viernes, 7 de junio de 2019
La Siervita de Dios
Aunque en las Islas
Canarias, España su popularidad es indiscutible, lo cierto es que a
nivel nacional o internacional son escasas las referencias a Sor
María de Jesús en los tratados que explícitamente o aún de forma
superficial abordan el abanico de anomalías y portentos que rodean a
los santos y religiosos. La siervita, como es llamada de forma
cariñosa tanto por los creyentes en sus virtudes e intercesión que
la contemplan como por los como centro de un fenómeno cuando menos
curioso, nació en el municipio tinerfeño de El Sauzal el 23 de
marzo de 1643, falleciendo un 15 de febrero de 1731 cuando contaba
con 87 años de edad. Desde entonces su cuerpo permanece incorrupto y
conservado de una forma que aparente-mente raya lo prodigioso, por
muy incrédulos que seamos, en especial si tenemos en cuenta las
peculiares condiciones ambientales que rodearon al cuerpo durante los
primeros años después de la defunción, en nada favorables a su
preservación. Su espectacular estado, junto a otros fenómenos
extraños igualmente interesantes ligados a ella, hacen de esta monja
tinerfeña un caso de indiscutible interés dentro del campo de la
fenomenología mística y la religiosidad popular.
Misticismo y
devoción
Al contrario que
otros cuerpos incorruptos venerados en un con-texto religioso, el de
María de León Bello y Delgado, nombre de nacimiento de nuestra
protagonista, no puede ser visitado por los fieles y público en
general en cualquier momento del año. Con ella ocurre todo lo
contrario, de tal manera que si alguien desea ver de cerca este
insólito fenómeno constituido por su incorruptibilidad debe
madrugar y hacer cola un 15 de febrero, fe-cha en la que se conmemora
su muerte, y las monjas de clausura del convento de Santa Catalina de
La Laguna, enclave en el que se conserva desde hace siglos, exponen
su cuerpo. Miles de personas pasan durante toda esa jornada ante el
lujoso sarcófago con cubierta de cristal regalado por Amaro Pargo,
amigo de la monja y benefactor del convento que se sintió bajo la
protección de la religiosa, guardando escrupulosa-mente su turno en
las largas colas que circundan el edificio. Esta peregrinación
permite que cada año se sumen a la causa de su beatificación
centenares de nuevas gracias concedidas aparentemente por mediación
de la religiosa, incrementando así la fama milagrera que se inició
cuando aún vivía y que ha llevado a situar su devoción entre las
tres primeras de la isla, tras la que recibe la Virgen de Candelaria
y el Hermano Pedro de Betancourt.
Aunque el cuerpo se
encuentra situado a una decena de metros del lugar por el que
discurren los peregrinos y la iluminación no es demasiado buena, es
posible con-templar con cierto detalle el aparente buen estado de
conservación de la religiosa a través de las facciones de la monja,
que vestida con los hábitos dominicos parece tan sólo dormir.
La vida de Sor María
de Jesús está llena, como es de esperar, de todo tipo de relatos
que ponen de relieve las gracias celestiales con las que al parecer
fue bendecida, relatos tradicionales que lógica-mente resultan muy
difíciles de verificar y que estimulan la devoción popular. Se
cuenta por ejemplo que de pequeña sentía una gran devoción por una
imagen de un Niño Jesús que se encontraba en la Iglesia de San
Pedro, en El Sauzal, imagen que supuesta-mente le habría las puertas
del templo para recibir su visita, o cómo un laurel detuvo su
crecimiento para poder seguir recibiendo directamente los cuidados de
nuestra protagonista. Portentos que más bien parecen pertenecer al
terreno de las habituales historias piadosas que surgen con el fin de
tejer una biografía que ponga de manifiesto la presencia de la
divinidad desde su infancia.
