sábado, 7 de diciembre de 2019
La Historia de Amor de Eos y Titonos
El joven y bello
Titonos, hijo del Rey de Troya Laomedonte, amaba a Eos, la diosa de
la aurora. Era el primero en saludarla cada día, cuando ella abría
en el cielo las cortinas color púrpura que daban lugar a las
primeras luces del amanecer. Así Tithonos dormía al raso, sobre la
hierba, para no perderse nunca la llegada de Eos. Por su parte, la
diosa se acostumbró con el tiempo a recibir los saludos del joven y
acabó enamorándose de él.
Por eso una mañana,
Eos se percató enseguida de la ausencia de Titonos. No estaba en su
lugar de costumbre, esperándola. Muy nerviosa, comenzó a buscarlo
por todas partes. Cuando sus ojos dieron con el muchacho, éste yacía
inerte sobre la tierra, pálido y con los ojos cerrados. Eos,
aterrada, se precipitó sobre el cuerpo casi sin vida del joven y lo
llevó volando hasta Zeus, el rey del Olimpo. Suplicó al dios que no
permitiese morir a Titonos nunca. Zeus acepto su petición e hizo
inmortal al joven.
Durante años,
Titonos vivió en el Olimpo, rodeado de todos los dioses, en absoluta
felicidad. Comía la mítica ambrosía y Eos, su amor, bailaba y
cantaba para él. Pero había un problema. Eos, en su afán por
salvarle la vida a su amado, olvidó pedirle a Zeus un pequeño
detalle: que Titonos no envejeciera. Por eso, como cualquier mortal
aunque se le había concedido la eternidad, comenzó a marchitarse.
Su cuerpo se encogió, su voz se quebró y la debilidad se apoderó
de él. Su aspecto era tan deplorable que los mismo dioses empezaron
a rehuirlo.
Sintiéndose como un
despojo, Titonos pidió volver a su querido prado, a aquel lugar
donde había sido tan feliz. Eos lloró, pero se apiadó del anciano
y le dijo: “Volverás a la Tierra, mi Titonos. Hacerte feliz sigue
siendo mi mayor deseo. Serás libre, pero no como hombre, ya que no
soporto la idea de que tengas que trabajar para comer siendo tan
viejo. Vivirás cada estación de la manera más cómoda posible. En
verano, serás un saltamontes, seguirás comiendo ambrosía y podrás
cantar y bailar todos los días“.
Entonces la diosa
convirtió a su amado en un pequeño y ágil saltamontes cuyo color
verde el ayudaría a pasar desapercibido entre la hierba. Desde
entonces, y todos los días, allí, en los campos podemos verlo
saltar alegre bajo el sol.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario