miércoles, 5 de junio de 2019
La Mocuana
Aproximadamente en
el año 1530, los españoles realizaron una expedición bien armada
en territorio nicaragüense, para ampliar sus dominios e incrementar
sus riquezas. En esta incursión los españoles lograron reducir a
los indios de Sébaco, habitantes de la Laguna de Moyúa. El jefe de
la tribu india, una vez vencido, obsequió a los conquistadores
bolsas elaboradas con cuero de venado, llenas de pepitas de oro.
La noticia en España
de que los conquistadores habían regresado con grandes riquezas
llamó la atención de un joven, quien esperaba vestir los hábitos y
cuyo padre había muerto en esta incursión. Decidido, el joven se
incorporó a una nueva expedición, y después de un largo y penoso
recorrido llegó a suelo nicaragüense, donde fue muy bien recibido
por los pobladores, creyendo que era un sacerdote.
Ya en Sébaco, el
joven conoció a la hermosa hija del cacique y la enamoró con
intenciones de apoderarse de las riquezas de su padre. La joven india
se enamoró perdidamente del español, y en prueba de su amor le dio
a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes
afirman que el español también llegó a enamorarse verdaderamente
de la joven india.
El cacique, al
conocer los amoríos entre su hija y el extranjero, se opuso a la
relación, el español después de robar los tesoros, dejo encerrada
a la india en la cueva a pesar de estar embarazada.
Cuenta la leyenda
que La Mocuana enloqueció con el tiempo en su encierro, del que
logró salirse después por un túnel, pero al hacerlo tiró a su
pequeño hijo en un abismo, y desde entonces aparece por los caminos
invitando a los caminantes a su cueva. Dicen los que la han
encontrado que no se le ve la cara, sólo su esbelta figura y su
hermosa y larga cabellera negra.
En algunos lugares
cuentan que cuando La Mocuana encuentra a un niño recién nacido, lo
degüella y le deja un puñado de oro a los padres de la criatura.
Hay otras versiones que aseguran que se lo lleva, dejando siempre las
piezas de oro.
La cueva aun existe.
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