Fue en febrero de
1668 cuando entró en el convento, para un año después tomar el
hábito y vivir desde entonces fiel a sus votos y en una constante
penitencia, en la que no faltaron las flagelaciones, el ayuno o el
cargar con una pesada cruz de madera por los jardines. Actitudes de
dolorosa entrega difícilmente comprensi¬bles hoy en día, pero
moneda común en otros tiempos en los que la religiosidad se vivía
de formas muy diferentes. El periodista de esta casa EL DÍA y amigo,
Domingo García Barbuzano, escribió hace varios años una completa y
devota biografia de la monja, en la que da cuenta de singulares
fenómenos y acontecimientos de naturaleza "extraña".
Destaca por ejemplo un episodio de lo que en parapsicología se
conoce como telequinesis, en el que una medalla de acero con la
imagen de la Soledad, propiedad de la monja, se recompuso
espontáneamente tras haberse roto en varias piezas días antes, o
incluso un episodio de posible levitación descrito por otras monjas.
Al igual que ocurre con otros místicos, Sor María de Jesús entraba
en ocasiones en éxtasis, describiéndose la emanación de cierta
luminosidad de su rostro, así como una elevación destacable de la
temperatura corporal "Cuando comulgaba, describe Barbuzano, su
cuerpo era abrazado por un calor divino que le afloraba en el rostro.
Era tan grande que, en una ocasión, manifestó: aparta de mi Señor
que no puedo sufrir tanta llama. Disimulaba dicho calor diciendo que
era por la capa y el velo del hábito". Hablaríamos en ambos
casos de fenómenos parabiológicos de singular interés.
Incorruptibilidad
La vida de la
religiosa cuenta también con diversos episodios premonitorios, junto
a un curioso sueño tras el cual desarrolló un estigma en el costado
y una más que posible bilocación atestiguada por el famoso corsario
Amaro Pargo, además de algunos escritos místicos estudiados por sus
biógrafos y custodiados por las monjas. A pesar de haberse dado
episodios de apariencia sobrenatural por sí solos significativos,
estos posiblemente no habrían trascendido de no ser por confluir con
el de la incorruptibilidad de su cuerpo, descubierto a los tres años
de haber sido sepultada. Cuentan los textos que poco antes de morir
cayó en éxtasis, conservando el pulso y las pupilas claras más de
24 horas, manando sangre fluida al hacer algún corte, y un líquido
transparente que mantuvo su fragancia a jazmín hasta varios años
de¬pués. En enero del año 1734, cuando se procedía al traslado de
los restos, se descubrió que permanecía intacto, con las ropas
empapadas, flexible, con su color natural, dándose la circunstancia
incluso de que un trozo de carne que le quitó una religiosa
conservado en un relicario parecía haber crecido de forma
inexplicable. Y así desde entonces, a pesar de haber transcurrido la
friolera de más 273 años.
Aunque existe una
larga tradición milagrera, la Iglesia se muestra tan exigente que al
menos en estos casos llega a hacer de "abogado del diablo",
con tal de certificar fuera de toda duda la naturaleza sobrenatural
de los hechos presentados como milagrosos. Y aunque la
incorruptibilidad no es un signo de santidad, es evidente que también
en este caso genera una importante devoción popular. No obstante, en
el expediente de la causa de beatificación de La Siervita existen
varios episodios de curaciones que se barajan como candidatos a
prodigios, aunque, a fecha de hoy y en un mundo tan expuesto a lo
impensable, ninguno de ellos resulta concluyente. Tal vez este año
nos den a los curiosos y a los que se declaran devotos el milagro
esperado.
El sorprendente caso
de Sor María de Jesús
Todods los 15 de
febrero se repite el mismo ritual. Miles de personas, en su inmensa
mayoría fieles creyentes, desfilan a escasos metros de distancia del
vistoso sarcófago en el que se conserva el cuerpo incorrupto de la
monja Sor María de Jesús. Una cubierta de cristal permite
contemplar el cuerpo de la religiosa revestida de sus hábitos,
dejando al descubierto las manos y un rostro por el que no parece
haber pasado el tiempo. 276 años la contemplan.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario