lunes, 9 de diciembre de 2019
Fergus y el Caballo de Río
Según nos narra una
antigua leyenda celta, Fergus era un gobernante que disfrutaba
siempre que podía de largos periodos de exploración, buscando
recorrer todos los rincones de su amada Irlanda natal. Y fue así
como un buen día se encontraba explorando los alrededores del lago
Rury tuvo la desgracia de toparse con una horrorosa criatura, con
cuerpo de caballo, ante cuya visión quedó momentáneamente
petrificado. Mientras contemplaba a la criatura las facciones de
Fergus fueron contrayéndose y deformándose, dejando su rostro en
una expresión vacía y laxa.
Fergus pudo escapar
y mientras regresaba a su hogar comprobó que los músculos de su
cara no se recuperaban así que a su llegada pidió a los habitantes
de su ciudad que ocultasen o rompiesen todos los espejos, para que
ninguno pudiese reflejar su extraña expresión. A medida que pasaban
los meses y los años el carácter de Fergus se tornó sombrío y
despectivo debido a su condición, hasta que en medio de una
acalorada discusión con una mujer ésta le recomendó que en lugar
de pagar su desgracia con los demás, lo hiciese con la horrorosa
bestia que le había provocado el daño.
Tras reflexionar
unos momentos pidió que le trajeran un espejo y mirándose durante
varios minutos tomó la decisión de regresar a buscar a la criatura
para vengarse en sus carnes. Se calzó sus zapatos mágicos y ciñó
su espada para a continuación dirigirse hacia el lago Rury. Allí
levantó campamento y esperó durante un día y su respectiva noche a
que la criatura apareciese.
Pasado este tiempo,
en su ciudad se empezaba a respirar la intranquilidad al no saber del
destino de su gobernante y por si fuera poco veían con asombro e
inquietud como las aguas del lago se tornaban de un color rojizo, así
que asumieron que FErgus había caído presa de la criatura del lago.
Para su sorpresa al poco tiempo Fergus regresó portando en su mano
la cabeza de la criatura y sus facciones completamente recuperadas.
Fergus se acercó a
sus ciudadanos (Ultonianos) para proclamar con orgullo que había
sobrevivido, pero inmediatamente tras pronunciar estas palabras cayó
fulminado al suelo. Aunque no se pueda considerar su muerte como la
que se esperaría de un gran rey, lo cierto es que las leyendas
siempre le recuerdan como un hombre valeroso, justo y sobre todo un
gobernante amante de su pueblo.
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