confiere el toque
misterioso a infinidad de relatos que se han transmitido de
generación en generación. La leyenda que hoy nos ocupa es la de la
Tulivieja o, también como se le conoce en otros países, la Llorona;
una historia en la que su protagonista es una joven de belleza sin
par.
Ubicada
temporalmente en fechas anteriores a la llegada de los conquistadores
españoles al continente americano, la leyenda relata como, en una
comunidad tribal, la belleza inigualable de una muchacha la hace
destacar y ser el objetivo de toda expectativa amorosa por parte de
los lugareños. No hay un solo hombre en el poblado que no anhele ser
su correspondido y lo atractivo de su físico es tal que trasciende a
los demás puntos de la región.
Sin embargo, la
protagonista, sin contarle absolutamente nada a nadie, ya había
depositado su amor en un joven que, también con discreción, esconde
al resto su secreto: ser el afortunado que disfruta del amor con la
mujer más bonita entre todas. Sus encuentros se producen con sigilo,
casi furtivos, pues ya sea por timidez o por respeto máximo a sus
autoritarios padres, prefieren ni armar revuelo ni ser el centro de
las habladurías. El caso es que se aman sin que nadie lo sepa y se
entregan el uno al otro en todos y cada uno de sus encuentros.
Como consecuencia de
su aventura amorosa, la joven queda embarazada y, para su sorpresa,
su amante le cuenta su intención de huir presa del pánico ante las
más que probables represalias paternas y el dedo acusador de la
comunidad. Es el comienzo de la tragedia. La muchacha, desolada y
decidida a no dejar marchar de su lado a su amado, le promete llevar
el embarazo con la mayor de las discreciones, le asegura que nadie
notará que se encuentra en estado y que dará muerte al bebé que
espera ahogándolo en el río.
Los días se suceden
sin que nadie se percate hasta que la cuenta atrás llega a su fin.
Fiel a lo que había prometido, y momentos antes del parto, se
adentra en la selva y, junto al río, da a luz a un bebé al que,
acto seguido, acalla su llanto sumergiéndolo hasta que muere. Es
entonces cuando se desata la ira de Dios, quien la convierte ipso
facto en un ser abominable de apariencia ciertamente terrorífica. Su
rostro paulatinamente comienza a ser surcado por terribles marcas y,
sobre todo, incontables agujeros. Las piernas sufren una
transformación monstruosa pues parecen enflaquecer y alargarse de
manera insólita mientras que sus manos y pies se tornan hacia detrás
de manera inexorable y permanente. No sólo eso, la cólera divina
sigue causando estragos en ella y pierde la cordura cuando contempla
como la mayor parte del poblado, que había salido en su busca, la ve
bajo su nueva forma y huye despavorida.
Desde entonces,
cuenta la leyenda que se le oye llorar y vagar por la orilla del río;
que, en ocasiones, recupera la radiante belleza de la que un día
hizo gala mientras se baña en sus aguas y que, al percibir el más
leve ruido, recupera inmediatamente la forma infernal con la que fue
castigada y por la que recibe el nombre de la Tulivieja.
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