martes, 3 de diciembre de 2019
Esteco: La Sodoma Argenta
La ciudad de Esteco
era, según la leyenda, la más rica y poderosa de las ciudades del
norte argentino. Se levantaba en medio de un fértil y hermoso
paisaje de la provincia de Salta. Sus magníficos edificios
resplandecían revestidos de oro y plata.
Los habitantes de
Esteco estaban orgullosos de su ciudad y de la riqueza que habían
acumulado. Usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación
y derroche. Eran soberbios y petulantes. Si se les caía un objeto
cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un sombrero, y aun dinero, no
se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho menos para levantarlos.
Sólo vivían para la vanidad, la holganza y el placer. Eran, además,
mezquinos e insolentes con los pobres, y despiadados con los
esclavos.
Un día un viejo
misionero entró en la ciudad para redimirla. Pidió limosna de
puerta en puerta y nadie lo socorrió. Sólo una mujer muy pobre que
vivía en las afueras de la ciudad con un hijo pequeño, mató la
única gallinita que tenía para dar de comer al peregrino.
El misionero predicó
desde el púlpito la necesidad de volver a las costumbres sencillas y
puras, de practicar la caridad, de ser humildes y generosos, y todo
el mundo hizo burlas de tales pretensiones. Predijo, entonces, que si
la población no daba pruebas de enmienda, la ciudad sería destruida
por un terremoto. La mofa fue general y la palabra terremoto se
mezcló a los chistes más atrevidos. Pedían, por ej., en las
tiendas, cintas de color terremoto.
El misionero se
presento en la casa de la mujer pobre y le ordenó que en la
madrugada de ese día saliera de la ciudad con su hijito en brazos.
Le anunció que la ciudad se perdería, que ella sería salvada por
su caridad, pero que debía acatar una condición: no volver la
cabeza para mirar hacia atrás aunque le pareciera que se perdía el
mundo; si no lograba dominarse, también le alcanzaría un castigo.
La mujer obedeció
al misionero. A la madrugada salió con su hijito en brazos. Un
trueno ensordecedor anunció la catástrofe. La tierra se estremeció
en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensas y lenguas de
fuego brotaban por todas partes. La ciudad y sus gentes se hundieron
en esos abismos ardientes. La mujer caritativa marchó un rato oyendo
a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos de las gentes,
pero no pudo más y volvió la cabeza, aterrada y curiosa. En el acto
se transformó en una mole de piedra que conserva la forma de una
mujer que lleva un niño en brazos. Los campesinos la ven a
distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia la
ciudad de Salta.
De: Cuentos y
leyendas populares de la Argentina. Selección e Berta E. Vidal de
Battini. Bs.As., Consejo Nacional de Educación, 1960.
Vagos indicios
recuerdan, en el campo asolado, el asiento de la opulenta ciudad de
Esteco tragada por la tierra en castigo de sus soberbios habitantes.
La primitiva ciudad
de Esteco estuvo situada en la margen izquierda del río Pasaje, ocho
leguas al sur de El Quebrachal, en el departamento de Anta, Salta.
Cuando Alonso de Rivera en 1609 fundó la ciudad de Talavera de
Madrid, los antiguos pobladores de Esteco - que en parte vivían en
la población próxima que la reemplazó, Nueva Madrid de las Juntas
- vinieron a ella y comenzaron a llamarla la Esteco Nueva, nombre que
se impuso sobre el oficial. Pronto se enriqueció por ser un centro
de intenso comercio. Según el famoso padre Bárzana. El P. Techo
dice que fue destruida por un gran terremoto en 1692. Sobrevive su
nombre en un topónimo, la Estación de Esteco, en la comarca en que
existió la ciudad antigua.
La leyenda popular
mantiene vivo, al cabo de siglos, el recuerdo de la ciudad de Esteco,
una, entre otras, de las ciudades fundadas por los españoles que por
causas diversas desaparecieron en la época de la colonización.
Probablemente fue
destruida por los indios y sus habitantes buscaron un nuevo
emplazamiento: Esteco la Nueva, a la que según Juan Alfonso Carrizo,
en su "Cancionero de Salta", se refiere la leyenda, ya que
tuvo un rápido enriquecimiento, y algunas crónicas y tradiciones
mencionan la posibilidad de fuertes movimientos sísmicos en el
lugar, Ricardo Molinari y Manuel Castilla han dedicado sendas elegías
a la ciudad de Esteco.
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