domingo, 11 de agosto de 2019
El Fantasma de Andresito
Son muchos los
testimonios de sucesos extraños en la delegación de hacienda de
Vitoria, España, e incluso en los edificios que la rodean.
Psicofonías grabadas en la segunda planta del edificio, de
madrugada, donde claramente se escuchan los sonidos típicos de la
algarabía de un recreo de un colegio.
Niños jugando y
cantando canciones.
Supuestas
grabaciones de vídeo donde se ve la figura de un niño ataviada con
una especia de túnica. Vecinos que afirman escuchar risas de niños
en la oscuridad la noche. Cosas que cambian de lugar, muebles que se
mueven y que se encuentran tumbados sin que nadie haya accedido a
esas salas. Manchas y figuras extrañas que aparecen en lámparas y
en distintos lugares.
Un edificio
conflictivo en sí mismo. Incluso por problemas con los guardias de
seguridad, que no querían hacerse cargo de este lugar, se optó por
eliminar la vigilancia humana y dar paso a la tecnología. Un caso
todavía sin resolver que probablemente, todavía dé muchísimo que
hablar.
Las apariciones del
fantasma de “Andresito” nos lleva al corazón de Gasteiz, a la
delegación estatal de Hacienda situada en la calle Olaguíbel. Según
numerosos testigos, en este edificio mora el espíritu de un niño
conocido como Andresito. En 1991, un periódico local dio cuenta de
las primeras “apariciones en Hacienda”, hecho que, tal y como
recuerda Enrique, fue motivo de bromas entre los vecinos de la
capital alavesa.
“En aquella época
había un grupo de vigilantes jurados que inspeccionaba el edificio
por las noches y sus rondas dieron lugar a muchos testimonios”,
asegura. Los hubo sencillos, en los que una puerta supuestamente
cerrada aparecía abierta o una lámpara en teoría apagada quedaba
finalmente encendida. Aquello se achacó a despistes y a la impresión
que los techos altos, las amplias estancias en penumbra y el ambiente
un tanto tétrico del lugar producen de noche, pero los sucesos
continuaron.
Una noche de 1994,
uno de los vigilantes que se encontraba en el puesto de control vio
pasar a dos figuras bajando por las escaleras. Un hombre de edad
avanzada y un niño, ambos cogidos de la mano. Después de darles el
alto y explicarles que no podían permanecer en el edificio de
madrugada, el vigilante optó por dirigirse a la vecina comisaría en
busca de ayuda, ya que los intrusos no le respondían ni prestaban la
menor atención. De vuelta, agentes y vigilante registraron el
recinto sin encontrar rastro alguno del abuelo o del nieto.
Según el
testimonio del guarda, era materialmente imposible que hubiesen
abandonado el lugar, cerrado a cal y canto, sin que nadie se hubiera
dado cuenta. La leyenda urbana concluye asegurando que los
responsables de la Hacienda estatal decidieron instalar
videovigilancia para eludir este tipo de incidentes.
La imagen del niño
volvió a materializarse en numerosas ocasiones tanto en corredores
como en habitaciones o despachos. Lo extraño es que muchos
funcionarios aseguraban haberlo visto pero nadie era capaz de aportar
datos sobre sus rasgos físicos o indumentaria. Nada que permitiera
identificarlo o ubicarlo en una época concreta. Para no alarmar a
quienes se acercaban al edificio, los trabajadores renunciaron a
hablar de “el fantasma” y bautizaron al supuesto espectro con el
nombre de Andresito. Tal fue el éxito del apelativo que el inmueble
pasó a denominarse, en la jerga del funcionariado, como “el
edificio de Andresito”.
La historia olvidada
de este edificio explica que sus cimientos se alzan sobre el antiguo
convento de San Francisco, fundado en 1200. Por una serie de
circunstancias de orden urbanístico que nadie acierta a explicar,
fue demolido en los años 30. Tras 20 años de abandono, el solar fue
finalmente aprovechado en los 60 para edificar la actual delegación
estatal de Hacienda y su construcción dio origen a esta serie de
fenómenos extraños.
El único resto del
antiguo convento es un arco de piedra que aún se conserva dentro del
patio de manzana que da a la parte trasera de la delegación. Varios
vecinos de esta manzana aseguran haber oído por las ventanas que dan
a este patio común a un niño reír y correr de madrugada. En los
terrenos del antiguo convento reposaban los restos de ilustres
gasteiztarras como Olaguíbel o Landazuri y, en la Edad Media, un
cardenal que se encontraba de visita por Álava fue nombrado Papa la
noche que pernoctó en este lugar.
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