martes, 3 de diciembre de 2019
La Leyenda Del Crespín
Una leyenda
difundida por casi todo el norte de la Argentina cuenta la historia
de cómo nació el crespín. De cómo una diversión pudo más que
una urgencia. De cómo las cosas que se dejan pasar no vuelven más.
De cómo nació un lamento que hasta hoy se escucha.
El crespín es un
ave pequeña de color pardo que abunda en el norte argentino, desde
el Chaco hasta la cordillera, y cuyo nombre proviene de la
onomatopeya que produce su canto.
Se cuenta que hace
tiempo, vivía en un rancho de adobe un matrimonio que ganaba su pan
trabajando la tierra, pero esto que apenas les alcanzaba para vivir.
Él se llamaba Crespín y ella le decían “la Crespina”. Pese a
su pobreza, se amaban mucho, pero ella tenía una gran afición por
el baile, lo que en ya dura vida les trajo más de una discusión.
Un año
especialmente duro, Crespín tuvo que trabajar la tierra día y
noche, pero no resultaban suficientes sus esfuerzos.Tampoco dejaba
que su mujer le ayudara en las tareas porque conservaba su orgullo de
hombre. Tanto tuvo que trabajar Crespín que un día cayó enfermo.
Tuvo fiebre y no hubo otra opción que conseguirle remedios. Para
eso, “la Crespina” tuvo que ir hasta el pueblo. Y para allá
marchó.En el camino se encontró con que otros paisanos estaban
festejando el fin de la cosecha con un gran baile, al que fue
invitada la mujer. Dicen que dudo un instante, pero la tentación fue
mucha para ella, y se adentró a la fiesta. Desde que llegó no paró
de bailar y de tomar caña. Estaba feliz.
Al poco tiempo unos
vecinos llegaron y le dijeron que su marido estaba cada vez más
débil…
- Hay momentos pa’
preocuparse y momentos pa’ divertirse… ¡Este es tiempo pa’
bailar! -, contestó “la Crespina”.
La fiesta continuó
y la mujer continuó bailando. Otros vecinos llegaron y le
advirtieron que su marido estaba agonizando.
- Lo que ha de ser,
ha de ser -, dijo, y continuó bailando.
Crespín murió esa
noche. Sin más compañía que la soledad y la luz de las estrellas.
Unos vecinos piadosos le dieron sepultura en las primeras horas del
día.
La fiesta seguía y
ya estaba amaneciendo cuando llegaron las noticias que Crespín había
muerto.
- ¡Que siga la
música, que pa’ llorar siempre hay tiempo! -.
La mujer volvió a
su casa ya entrada la tarde. Recién cuando abrió la puerta se dio
cuenta de que había dejado morir a su esposo por irse a bailar. Y
una inmensa pena, mezcla de culpa y ausencia, le inundó el corazón.
Comenzó a llorar y
a buscar a su marido, que sabía se había ido.
- Crespín…
Crespííín -, murmuraba la mujer por el rancho. Y siguió caminando
por el monte. “Crespín, Crespííín”. Su grito era un lamento
que fue llenando de canto al aire y de locura a la mujer.
Desesperada le pidió
a Dios ayuda para encontrar a su marido de nuevo. Y a causa de este
deseo la transformó en un ave que grita y se lamenta buscando aquí
y allá… “Crespín, Crespííín…”
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