miércoles, 7 de agosto de 2019
La Terrorífica Historia de la Tamalera de la Portales
María Trinidad
Ramírez Poblano, mejor conocida como “la Tamalera”, era
originaria de Tequixquiac, en el Estado de México. Vivía en la
calle Pirineos 15 Bis., en la Colonia Portales, junto al peluquero
Pablo Díaz Ramírez, padrastro de sus tres hijos.
Sus anhelos de tener
una vida feliz y llena de amor desaparecieron pronto, pues eran
muchos los abusos cometidos por su pareja. La lúgubre noche del
sábado 17 de julio de 1971, harta y decidida a hacer justicia por
su propia mano, se armó de valor para asesinar a su esposo. María
Trinidad sostuvo una pistola y sin fallar acabó con la vida de Pablo
como venganza por todo el mal que le ocasionó a ella y a sus hijos.
Pasados los días
las autoridades localizaron en un lote baldío una bolsa con dos
piernas y dos brazos, los peritos identificaron el cuerpo por medio
de sus huellas dactilares, pues Díaz tenía antecedentes penales.
Sin duda alguna las
pistas apuntaban a su esposa, así que apresurados se dirigieron a la
casa de Pirineos 15. La policía encontró un hacha, una segueta y
una sierra, todas ensangrentadas, sobre una silla, pero la sorpresa
mayor fue al descubrir la cabeza del esposo dentro de un bote con
agua fría. No había duda sobre la identidad de la homicida.
Tras un
interrogatorio María confesó lo que había sucedido con el resto
del cuerpo del difunto. Al no saber cómo deshacerse del cadáver, lo
más rápido y obvio era ocupar lo que mejor sabía hacer para
esconder toda evidencia, entonces ¡lo preparó en los tamales que
vendió durante toda la semana!
Al siguiente día
se declaró culpable, dejando en claro que no recibió ayuda por
parte de nadie, y el 29 de julio de 1971 María Trinidad fue
sentenciada a 40 años de prisión por homicidio y violación a la
ley general sobre inhumaciones y profanación de cadáveres.
Primero fue recluida en el Centro de Reclusión Femenil de Tepexpan,
Xochimilco, para después llegar al penal de Santa Martha Acatitla.
Sólo cumplió la mitad de su sentencia, pues, se dice, tenía muy
buen comportamiento y era sumamente devota, situación que favoreció
su liberación anticipada.
Lo poco que se sabe
sobre sus últimos años es que, tras regresar a la libertad, fue
directamente a su natal Tequixquiac donde recibió todo el apoyo de
su familia y pasó el resto de sus días.
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