domingo, 11 de agosto de 2019
Edward Mordrake, el Hombre con Dos Rostros
Edward Mordrake
padeció una rara enfermedad que lo hizo nacer con un rostro extra en
la parte de atrás de su cabeza, según cuenta su historia ese rostro
de mujer no hablaba, comía ni bebía pero aún así podía reír y
llorar. Edward mismo llamaba a ese rostro 'gemelo demoniaco' pues le
susurraba cosas horribles por las noches; incluso llegó a pedir a
médicos que hicieran lo posible por extraerlo, hasta que se suicidó
a la edad de 23 años.
“Una de las
historias más raras así como de las más melancólicas de la
deformidad humana es la de Edward Mordake, quien iba a ser el
heredero de una de las familias más nobles de Inglaterra. Sin
embargo nunca reclamó el título y se suicidó a los veintitrés
años. Vivía en un retiro absoluto, evitando las visitas incluso de
los miembros de su familia.
Era un joven de
grandes conocimientos, un buen estudiante y un músico de rara
habilidad. Su figura era remarcable por su gracia natural, y su
rostro –su rostro natural- era como el de Antinoo. Pero en la parte
de atrás de su cabeza había otra cara, la de una chica muy guapa,
“adorable como un sueño, atroz como un demonio”.
El rostro femenino
era una mera máscara, “ocupando sólo una pequeña zona de la
parte posterior del cráneo, aunque mostrando signos de inteligencia
de aire maligno”. Se la había visto sonriendo y burlándose
mientras Mordake lloraba. Sus ojos seguían los movimientos del
espectador, y sus labios se movían sin cesar.
La voz era inaudible
pero Mordake aseguraba que durante la noche no podía conciliar el
sueño debido a los odiosos susurros de su “gemela diabólica”
como él la llamaba, “que nunca duerme, pero que me habla de tales
cosas de las que sólo se oyen en el infierno. La imaginación no
puede concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por
alguna imperdonable maldad de mis antepasados estoy cosido a este
demonio – porque estoy seguro que es un demonio. Yo ruego y suplico
para que lo eliminéis del mundo, aunque yo muera”.
Estas eran las
palabras del desventurado Mordake a Manvers y Treadwell, sus médicos.
Aunque lo vigilaban constantemente consiguió procurarse veneno,
debido a lo cual murió, dejando una carta en la que pedía que la
“cara demoníaca” fuera destruida antes de su funeral, “para
que no continuase con sus espantosos susurros en la tumba”. Por
petición propia fue enterrado en tierra baldía, sin ninguna lápida
o marca que dejara constancia de su tumba”.
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